EL BESO DE UNA MADRE Y
OTROS RELATOS
El
Vigía Editora
Alberto
Rivero murió el 15 de febrero de 2011 en Madrid a edad muy avanzada. La mayor
parte de sus trabajos permanecen inéditos, con la excepción del volúmen EL BESO
DE UNA MADRE y OTROS RELATOS el vigía editora Tenerife 2010. Pese a su larga
ausencia de las Islas Canarias, jamás volvió a pisar la tierra que le vio
nacer.
Alberto
Rivero nació en la villa de Tegueste en 1924. Cursó los estudios medios en el
Instituto Canarias Cabrera Pinto de La Laguna y en el de Santa Cruz de
Tenerife, también en el centro reconocido Tomás Iriarte de Aguere. Junto a sus
hermanos Joaquín y Olga Rivero, constituye un caso claro del intelectual
canario obligado por las circunstancias históricas de la posguerra a abandonar
su tierra en busca de un porvenir que no fuera silencio amordazado. Residió en
esta ciudad hasta los 22 años, edad en la que se marcha hacia Madrid en el año
1946 para iniciar los estudios de Pedagogía en la Universidad Complutense, en
calidad de becario del Cabildo Insular de Tenerife. Es por tanto licenciado
universitario en esta materia. En 1952 ingresa en el Ministerio de Turismo,
obteniendo plaza por oposición. No obstante, su principal actividad la
desarrollará en el Ministerio de Educación y Ciencia durante 21 años como
miembro del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado, destino al
que se traslada por concurso de méritos en 1969, desempeñando varios cargos
directivos en el campo de la Alfabetización y en el de Educación Permanente de
Adultos. Fue designado Asesor Técnico en esta última parcela tras sentencia de
la Audiencia Nacional de abril de 1988. Está en posesión del título de Maestro
Nacional por la Escuela Normal de La Laguna desde el año 1947. Diplomado del 4º
curso del Centro de Formación y Perfeccionamiento de Alcalá de Henares e Inspector
de Actividades Turísticas desde 1956. Su afición principal continúa siendo la
novela, el ensayo, convirtiéndose en un insaciable lector desde Balzac a
Dickens, Dumas o Galdós hasta los más contemporáneos. Tuvo gran amistad con el
poeta Manuel Verdugo, madurada en largos paseos por los parajes de La Laguna de
su juventud. Alberto Rivero fue alumno predilecto de D. Juan Zaragüeta
Bengoechea, consejero de D. Juan de Borbón, catedrático de Psicología de la
Universidad Complutense de Madrid, o de Don Víctor García de Hoz, eminente
figura de las Ciencias de la Educación. Instrospectivo y ácido en sus escritos,
se revela por otro lado, fustigante pero muy respetuoso en su quehacer.
Histórica
Memoria
Don
Luis Rivero
(...)
Los demás concejales siguieron diferentes periplos por las cárceles municipales
y por Fyffes, con distinta suerte. Algunos de ellos volvieron a La Laguna, a la
cárcel municipal y/o al campo de trabajo forzado que se constituyó en Los
Rodeos, siendo posteriormente retornados nuevamente a los salones de Fyffes.
Tras
muchos meses en prisión, como presos gubernativos, los concejales fueron
juzgados por un tribunal militar (sumario 172/36) por haber suscrito un acta de
reprobación contra el Comandante General de Canarias en mayo de 1936, que no
era otro que Francisco Franco. Fueron condenados a varios meses de prisión,
aspecto curioso pues ya habían cumplido con creces esta condena. Nada cambió,
pues siguieron entre rejas en calidad de presos gubernativos.
Los
presos laguneros encarcelados en Fyffes se ofrecían voluntarios cuando se
necesitaba mano de obra para trabajos forzados en La Laguna, pues al menos
estaban cerca de sus familias. También se utilizó mano de obra reclusa en el
acondicionamiento del camino hacía la ermita lagunera de San Roque.
La
estancia en el campo de trabajo forzado de los Rodeos, trabajos destinados a la
mejora y ampliación de la pista del aeropuerto, hacía que los reclusos
respiraran aire puro y tuvieran algo más de libertad de movimientos,
descansando de la inmunda cloaca de Fyffes.
Pero
el hecho de estar en La Laguna no necesariamente condujo a un mayor contacto
con sus familiares. Un ejemplo de esto fue un episodio que vivió el concejal
socialista Luis Rivero Rodríguez. Mientras estaba en el campo de trabajo de Los
Rodeos aconteció la muerte de su madre. Dos de sus hijos mayores se acercaron
al campo de trabajo forzado de Los Rodeos para comunicarle a su padre la triste
noticia, pero los soldados que custodiaban el asentamiento no les permitieron
contactar con su padre.
Luis
Rivero Rodríguez tendría suerte, pues pudo ser puesto en libertad, estando en
calidad de preso gubernativo, antes de acabar la contienda nacional. En este
hecho tuvo mucho que ver las gestiones que realizó su esposa Rosario ante el
obispo Domingo Pérez Cáceres. Un posible atenuante pudo haber sido el hecho de
que sus dos hijos mayores fueron movilizados al Frente en la península. Luis
Rivero fue puesto en libertad, pero como escribiría su hijo Alberto Rivero:
“…volvió a su casa vencido, humillado y arruinado con alevosía.” A Luis Rivero
Rodríguez se le incautaron varias fincas y también la flota de camiones Dodge y
Chevrolet de su empresa. Estos camiones tras ser requisados e inmovilizados en
un depósito municipal, se les extrajo sus motores y posteriormente terminarían
desguazados.
El
Vigía Editora
No hay comentarios:
Publicar un comentario