LA INSONORIDAD DEL VÁSTAGO(TEATRO)
DUNIA SÁNCHEZ
LA
INSONORIDAD DEL VÁSTAGO
INTRODUCCIÓN:
El
sórdido estruendo es eco agonizante para aquellas almas donde el hombre es
depredador de la conciencia, de los sueños de libertad.
Tierras
lejanas donde se mezcla las tinieblas y la pólvora en los rostros. El cielo se
dibuja cenizo, el astro rey solo alumbra tragedias. Solo el rojizo de unas
ciénagas donde los cuerpos ambulan entre amputaciones, demacraciones,
atormentados salvajemente para el resto de sus vidas. Ahí se encuentra un niño
combatiente y un anciano entre las ruinas de un viejo muro.
1º
parte
Un
niño con fusil en mano descubre al anciano. Apunta con su fusil al anciano. El
lo mira, no tiene temor.
Anciano:
¿Qué
pasa? Por qué tú que estás en las primaveras de la vida me apuntas. ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Sabes lo que haces?
Niño:
(No
deja de apuntar. Su rostro se baña en sudor)
Yo.
Valiente luchador entrenado por un general solo soy arma cuyo objeto es la
muerte. Tú muerte. ¡Mi condición es la muerte y tú condición es la muerte¡
Anciano:
¿Vas
a caso a matar más mi vejez? No ves que ya soy viejo y que mucho no me queda.
Dime, joven ¿haces sólo lo que dicen tus superiores ¿
Niño:
Educado
para matar para la victoria de mi pueblo. Sí, te voy a matar si no eres de mi
parte. Mis superiores lo dictan y yo soy promesa.
Anciano:
Qué
rectitud la tuya. Quien te ha engañado niño.
Niño:
No
soy un niño. Soy soldado estúpido.
Anciano:
Das
pena. No sabes nada de la niñez, de tu niñez. Se ha ido por culpa de unos
cerebros malignos. Han hecho de ti un corazón de roca.
Niño:
Soy
roca y dinamitas. Un campo de minas para los enemigos. Sin perdón, sin
indulgencia, sin caridad a los enemigos de nuestro pueblo.
Anciano:
Qué
lástima. Te han amortajado en vida. Tus sentimientos se han eclipsado. Te han
hurtado tus alas rosáceas de la niñez. Dime ¿Cuántos años tienes?
Niño:
Y
a ti que te importa. Para llevar un arma no importa la edad.
Anciano:
Eres
muy joven aunque andas hipnotizado por esos malditos ¡Deja esa arma¡
Niño:
Soy
joven y soy hombre. Tus sienes van a estallar. Esto se está prolongando
demasiado.
Anciano:
Me
vas a matar ya. Me vas a arrebatar así el alba que se avecina.
Niño:
¡Sí¡
Eres enemigo. ¡Baja la cabeza¡
Anciano:
Yo
no soy tu enemigo. Ellos son tus enemigos. Esos que te dirigen y han quemado
tus decisiones. ¡Esta absurda sangre¡ ¿Cuándo parará? Solo hay cuerpos
arrojados a acantilados donde buitres vienen en busca de más y más.
Niño:
Si
no eres mi enemigo. ¿Quién eres?
Anciano:
Alguien
igual que tu. Sangre de tu sangre en esta desterrada parte del mundo. Ahora
eres solo objeto y no persona. ¡Me duele tanto¡ Tus superiores no más que te
han inundado de un futuro inútil para luches ciego. Eres la mirada de la muerte
y al mismo tiempo estás en primera línea para saborearla. Se aprovechan de ti.
Niño:
Levántate.
Responde a mi pregunta. ¿Qué haces en medio de la lucha?
Anciano:
Acaso,
¿eres ciego? No tengo piernas y mis manos están tan agotadas que solo esperan
mi último suspiro. La muerte. Esa muerte que tan amiga eres.
Niño:
Aquí
donde estás nadie te matará, entre estas ruinas. Estás bien atrincherado.
(Baja
el fusil)
Anciano:
Tú
me viste. Otros igual que tú me pueden descubrir.
Niño:
Te
vi porque iba a esconderme aquí para atacar, para disparar a todo embustero que
se cruzará en mi camino.
Anciano:
Dime,
¿Cómo te llamas? No escuches las ordenes que manejan tu cerebro y acompáñame.
Niño:
Me
siento porque mis piernas se sienten cansadas. Aunque ello es falta de valor y
por esto seré castigado si se enteran.
