LA TORMENTA PERFECTA
DAVID TORRES
Esa
idea genial de Mariano de que la democracia podía arreglar el problema catalán
-cuando el problema catalán era precisamente que la mayoría de las fuerzas
democráticas en Cataluña se habían puesto de acuerdo en tirar por la calle de
en medio- era lo que se denomina una idea de bombero. Destinada a apagar
fuegos, al final las mangueras del referéndum han echado gasolina. Algo lógico,
teniendo en cuenta que, como advirtió Churchill, la democracia es el peor
sistema de gobierno posible con excepción de todos los demás. No sé si lo dijo
antes o después de que Hitler ganara las elecciones en Alemania con casi 18
millones de votos. La democracia a veces no arregla nada. Aquí, desde luego, no
era la solución sino más bien el problema.
Lo
sé, lo sé, he caído en un Godwin de manual, pero en este escenario, más que
Godwin, es Darwin el que tiene la palabra. Si el plebíscito de ayer era una
movilización popular para comprobar hasta qué punto la daliniana aventura
soberanista había calado en el electorado catalán, los resultados están
bastante claros. Con un referéndum ilegal, con un exilio presidencial forzado a
Bruselas, con varios líderes en chirona, con cientos de empresas y varios
grandes bancos haciendo la mudanza, con una sociedad crispada hasta el tuétano,
el bloque independentista ha vuelto a alzarse con la victoria en medio de la
mayor participación de la historia de Cataluña. Enfrente, la derecha
españolista se ha alzado con una jugosa mayoría de escaños gracias a la teoría
evolutiva desarrollada en el proyecto de Ciudadanos a costa del dinosaurio del
PP, condenado a la extinción más allá de la línea del Ebro.
No
ha sido la única formación que ha salido torpedeada de estas elecciones, puesto
que Catalunya en Comú-Podem ha perdido tres escaños y la CUP nada menos que
seis. Pero, como siempre, todos están muy contentos, sobre todo Albiol, que
todavía puede ir con la cabeza bien alta porque ya hace pie al fondo de la
piscina. Pareciera como si, después del hundimiento, sólo los ciegos
recalcitrantes fuesen capaces de no ver que el mapa político de Cataluña no
tiene nada que ver con el del resto del país y que allí el PP no pinta
prácticamente nada. Sin embargo, para eso se inventó el submarino naranja de
Ciudadanos.
Donde
la obcecación y la falta de diálogo habían conducido a un punto muerto, la
legitimidad de las urnas ha llevado a otro espléndido punto muerto. La sociedad
catalana sigue empeñada en su divorcio, no ya de España, sino de sí misma. Esto
va a llevarnos a otra crisis institucional cuyo primer paso será saber si
Cataluña ahora va a tener un presidente en el exilio o un presidente entre
rejas. El panorama es magnífico, sobre todo para Mariano, que ya se frota las
manos al saber que las portadas y editoriales de los próximos meses estarán
dedicadas íntegramente al monotema catalán en lugar de hablar de bagatelas como
la corrupción generalizada, la pobreza energética, el precio del turrón o esa
extraña literatura judicial en la que el apellido de un presidente aparece cobrando
sobornos en dinero negro en una contabilidad alternativa más de treinta veces.
Entre la derecha nacionalista catalana y la derecha nacionalista española han
creado la tormenta perfecta: un agujero negro donde no sopla viento suficiente
ni para hablar del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario