UCRANIA ESTABA MAL Y LUEGO DE CONTRARREVOLUCIÓN
ESTARÁ PEOR
POR EMILIO
MARÍN
Ucrania
tenía un gobierno favorable al entendimiento con Rusia. Ahora hubo una
contrarrevolución y el gobierno interino es pro-europeo y pro-estadounidense.
Sobre todo, es pro FMI, y por eso se deduce que el país estará peor.
Ucrania
fue una república soviética, con muchas riquezas, buena producción cerealera y
ubicación estratégica en la península de Crimea, bañada por el mar Negro. Era
de las integrantes de la ex URSS que estaban geográficamente en una segunda
línea, viniendo de oeste al este. La primera, más pegada al bloque de la OTAN,
estaba conformada por Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria.
Toda
esa primera línea cedió y se vino abajo, luego de la debacle del mundo
socialista, la caída del Muro de Berlín (1989) y la unificación de las dos
Alemania, bajo la férula de Helmut Kohl.
Desde
entonces la Casa Blanca y Unión Europea han avanzado hacia el este, política,
económica y militarmente. Han extendido en esa dirección la OTAN, hoy con la
secretaría general de Anders Fogh Rasmussen, junto con planes para instalar
bases terrestres de misiles y radares en Polonia y República Checa.
Habiendo
logrado desmoronar la primera línea -a los nombrados hay que añadir a Letonia,
Lituania y Estonia-, el foco de la presión atlantista fue puesto en Ucrania.
Allí lanzaron en 2004 la llamada "revolución naranja", fomentando
como en otras partes del mundo un movimiento con base social heterogénea y
demandas supuestamente democráticas. Eso de revolución no tenía nada, como
tampoco lo tuvieron varios años más tarde las movidas en Túnez, Egipto, Libia y
Siria -"la primavera árabe"- y actualmente en Venezuela.
Eso
no significa negar la participación de sectores populares en tales movimientos,
por caso la juventud, ni tampoco defender la calidad democrática de los
presidentes jaqueados y en algunos casos derrocados. Hay que desmontar los
engaños de quienes presentan como revolución lo que es contrarrevolución. Y en
Ucrania se lo podrá evaluar perfectamente, a la luz de los sucesos actuales,
comenzados en noviembre de 2013.
Tiren
contra Yanukovich
De
quien fue presidente hasta el viernes 21 de febrero, Viktor Yanukovich, se
dicen muchas cosas, todas malas. Las afirman quienes lo derrocaron con un golpe
parlamentario al día siguiente, cuando la Rada Suprema (Congreso) dispuso su
cesantía por "abandono de funciones". Le imputaron haber dado las
órdenes de reprimir a los manifestantes que ocuparon tres meses la plaza Maidan
(Independencia), donde murieron unas 80 personas.
El
gobierno interino pidió a la Corte Penal Internacional que detenga y juzgue al
ex mandatario y dos de sus ministros por aquellas muertes causadas por la
policía y francotiradores.
No
es que del otro lado hubiera habido sólo manifestantes desarmados. Las crónicas
coinciden en que existían allí milicias armadas. La enviada especial de
"La Nación", Luisa Corradini, escribió que había "barricadas de
los milicianos en armas". Relató: "con fondos de cánticos, miles de
jóvenes en armas lanzan anatemas contra Rusia". Uno de sus interlocutores
le contó: "los muchachos de Pravyi Sektor (grupo ultranacionalista de
derecha) consiguieron apoderarse de armas en unos depósitos de la
policía".
Otro
periodista alineado con la Unión Europea, Miguel Bastenier, de El País, de
Madrid, dio un pantallazo sobre los opositores a Yanukovich. "Su formación
política central es el partido Svoboda, con 38 escaños en el Parlamento,
antiguamente Partido Nacional-Social de Ucrania, y la gran figura de su panteón
histórico es Bandera, el líder del ejército pronazi de Ucrania que participó en
los criminales progromos contra los judíos", escribió el español
("¿Un conflicto de civilizaciones?", 27/2).
Así,
a grandes rasgos, el lector podrá apreciar méritos y deméritos de ambos bandos.
De lo contrario le habrán vendido gato por liebre: una dulce y pacífica
revolución de jóvenes idealistas, de un lado, y un horrible dictador prorruso,
criminal, del otro.
A
favor del "tirano"
A
favor del derrocado presidente se pueden decir tres cosas, aún ahora que fue
depuesto y tiene pedido de captura internacional.
Una
a su favor fue que en 2010, con el Partido de las Regiones, ganó las elecciones
presidenciales. La derrotada primer ministra Yulia Timoshenko, musa inspiradora
de la "revolución naranja" fue a la cárcel con sus blondas trenzas,
luego de recibir una condena de siete años por corrupción. Algo positivo debe
haber tenido aquél para ganar comicios en un país de 46 millones de habitantes,
desafiando a la mediática primer ministra de fuertes vínculos con Alemania y la
UE.
El
otro dato a favor de Yanukovich fue que en noviembre pasado se rehusó a firmar
un convenio con la Unión Europea, apremiado por dificultades económicas y
financieras. Tenía sus preferencias políticas por el ruso Vladimir Putin, pero
lo cierto es que la UE le ofrecía un paquete de ayuda por sólo 610 millones de
euros condicionados a recetas de ajuste del FMI y el Banco Central Europeo. Era
la amarga medicina que habían hecho tragar a Grecia, España y Portugal, y en
menor medida a otros países con algo más de capacidad de negociación.
El
entonces hombre fuerte de Kiev dijo no a Angela Merkel y la troika europea del
ajuste, y aceptó la propuesta rusa: un paquete de 15.000 millones de dólares y
la provisión del gas ruso a un menor precio del que pagaba hasta ese momento. Y
fue precisamente esa opción política y económica del presidente lo que detonó
el inicio de las protestas violentas y luego armadas en la plaza Maidan.
Significativo, ¿no?
El
tercer elemento que pone al derrocado como un político que nadie podría
calificar de revolucionario, pero tampoco el peor del grado, a nivel europeo,
es que bajo su gestión hubo leyes tolerantes con las minorías raciales. Por
ejemplo, las colectividades húngaras apreciaron esa política amplia y en cambio
están denunciando que el gobierno interino quiere limitarlos con una nueva ley
lingüística votada el domingo pasado. Por su parte el grupo neonazi Svoboda
quiere prohibir a los partidos de minorías húngaras presentarse a las
elecciones.
Habrá
que ver para creer que esta Ucrania será más democrática.
Reacción
moscovita
En
la crisis siria el presidente ruso tuvo éxito cuando evitó lo que parecía un
inminente operativo de bombardeos y agresión por parte de EE UU y aliados,
abriendo una negociación donde Bashar al Assad ofreció entregar su armamento
químico, pero en Ucrania el resultado hasta ahora le ha sido adverso.
Y
Putin lo ha hecho notar. Ha puesto en alerta a las unidades de los Distritos
Militares Central y Oeste, por lo que van a movilizarse más de 150.000
soldados, 90 aviones, más de 120 helicópteros, 870 tanques, 1.200 vehículos
militares y unos 80 buques de guerra y auxiliares.
Desde
el punto de vista ruso la situación es preocupante a varias puntas.
-Se
aproxima a su bajo vientre el aparato militar de la OTAN, algo que
supuestamente los líderes occidentales habían prometido a Mijail Gorbachov que
nunca harían si él se avenía a la unificación de la mega Alemania.
-En
el sector este y sur de Ucrania vive una numerosa comunidad ruso-parlante,
especialmente en la región autónoma de Crimea, transferida en tiempos de Nikika
Kruschev a la órbita de Kiev. Esa población afín a Rusia no acepta el nuevo
gobierno de Arseni Yatseniuk y ha convocado a un referendo para votar un mayor
margen de autonomía respecto a esa administración.
-En
esa península, y especialmente en el puerto de Sebastopol, tiene base la marina
rusa del mar Negro. Putin, su primer ministro Dimitri Medvedev, el canciller
Serguei Lavrov y el ministro de Defensa Serguei Shoigú, están muy preocupados
por lo que sucede en Crimea y Ucrania. Lo ven como un serio asunto de seguridad
nacional.
¿A
dónde va Ucrania?
El
primer ministro interino y su gabinete han pedido a la Unión Europea y
Washington que garanticen su soberanía, supuestamente amenazada por Rusia. Fue
toda una definición política sobre la pertenencia y alineamiento del nuevo
régimen.
Yatseniuk
estimó que el país precisa de un salvataje de 130.000 millones de dólares. El
flamante ministro de Finanzas, Alexandr Shlapak, declaró que han pedido con
carácter de urgencia 15.000 millones, que era la suma comprometida por Moscú y
ahora está lógicamente descartada.
El
gobierno ucraniano pidió al FMI que mande con premura una misión para negociar
el rescate. La directora gerente, Christine Lagarde, prometió que sus expertos
irán a Kiev para evaluar la situación y discutir las reformas que harán posible
"la ayuda financiera".
Ya
en 2010, el desprestigiado organismo internacional votó un paquete de
asistencia a Ucrania de 10.000 millones de dólares, pero sólo le dio el 25 por
ciento. Adujo que no había cumplido sus compromisos: devaluar la moneda
(grivna), aumentar 40 por ciento las tarifas de gas, congelar los salarios,
recortar el gasto público y reducir los subsidios en el sector energético.
Es
la eterna receta del ajuste neoliberal, que provoca recesión, desempleo,
privatizaciones, desigualdad, pobreza y dependencia. Esa hoja de ruta está
clara. En cambio, no está decidido si las elecciones anticipadas del 25 de mayo
serán ganadas por Patria, de Timoshenko; Golpe, del ex boxeador Vitali
Kitschko; el bloque fascista Svoboda-Pravyi Sektor-Asunto Común u otra
agrupación más o menos de derecha.
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