Anciano:
¿Es
falto de valor el agotamiento? Una bala menos no implica una batalla ganada. No
gana el más descabellado sino el más inteligente. No gana el más atroz sino
aquel que con su paz vuelca a los corazones.
Niño:
Nosotros
somos inteligentes. Inteligentes y valientes. Por ello triunfaremos. Hay que
extinguir al enemigo y ello con la paz es absurdo.
Anciano:
Eres
un niño. Un niño pequeño y débil. Tus enemigos son fuertes, altos, robustos.
Niño:
Soy
un hombre. No me digas que soy un niño. Cuando lucho soy como ellos o más.
Anciano:
Eres
alto por estar educado en la mentira. ¿Ves esta piedra?
Niño:
Sí.
Anciano:
¿Ves
esta otra?
Niño:
Sí
Anciano:
Se
diferencia que una es más grande que otra. Tú eres la pequeña. Mira como la
grande aplasta a la pequeña.
Niño:
Yo
soy la grande.
Anciano:
La
grande es tu jefe. Tú para tu jefe no eres nada solo una ametralladora al
encuentro de la muerte.
Niño:
No.
No es así. El nos quiere. Nos promete un mañana mejor sin esos intrusos. Ellos
manchan nuestra sangre.
Anciano:
¡Mentira¡
Todo es mentira. Solo por tu superiores corretea la venganza y por ustedes. Ay
ustedes…Eres tan vulnerable, tan inocente. El os hace sordos, ciegos a la
realidad.
(El
anciano pone su brazo sobre el hombro del niño, quiere transmitirle toda la
calidez que el lleva dentro)
Niño:
Siento
tu aliento en mi cuello.
Anciano:
¿Te
molesta?
Niño:
No.
No. Solo es una sensación extraña. No podría explicártelo.
Anciano:
¿Cálida?
Niño:
¿Qué
es cálida?
Anciano:
¡Cálida¡
Es el abrazo del amigo. El contacto humeante que da calor para el crecimiento
del espíritu. Es el amor ¿Qué sientes?
Niño:
No
sé. Nunca me ha atrapado la palabra cálida.
Anciano:
Acaso,
¿nunca te han abrazado?
Niño:
No
señor.
Anciano:
Solo
has recibido latigazos. No sabes nada del amor.
Niño:
He
oído hablar del amor. No crea que soy tan tonto. El amor con una mujer para que
nazcan otros como yo para combatir por nuestros ideales.
Anciano:
Grises
rejas aprisionan tu cerebro. El amor no es engendrar. El amor es la palabra, la
calidez, la ternura.
Niño:
No
te entiendo.
Anciano:
La
palabra es la compresión al unísono que circula de tu alma hacía el ser amado.
Yo con ella te respeto. Tú con ella me respetas a mí. Con ella se entona el
sufrir, la alegría y todas las virtudes humanas.
Niño:
Tu
palabra es rara. No hay lucha. Solo calma de una noche cuando no somos esculpir
de las bombas.
Anciano:
La
amistad entrelaza a las palabras suaves, comprensivas, atentas y justas. Con la
amistad puedes mezclarse en un paraíso donde las estrellas y tu conciencia son
tus únicas guías. Confía en ella. Confía en mí. Te ayudaré con ella a salir de
esta penuria. ¡Esta asquerosa agonía de los hombres y mujeres¡ ¡Ay¡ Yo soy
amigo tuyo si tu me dejas. Si tu me dejas te enseñaré un mundo nuevo. Un mundo
donde las palabras y la amistad circulan como aves libres, libres…
(En
medio de un bombardeo parado transcurre entre ambos el silencio. El anciano
pone una mano sobre el hombro del niño)
Niño:
¡Tus
palabras¡ Me dan confianza. Es como un imán que me aparta de mi mundo, de mi
lucha.
Anciano:
La
ternura es la melodía de los pájaros, son las palabras del corazón, en el tacto
de mi mano con tu mano, es la acogida de mi ser en tu ser, es la cima del amor
que puede ser de tus padres, de tus amigos…
Niño:
Tú
eres ternura conmigo. Tú eres calidez conmigo. Tú deseas mi amistad y yo te
concedo mi palabra. Estoy confuso pero hay algo que me dice que eres amigo, que
eres hermano aunque no se muy bien el significado de esas palabras.
Anciano:
Me
alegro de comiences a confiar en mi. Es la calidez y la ternura con una pequeña
dosis de amor lo que te convence de mí.
Niño:
Soy
duda sabes. Es como si me hicieras estar en dos bandos: entre la guerra matando
a todo intruso o ser combatiente de la tranquilidad, de la paz.
Anciano:
Sonríe
niño. No has soltado sonrisa desde que estamos hablando. Se ha ido de ti o
nunca ha existido. No has amado ni te han amado. No has sentido el alboroto de
la hierba cuando sopla el viento jugar contigo. Solo unas tinieblas sonámbulas
buscando el diseminar de tu cuerpo por un campo de rosas enlutadas. Solo
cadavéricas arboledas de espinas abriendo tu ser más y más hacia el odio.
Niño:
Por
lo que me dices es que he estado toda mi vida engañado.
Anciano:
Si
hijo.
Niño:
Te
entiendo pero se me es difícil.
Anciano:
Porque
duermes en un sueño que no es el tuyo.
Niño:
Dormir
bajo incendios
Retumbar
febril del lamento
A
un aliado de la masacre.
Brota
el fluir de la sangre de mi cerebro.
Pesadilla
infiel de todos los nocturnos.
¡Gritos
que asustan¡
Aunque
yo intento ser tapia
A
ese gemir tormentoso.
Su
muerte se aproxima
Y
yo intento cegar mis lágrimas.
Su
cuerpo es ruina
Y
yo intento despertarlo.
Su
rostro es fosa
Y
yo intento olvidarlo
Mi
mejor compañero ha muerto
Bajo
la inclemencia de la lucha
¡Ha
muerto¡
¡Ha
muerto¡
Y
nadie lo hará revivir de nuevo.
Sus
ojos me rajan, me rajan
Me
avisa a mí también
Del
fin de mis días
Y
lo deseo
¡Lo
deseo¡
Como
medio del olvido.
Anciano:
(el
anciano cuidadosamente se levanta de su posición y le hace unas señas al niño)
Vamos
a mi casa.
Niño:
¿Al
refugio?
Anciano:
No.
A las fueras de este torbellino mortal.
Niño:
¿A
dónde ¿
Anciano:
Yo
se de un pasadizo que nos aleja de todo esto. Ayúdame y llegaremos.
ACTOII
(Ya
han atravesado el pasadizo el niño y el anciano. Ahora se encuentra en una
vivienda subterránea que resulta ser cómoda y acogedora. Es amplia, iluminada
por candelabros.)
El
niño:
(con
asombro)
¿Es
esta tu casa?
Anciano:
(Se
sienta sobre una alfombra que ocupa toda la vivienda e invita al niño a
sentarse)
Si,
es mi casa. Nunca has estados en ninguna. Se ve reflejado en tu rostro que solo
has estado bajo los techos de la destrucción. Esto es una casa, un hogar donde
existe el afable descanso.
El
niño:
Nunca
había estado en un lugar así. Me impresiona. Parece cómodo. No se como
explicarme. El silencio. No se escucha el estruendo tormentoso de las bombas,
de las metralletas.
Yo
me críe sin mis padres en un campo de militares. Dormíamos en el suelo-uno
junto al otro- con la frialdad de la noche y con única lumbre la luna para
hacernos hombres.
Anciano:
(Sus
ojos eclosionan en tristeza)
Aquí,
en mi casa, eso que me cuentas es intangible. Aquí solo hay calidez y amor.
Eres huérfano y no sabes nada de la vida. No sabes nada del amigo, de lo que es
un hogar. Aún no has erupcionado. Aún no has evolucionado. Solo te inundan
pantanos y estás eclipsado por la mentira de esos que dicen ser tus superiores.
¡Qué frágil eres¡ Ven. Aproxímate a mí. Dame tu mano y verás que no soy mármol
frío, gris.
El
niño:
Me
haces dudar. Hay aquí tanto silencio y afuera…Es acaso así la paz.
(el
niño se acerca al anciano y le tiende la mano)
Anciano:
Sí.
La paz es así. Es alianza de los seres que no se destruyen entre sí. Es como un
océano cuando su calma resurge y nosotros maravillados lo observamos en un
atardecer, en un amanecer.
El
niño:
Me
gusta la paz (suspira)
Anciano:
Bien.
Bien estas caminando.
El
niño:
Nunca
había sentido la paz. Esta constelada bahía que desemboca en un firmamento
acogido de espléndidos astros. ¡Este hogar¡ Tan cómodo. ¡Tú mano¡ tan suave.
¡Tus palabras¡ Son tan suculentas y a la vez en su tono marca seguridad y
dulzura. ¡No hay gritos¡ ¡No hay muertes¡ ¡No hay fétidos olores¡ Solo, el
longevo callar de la bestia.
Anciano:
Sí.
Aquí la bestia negra con sus campos de minas y metralletas no incurre. No
conoces tu vida. Nunca la has conocido. Te han eclipsado la verdad para no más
que ser bala que desangra los corazones, los sesos, los vientres.
El
niño:
Comprendo.
Robaron mi personalidad antes de que yo, por mi mismo, pudiera tomar
decisiones.
Anciano:
Si
pequeño. ¿Quieres te?
El
niño:
Si
amigo mío.
Anciano:
Te
observo y veo la madurez prematura en ti. Pero te queda mucho por aprender.
El
niño:
Si
amigo mío. Soy ya el mañana. El ayer no lo vi. El hoy eres tú.
Anciano:
¿Y
tus compañeros? Son de la misma edad que tú.
Niño:
Sí,
más o menos. Ahora me vienen a la memoria cuando una macabra pesadilla se
embarca en sus sueños cuando descansan. ¡Chillan¡ ¡Sudan¡ Corren hacia al
abismo hasta caer en un rincón con el temor en sus ojos. Otros, las
enfermedades de la mente los hacen evadirse por precipicios donde rocas
afiladas y malignas acaban con sus vidas. ¡Los siento¡ Brazos amputados,
piernas cortadas, muertes inútiles.
El
anciano:
¡Oh,
que horror¡ ¿Y tu puedes descansar? ¿Alguna vez has tenido un plácido sueño?
Niño:
Yo
no duermo, sabes. Mis sueños se mezclan con el delirio como si una plancha de
hiel cayera sobre mí. Mis sueños son corrosivos. Me asustan sus gritos, esos
alaridos que en el descanso estremece las carnes de otros. Pero yo callo. ¡Me
asusto¡ Pero yo callo cuando en la noche de una luna turbia y amenazante yazco
al lado de sus almas dolidas. ¡Me torturan¡ ¿Cómo poder soñar algo agradable?
Solo soy invierno eviterno, malpaís que he de pisar y pisar. Y, cuando
despierto, se interrumpe la pesadilla y soy realidad de ella.
El
anciano:
Solo
eres eco de la aberrante bestia. El martirio y las pesadillas desfilaran por
tus sienes el resto de tu vida.¡Serás guarida de guadañas¡ ¡Serás absorción del
grito del dolor¡ ¡Serás solo féretros flotantes en tus sueños¡ No querrás
dormir cuando la paz te tizne con sus alas de colores, te carcomerá el
sufrimiento que agota a la alegría. Habrás muerto o ya estas muerto. Muerto por
la terrible guerra. ¿Dónde está tu niñez?
Niño:
Mi
niñez dices. La rabia de los perros muerde mi mente.
Anciano:
¿Vale
la pena?
Niño:
El
que.
Anciano:
De
lo que el viento del ayer y el presente se ha llevado de ti sin que tú te hayas
dado cuenta. ¡Estas heridas que tienes ahora en tu alma¡ De verdad, ¿vale la
pena?
Niño:
No.
No vale la pena. Ahora lo veo. Ahora soy capaz de tocarlo. Esos nubarrones de serpientes
venenosas que me atrapan, que me asfixian. Tengo miedo. Mucho miedo. Mi amigo….
(se
produce un silencio)
Anciano:
¿Qué
amigo? ¿Qué le paso a tu amigo?
Niño:
El
era cada día más pesadillas en el dormir, era más pesadillas del rifle, era más
pesadillas de los gritos. Se odiaba. Ya no quería combatir más. No quería matar
más. Se sentía débil, cobarde le decían. Hasta que una noche sus sesos volaron
por el mismo.
Anciano:
La
fatalidad de las guerras. Gentes destruidas en todos los ámbitos. Tanta venganza,
¿para qué? Para destruir, para destruirnos. No hay más.
Niño:
Es
el odio. Ese odio que ahora comprendo se va reventando en nosotros.
Viejo:
Ese
odio se puede evitar. Podemos cambiar y esa transformación puede ser una fuente
de luz para la paz. Por cierto ¿tienes novia?
Niño:
No
Anciano:
¿Acaso?
En vuestro mundo no hay chicas.
Niño:
Si.
Y las que lo son objeto de placer de los superiores. Solo hacen llorar y llorar
y quejarse. Y las de nuestros enemigos son instrumento de violación, de duros golpes
hasta la muerte. Ingerimos de su sexo con el dolor de sus sentidos, éxito para
nosotros. Corren, huyen de esquina a esquina donde no tienen escapatoria. Son
nuestras.
Anciano:
¿Por
qué estas atrocidades? Me fatigo. Tus palabras me fatigan.
Niño:
¿Se
encuentra bien señor?
Anciano:
Si
Niño:
Lo
hacemos porque tenemos que mostrar nuestro valor, nuestra fuerza.
Anciano:
¿Qué
sientes ante un ser indefenso bajo vuestra crueldad?
Niño:
Hombre.
Nos sentimos hombres ante las suplicas de ellas. ¡Lamentan¡ ¡Gritan¡ ¡Lloran¡
Luchan sabiendo que todo es inútil. Las siento, las siento ahora mismo en su
lamento, en su grito, en su llanto, en su dolor.
Anciano:
Endemoniados
seres. La malignidad está en vuestros corazones.
Niño:
Es
nuestro lema.
Anciano:
¡Escupe
ese erróneo lema¡ Vuelve a tu niñez. Vuelve a ser humano. A ti te utilizan.
Niño:
Defraudaría
a mis compañeros. Me llamarían cobarde.
Anciano:
¡No¡
No serás cobarde porque dejes las armas. Solo es cobarde el que mata por matar.
¡Por qué¡, insisto.
Niño:
Por
qué nos hostigaron en el ayer que aun hoy son rumor y viven.
Anciano:
¡Ay
el pasado ¡ Chorradas. Tienes que ver el presente, el mañana. El ayer es un
error. No podemos continuamente ser vertiente de el, sobretodo de sus cosas
malas. ¿Entiendes? Os vais pasar así toda la vida, generación tras generación.
No, basta ya. La venganza es signo de infelicidad. Bajar la cabeza y daos la
manos.
Niño:
Si
hago eso me declaran cobarde o traidor a nuestras creencias. Me encerrarán en
una celda sufriendo incontables calamidades y sufrimientos hasta la muerte.
Hasta la muerte.
Anciano:
Mentes
cerradas. Mentes obtusas. Huye, ¡huye…¡ Refúgiate en otro lugar donde la paz
sea bandera que se alza. Necesitas ver otras tierras, otros hombres, otra
manera de pensar. Descubrirás el amor en lugar de sangre en sus miradas.
¡Hazlo¡ ¡Huye¡ No mires atrás, no escuches más la muerte de forma cruel,
aberrante.
Niño:
Si
huyo, estaré solo. Solo y aislados. Moriré en ese frío detestable.
Anciano:
Yo
te apoyaré. Seré tu bastón para que veas la realidad.
Niño:
Acaso
¿no es esto realidad?
Anciano:
No.
¡Esto no es la realidad¡ Basta ya. Te han inculcado mentiras, mentiras
Niño:
Soy
duda.
Anciano:
Aparta
la duda
Niño:
Soy
tropiezo
Anciano:
Aparta
el tropiezo.
Niño:
A
quien creer.
Anciano:
A
tu corazón has de creer.
Niño:
Me
siento derrotado.
Anciano:
No.
No te sientas derrotado, caído. Enlázate a los consejos de tu alma y verás el
camino que has de tomar.
Niño:
Si.
Mi alma dice del terror que carcome mis huesos, mi mente.
Anciano:
Huye
de todo eso. Zanja lo que es desagradable para ti. Sálvate.
Niño:
La
amistad, el amor, la fraternidad. Me salvas tú. Y, ¿Cómo?
Anciano:
Yo.
Yo te ayudaré a ser persona, a ser humano.
Niño:
¡Me
quedo contigo¡ Porque desprendes un cierto aroma pacífico. No hay mala sombra
en tu mirada.
Anciano:
Te
tratare como un hijo, como un amigo, como un hermano. Como tú quieras. Bailarás
con la vida a medida que poco a poco vas reconstruyendo tu ser.
Fin
El
niño y el anciano. El anciano y el niño. Consciente son del manantial de la
felicidad. Son verticales a la esperanza liada por la amistad.