UN
INOLVIDABLE MAESTRO
RAFAEL ZAMORA
A lo
dilatado de nuestra terrenal y transitoria existencia, por sus equitativos
hechos, hemos tenido la feliz oportunidad de haber conseguido convivir con
algunos maravillosos seres, con ciertas clases de personas que nos han dejado
en el alma y en la mente, unos perdurables recuerdos, totalmente improbables de
intentar arrinconar en las dolientes y nebulosas sombras del más
desnaturalizado anonimato.
Tal nos
ocurre en esto instantes, con la humana y enorme idiosincrasia específica del
que un día fuera asombroso capacitado, Don PATRICIO PÉREZ MORENO, versado
pedagogo, prodigioso orador, apasionante declamador-poeta, espiritual juglar,
subrayado artista de nacimiento y excelente compañero de todos cuantos tuvimos
el venturoso patrimonio de haberle conocido y, particularmente, tratado.
¡De ningún
modo, podíamos dejar pasar por alto, la silenciosa obra socio-cultural de este
notorio protagonista para, en donde quiera que se encuentre, reciba el abierto
tributo evocativo de nuestra más insondable y rendida admiración!
En El
Hierro, en cualquier rincón en el que habitara, y, allá, por donde los
diferentes compromisos de su vocacional profesión le transportaran, supo dejar
perentorios vestigios de perennes remembranzas.
Nació en
la señorial ciudad de Telde, Gran Canaria, el 21 de septiembre de 1.912.
Fue su
padre, Don PATRICIO PÉREZ ESTUPIÑÁN, del cual, pudo absorber unos insólitos
usos y costumbres- al menos en su primer tercio de vida-, por haberle sabido
imbuir en unos exclusivos gustos investigadores de considerable elevación,
habiéndole convertido desde pequeño, en un vehemente enamorado entusiasta por
la sana curiosidad, hacia la buena, superior y bien favorecida lectura.
Por la
colegial época vacacional, en esos tan enfáticos días festivos-
primordialmente, por la delirada celebración infantil de las pueriles fantasías
que los clásicos Reyes Magos suelen impulsar-, le sirvieron para efectuar
puntuales visitas, de inexcusable negación, al bien preferido Museo Canario, a
la pétrea Catedral de Santa Ana, a las vetustas Casas Consistoriales urbanas,
así como el tener que ejercitar muchas dilatadas caminatas, recorriendo
transitadas calles, bulliciosos comercios, animados parques y místicos
conventos.
Al
factible alcance de su mano, desde muy joven, tuvo a su entera disposición, una
amplia y bien surtida biblioteca que aumentó sobremanera su despierto campo
investigador, asimilando con creces, los ventajosos frutos sembrados por
Unamuno, Becquer, Rubén Darío, Espronceda, Pío Baroja, Amado Nervo, Miguel de
Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Moliere y Benito Pérez Galdós, del que
devorara con avidez, sus puristas “Episodios Nacionales”, asimilando tenazmente
sus novelas u obras teatrales, germinadas todas ellas con notoria gloria, por
la inmortal pluma del universal canario que más le embelesara, como relevante
académico y acreditado paisano suyo.
Así, pudo
fraguar sus esclarecidas aptitudes artísticas, habiendo elaborado una “Obra
Poética” de ingente valía, un preciso estudio sobre “Poetas Canarios” de su
época, deleitables programas de Radio, Crítica Musical, Acotaciones sobre el
Arte e importantes escritos varios, habiéndose dado a luz pública los mismos en
un extenso libro que el muy Ilustre Ayuntamiento de Telde, editara en el año
1.997, siendo sus fieles custodios legales, los actuales herederos.
Don
PATRICIO, entre nosotros, desarrolló una importante tarea en el dificultoso
campo de la Instrucción, un bien conquistado ejercicio que, por inadmisibles
cuestiones de políticas ideas, le tuvieron marginado, radicalmente vedado, para
que no pudiera ejercer a sus anchas, la consagrada profesión que más amara.
A los 18
años, ya poseía el Título por el cual tanto y tanto, había combatido.
Las Leyes,
por su ya descrita edad, no le permitieron presentarse a oposiciones, para
desempeñar una vacante en las Escuelas Públicas del Estado, por lo que abrió
una pequeña entidad paras párvulos, logrando al siguiente año, entrar en el
selecto Claustro de Institutores, del colegio “San Ignacio de Loyola.”
Anduvo
circulando por diferentes pueblos canarios, como lo fuera en Las Rehoyas, en el
Calero de Telde, en la zona de San Juan, en el Valle de los Nueve y en Las
Puntillas, en donde le atrapa el Levantamiento Militar del 18 de Julio de
1.936, siendo injustamente sancionado y apartado de la instrucción escolar, de
1.940 y 1.964.
Frente el
antidemocrático régimen de su apesadumbrada época, casi de una oculta, pero
eficaz manera, impartía sus clases, bregando denodadamente para poder subsistir
y salvaguardar concienzudamente, a su cortejada familia.
