DESDE EL MITO A LAS HUELLAS DE LA REALIDAD
Agustín E. Díaz-Pacheco (*)
Existen libros que poseen un doble valor, el otorgado por la
propia hechura que le confiere su autor y el avalado histórico-literariamente
por la solvencia intelectual de un gran creador. Es éste el caso de la obra Viaje a Hero (1), del escritor, músico y
profesor de filosofía, Roberto Cabrera, y con la presencia de un excelente texto
que supo bien concebir un inolvidable creador de la talla de Rafael Arozarena,
poeta, narrador y novelista, hombre que, a su manera, cultivaba el
reconocimiento dispensado hacia jóvenes y también curtidos creadores, estando
siempre bien atento a nuevas entregas literarias, y siendo testigo del afortunado
brotar de nuevas promesas dadas en la literatura canaria. El texto que inaugura
las páginas de Viaje a Hero, ha
quedado impreso en forma de prólogo, el cual hemos de leer detenidamente. A
continuación, es al lector a quien le corresponde internarse en los trece
cuentos que componen el libro de Roberto Cabrera. Se trata, pues, de viajar
lentamente y partiendo del mito atrever a comprobar las huellas de la realidad,
ya que ésta en ocasiones puede adquirir diversas categorías.
Cuando Rafael Arozarena menciona en su prólogo
al excelente escritor francés Julen Gracq (autor en considerable parte
hermanado con Dino Buzzati y Ernest Jünger), para ubicarlo con valiosa certeza:
“Recordemos al protagonista Simón, de un relato de Julien Gracq, que mientras “está
esperando a una mujer a la que ha citado en un lugar de Bretaña, recorre la
península hasta el amanecer: no habría visto nada de lo que vio si no estuviera
esperando a aquella mujer” (2). Evidentemente, la espera se articula de manera
tal que se constituye en una especie de agradecidas y sucesivas apariciones,
pero también adquiere connotaciones de una involuntaria y singular
pretextualidad: esperar, recorrer, descubrir y contemplar.
Hace años leí en una
obra de Mircea Eliade, cómo éste calificaba al mito como “las vitaminas del
alma”, palabras que se instalaron definitivamente en mi memoria. Era, por
supuesto, blindar, por así decirlo, una nueva valoración inherente al mito,
presente en diversas culturas, y, sobre todo, en la greco-romana. En tal
sentido, el autor de Viaje a Hero ha
concebido el permanente instante inicial del mito para a continuación
desplazarse por algunos suburbios de la historia de las personas. También
porque evocar el mito, puede consagrar aquellas circunstancias que corren el
riesgo de poder pasar desapercibidas, ya que una vez amparadas y asentadas por
el mito adquieren diferente esencialidad. Es así como el cuento que le da
título a la obra se me antoja como una lúcida metáfora de la isla, su gente y
la familiar y perenne proximidad del mar. El merecido recuerdo a un familiar
cual es (en presente histórico) Joaquín Rivero, notable escritor, surge en
“Letrinas”. Un misterio repetido en la cotidianidad, es expuesto en “Niño
serrucho”. Y así sucesivamente, sin olvido de la ciudad subsuelo que es
Habaneros, con su población y extrarradio, habitando “Extraña partitura de
jazz”. Igualmente, el niño con cara de reloj, que en “Mejor volar” hace marcar
sus manecillas. También una especie de bilocación, tan recurrida por las
tradiciones afrocaribeñas, es la que
late en “La negra conga”. O sea, el
fecundo universo mágico canario-cubano hace acto de presencia en Viaje a Hero, y lo efectúa desde la
transgresión estética que supuso el existencialismo, y al que alude en su
excelente prólogo el siempre recordado escritor Rafael Arozarena, quien
menciona a Agustín Espinosa, genial escritor que deliberadamente permanece en
el secuestrador silencio crítico y manifiestamente neocensor de origen
extrainsular, el sustentando por quienes
poco o nada saben del modernismo y también del surrealismo.
Es, pues, Viaje a Hero, una suerte de eco, de
grito que se traslada a través del Océano, y que encuentra en la literatura la
presencia feraz de la memoria, el acento poético, para continuar invitándonos a
preguntar, indagar y crear. Tales son las inquietudes que agitan la creatividad
de Roberto Cabrera desde hace muchísimos años, inquietudes consistentes en
rescatar la siempre necesaria presencia de algún que otro texto, o incursionar
en obras que por ahora permanecen calladas en su diario quehacer. Dichas inquietudes se han trasladado a la
música, por cuanto Roberto Cabrera, Mariano Luis, Olga, Pepe y Ruskin son
quienes componen el grupo musical que se maniesta por sus piezas de jazz fussion, y lo viene haciendo desde
hace muchos años, grupo denominado Gato
Gótico [Gato Gótico, “emblema
entre barroco y existencial del escritor cubano Lezama Lima”, como escribí hace
años en “Cuadernos del Ateneo de La Laguna”, bajo el título: “Gato Gótico:
sonido seminal”], en el que existe una estrecha correspondencia entre música y
literatura. Por otra parte, vincular música y literatura, aunque pueda ser
inconsciente, viene a demostrar que un libro no es más que un heterodoxo
pentagrama al que nuestros ojos le ponen música. Y al igual que lo anterior, la
música nos vienes a descubrir comarcas y naciones sin fronteras, es decir, las
tribus de la Tierra. Es lo que nos puede otorgar Viaje a Hero, la descripción musical de la memoria, el itinerario a
seguir, el paisaje que eterniza el taxidermista de la cultura, la inhabitual
comarca de los ansiados sueños.
(1).- Viaje a Hero, Roberto
Cabrera, Ediciones Aguere-Ediciones Idea, 121 páginas, Tenerife, 2013.
(2).- Op. cit., página 13.
(*).- Agustín E. Díaz-Pacheco es
escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario