ÁMBITO INCIERTO
José
Rivero Vivas
El lago, en la Plaza
España,
no alcanza a verse a
sí mismo,
porque no surte su
fuente
el agua del mar
vecino.
Austera aparece y
sobria
la fachada del Casino;
del otro lado conversa
con la torre de
Cabildo.
Luce la imagen solemne
de la Cruz de los
Caídos,
salpicada por la brisa
que arrastra el flujo
marino.
Más allá surge
Correos;
de compañero, el
Olimpo.
Calle General
Gutiérrez,
defensor del suelo
invicto.
Sucede, al caer la
tarde,
que en torno ruedan
los chicos
sobre patines de
ensalmo,
pintura y herrajes
finos.
De un acrobático salto
suben valientes al
friso
donde deslumbran la
novia
con su alarde
deportivo.
La algarada es
musical,
como conviene al
motivo;
aquí celebran sus
fiestas
los más pobres y más
ricos.
En zurrón se amasa el
gofio,
mezclado de millo y
trigo:
pimienta con carne
fiesta,
mojo y papas, pan y
vino
El kiosco de la
Alameda
trasladado de su
sitio.
El apogeo en la calle,
el público sin
servicio.
Un muelle todo
estirado,
ajeno a barcos su
abrigo.
Proliferan las
palmeras;
los laureles lloran
higos.
Pretenden ganar
espacio
para un carnaval Rey
Mimo,
con cuanta copla de
sorna
teje su mensaje
crítico.
Raudo cruza un folelé
con una pestaña en
vilo;
rinde honores a la
reina
del acontecer festivo.
Es vana su reverencia,
cuan ligero su
zumbido.
La autoridad lo
proclama
kid perturbador
proscrito.
¿Adónde te diriges,
di,
montado en guagua y
fotingo,
adelantando camiones,
burros, carretas y
pingos?
Saca lasca el mandamás
de un pueblo no
sensitivo:
presa de celo
mimético,
ignora su origen
prístino
Ufano reside impávido
al pie del enhiesto
Pico,
irresoluto y ocioso,
afincado en mal de
siglo.
*
Son meses de pleno
invierno,
aunque su rigor sea
mínimo;
pero el alma
chicharrera
súbito lo echa en
olvido.
Cuando el torrente
desciende
turbulento, oscuro y
frío,
se estremecen en el
monte
hayas, brezos y
acebiños.
La gente gime asustada
por una riada en vivo;
fue puñal de hace unos
años
y Santa Cruz quedó
herido.
Enronquecen las
comadres
con desaforados gritos:
piden al Cielo
clemencia
y que detenga al
maligno.
Los varones, en plan
bravo,
recorren bares,
chiringos,
beben caña, toman ron,
güisqui para los
repipios.
El firmamento
ennegrece;
del temporal es
cautivo.
Mas, cuando la lluvia
arrecia,
cunde el milagro
divino
Virgen de la
Candelaria,
en su enmarcado
recinto,
desde el alto pedestal
tiende su manto
bendito.
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José
Rivero Vivas
Ámbito
incierto
Tenerife-Londres
Julio-septiembre
2013
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