¡La
bienaventurada Providencia, nos lo trajo un día hasta nuestra querida Capital y
en ella,durante varios lustros, desarrolló un difuso y absorbente historial,
como insustituible preceptor de latín, griego, francés, filosofía, literatura,
historia y matemáticas, en la familiar escuela privada de Dña. INOCENCIA PADRÓN
DURÁN, de la cual, muchos prominentes herreños, salieron considerablemente
beneficiados.
Con motivo
de unos Cursillos sobre Magisterio, celebrados en Las Palmas, tuvo la
oportunidad de poder conocer a la joven, ALICIA PADRÓN PADRÓN, de origen
herreño, allende por el año 1.931, habiendo sido muy simpática la manera en que
conquistara a aquella espléndida mujer pues, viéndola cómo llevaba en sus manos
un “yo-yó,- el normal juego de actualidad en aquellos distantes tiempos-, tuvo
la relevante ocurrencia de confeccionarle un barquito de papel, colocándole en
su interior unas glotonas peladillas y, poniéndole en uno de sus laterales, una
romántica inscripción.
¡El tal
barquito, a través de un desequilibrado mar de pupitres, hizo que llegara a
manos de la noble dama que le había cautivado!
Al día
siguiente, haría aparecer en un rotativo capitalino, un Poema de Amor, dedicado
a ALICIA, quien, gratamente sorprendida y halagada por tantas placenteras
ofrendas, pronto, muy pronto, hicieron oficial su compromiso.
¡Desde ese
mismo instante, fue ella su inseparable consejera, amiga y esposa!
Tras su
confinamiento en nuestra isla, después de múltiples necesidades y penosas
privaciones, ambos fueron capaces de cimentar mucho más el amor de juventud,
habiéndoles concedido la vida el con maravilloso Don del nacimiento de cinco
hijos, aceptando con desgarrante dolor, la inconsolable pérdida prematura del
primero de ellos, la cándida niña todavía, AURITA.
Después,
vendrían los gemelos, PATRICIO ANTONIO y DOMINGO PEDRO, seguidos de ALICIA
JUANA DE LA ENCARNACIÓN y, el benjamín, EDUARDO ANDRÉS.
De sus mantenidos
años entre nosotros, dan fiel testimonio algunas contadas actas del
Ayuntamiento de Valverde, del Casino y del distinguido Gabinete Literario que
en su día, memorablemente, lo fuera.
Como al
final, tarde o temprano, la verdadera Justicia prevalece, es rehabilitado para
la Enseñanza Pública, en el Curso 1.963/64, formando parte del Cuerpo de
Profesores, del colegio, “León y Castillo”, emplazado en el Puerto de La Luz.
Luego,
vendrían los años de un bien conquistado respiro emérito, y, en medio de ellos,
el quedarse viudo, perdiendo a la muy amada acompañanta de sus idílicos y
reales sueños.
¡Fue el
holgado turno apropiado para dedicárselo a sus queridos hijos y hermanos!
¡Volvería,
una y otra vez, a su ciudad natal y a su predilecta tierra de adopción, EL
HIERRO!
La noticia
de su fallecimiento, conmocionó por completo al amplio mundo de la Literatura
Insular.
¡El 2 de
septiembre, de 1.986, para siempre, se despidió de este cosmos, extinguiéndose
la Voz física del artista, del eterno enamorado de EL HIERRO, del gran Poeta y
Amigo que, en este extenso comentario, hemos tenido la apasionante oportunidad
de perpetuar!
Por uno de
esos inauditos e incomprensibles caprichos del trastornado Destino, en la misma
preclara ciudad de Telde, donde su progenitor naciera, su hijo, PATRICIO
ANTONIO, en solemne acto celebrado hace ya unos años, para resaltar la
gigantesca figura del gran Patriarca, tal vez, al tomar él parte activa en el
mismo, embargado por la incontenible emoción de lo que estuvo disertando, el corazón
se le desgarró en mil pedazos, se le se rompió totalmente, cayendo fulminado,
en presencia de sus atribulada familia asistente y, ante la masiva concurrencia
que al mismo sonado evento, había concurrido.
PATRICIO PÉREZ MORENO:
¡UN CABALLERO A CONCIENCIA
QUE, AL PASAR POR MI CAMINO,
SUPO MOSTRARME LO BUENO,
CON SU EJEMPLAR EXISTENCIA!
¡UN CABALLERO A CONCIENCIA
QUE, AL PASAR POR MI CAMINO,
SUPO MOSTRARME LO BUENO,
CON SU EJEMPLAR EXISTENCIA!
Muchos de los que tratamos a DON PATRICIO, jamás podremos olvidar su caballeresco porte, su elegante oratoria y su forma y manera de saber recitar versos.
ResponderEliminar¡GRACIAS, Amigo MORALES, por trasladarnos hoy a tu , estos imperecederos gratos recuerdos!