POLIAMOR: ¿AMOR LIBRE
O NEOLIBERAL?
JOSÉ
SATURNINO MARTÍNEZ GARCÍA
Desde
hace unos pocos años, cada vez es más frecuente oír hablar del amor como un
mercado más, bajo el nombre de poliamor. La libertad con sabor neoliberal se
basa en que dos personas con su forma particular de entender el mundo llegan a
acuerdos mutuamente beneficiosos, siendo el mercado la institución por
antonomasia en la que cristaliza esta relación contractual basada en el libre
consentimiento. Por lo menos desde Marx sabemos que este intercambio
formalmente igual en condiciones de desigualdad genera explotación, pues quien
tiene más poder se queda con una mayor parte del producto del trabajo
colectivo.
Tras
la educación, la sanidad, el agua, la energía, el ejército… para mi sorpresa,
un nuevo espacio social está siendo colonizado por la lógica mercantil: el
amor. Por supuesto, no se le denomina amor neoliberal, o amor mercantil. Se le
llama poliamor. Pero no es más que la colonización de la vida afectiva y del
deseo por la lógica del contrato mercantil. El poliamor, como otros derivados
del pensamiento posmoderno, es acertado en la crítica, pero errado en la
solución. Es una crítica necesaria a instituciones opresoras de la libertad,
como el modelo patriarcal y capitalista de pareja. Una pareja posesiva,
jerarquizada en torno a la voluntad del hombre, y organizada como unidad de
producción y reproducción de trabajo no remunerado realizado por las mujeres.
Pero
esto ya se criticó también por el feminismo, el comunismo o el anarquismo. Entonces
hablaron de amor libre, que no debemos confundir con el neoliberalismo del
poliamor. En el poliamor hay un yo con sus propias necesidades y deseos, que
negocia con otros yoes similares, como en cualquier mercado. Posmodernos y
neoliberales coinciden en que los deseos deben ser derechos a realizar en el
mercado, dejando fuera el autocontrol sobre las pasiones, necesario para un
orden social justo. El vocabulario de austeridad y virtud, sostenido por
cristianos o comunistas, ha desaparecido ante el embate hedonista
posmoderno-neoliberal.
Las
“externalidades negativas” del poliamor, como celos e inseguridades, se
trabajan en talleres especializados, en un negocio que se crece en torno a esta
nueva forma de entender la vida afectiva y sexual. El poliamor no hace más que
aceptar los mantras del capitalismo, podemos consumir parte del otro, sin
sentirnos responsables, y de la posmodernidad, todo deseo está bien. Consumamos
afectividad y deseo, sin más compromiso que firmar un contrato.
El
amor libre es otra cosa. El amor libre es un compromiso entre iguales, basado
en el respeto, el deseo y en el cuidado, aceptando al otro como otro al que no
se puede entender por completo, ni se puede someter, pero en el que la entrega
es total. En una sociedad patriarcal y capitalista no se dan las condiciones
materiales para esta forma de amor, pues estructuralmente la posición de las
mujeres es más débil que la de los hombres, por no decir la de las opciones no
heterosexuales, que siguen viviendo en el estigma.
Lo
que propone el poliamor no es amor libre, sino neoliberal. El otro no me
interesa como una persona integral, como en el amor libre, sino solo aquello
que pueda poner en un contrato. El contrato es resultado de la voluntad de un
yo sin más empatía ni responsabilidades que las que quede reflejada en las
cláusulas de dicho contrato. Lo que queda fuera, no es responsabilidad de las
partes. Ya no hace falta sentir empatía por el otro, sino solo por el cachito
del otro que está en el papel firmado. Esta es la base de la explotación
capitalista, del fetichismo de las relaciones sociales, de la cosificación de
las personas. Entender a las personas no como una totalidad en el respeto y el
cuidado que merecen, sino por su poder de negociación en un contrato. Al igual
que en el resto de mercados, el nuevo mercado de lo afectivo/sexual lleva a que
quienes más tienen (capital económico, relaciones sociales, capital erótico…)
explotan a los que menos tienen. Como ocurre en el resto del orden capitalista,
los perdedores ni siquiera pueden quejarse, pues han suscrito libremente el
acuerdo. Y como los otros malestares que genera el capitalismo, los dejamos en
manos de terapeutas que nos enseñen que la explotación, si es querida, es
justa, y con ella nos debemos reconciliar.
Si
el poliamor avanza, no es raro que termine como el resto de la economía
colaborativa. Se adorna de libertad, realización personal y otras buenas
palabras, pero en cuanto se deja operar, la solidaridad y la autonomía
individual se transforman en la dominación de quienes tienen más poder de
negociación. Frente a esta visión fragmentada y caprichosa de las personas,
solo cabe recuperar el amor libre, con su visión de la persona como un todo.
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