LA BASURA Y LOS AZNAR
DIARIO PUBLICO
Mientras
Madrid reventaba de basuras, su alcaldesa, Ana Botella, asistía en la capital a
la presentación de las memorias de su eximio marido. Se la veía sonriente y
arropada por los suyos, la vieja guardia del PP, Jaime Mayor Oreja y adláteres,
los más impudorosos franquistas de nuestro partido conservador. Y, afuera, la
basura.
Era
una buena imagen de lo que es la España actual. Los legionarios del poder
sonriéndose victoriosos entre autocomplacencias, canapés y vino español en el
saloncito climatizado y vaporoso de perfumes carísimos. En la calle, el pueblo
sorteando basuras en este Madrid beirutizado de contenedores ardientes y sobras
de restaurantes pudriéndose y contaminando el aire que respiramos los no
llamados a la gloria por Dios, por la Patria y por la oligarquía, que es la
esencialización de los dos anteriores.
Bush,_Barroso,_Blair,_Aznar_at_AzoresJosé
María Aznar presentaba con naturalidad sus memorias casi limpias de sangre
iraquí y oncemera, como no podría ser de otra forma en un personaje de memoria
(o desmemoria) tan selectiva. Nos volvió Aznar a repetir que aquella foto de
las Azores situó a España, por primera vez en mucho tiempo, en lo más elevado
de la política internacional. Pero sigue sin aclararnos dónde situó aquella
foto a los diez o veintemil niños muertos de Irak. Es lo que tienen los grandes
estadistas, jamás reacios a pasar por alto las menudencias. Tampoco puso empeño
alguno el presidente en aclararnos dónde colocó aquella misma foto de las
Azores a los 191 muertos del 11-M, pues algunos pensamos que aun estarían vivos
de no haber posado Aznar en aquella foto. Disculpad mi brutalidad, pero veo
como gran metáfora al pueblo pisando en la calle basura física mientras la
derechona se regodea disfrazándonos de jardín sus vertederos morales, que
huelen distintos pero no menos mal.
Mientras
la alcaldesa aplaudía a su marido con furor casi ginecológico, las ratas
enseñaban sus hocicos camusianos por las calles basureras de Madrid, como
muestra la foto de Jairo Vargas. Si yo fuera presidente, como el gran García
Tola, hubiera disculpado mi ausencia y la de mi gobierno ante el presidente
alfa con el tema de las basuras, evitando así el conflicto político que se vive
en el PP entre vieja y nueva guardia.
-Perdona,
José Mari, pero es que las basuras no me dejaron llegar a tiempo.
Porque
estuvo feo que este nuevo PP de viejas caras no asistiera a la presentación del
nobelizable y novelizable libro de Aznar. Es una ruptura no solo
circunstancial, sino también histórica. Jamás Manuel Fraga renunció a la
memoria de Francisco Franco. Como tampoco Aznar se desmarcó nunca de la
trayectoria del asesino Manuel Fraga (Julián Grimau y otros muchos RIP en la
culata de su revólver franquista antes de convertirse en denodado demócrata).
Aznar “tomó nota”, y así lo hizo público, del
ostracismo al que le sometió el Gobierno de su sucesor a dedo esta semana. Cría
cuervos, José Mari, en la jaula de tu cuaderno azul. Lo mismo llama a Bush para
que bombardee Moncloa, que este hombre es muy de prontos.
La
basura, toda la basura, se quedó en la calle, habrá pensado Aznar mientras
presentaba, sin ningún miembro del Gobierno a la vista, El compromiso del
poder, título de su magna obra. El libro no me lo he leído, pues aun tengo que
terminar el de cuentos infantiles reinterpretados por Ana Botella. Porque este
matrimonio no deja de engrosar las glorias literarias de España mientras el
pueblo ignaro y simple continúa –continuamos– sorteando ratas y basura por las
calles de Madrid. Que es lo que nos merecemos por votar a tontos y a locas.
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