LA FIESTA DE LOS
LADRONES
RAFAEL
NARBONA
Las políticas
neoliberales son actos de guerra contra la clase trabajadora. No se trata de
fórmulas económicas orientadas a racionalizar el gasto público y estimular el
crecimiento, sino de agresiones progresivas y largamente planificadas para
liquidar los derechos laborales, políticos y sociales. El Comité de Expertos
dirigido por Manuel Lagares Calvo, antiguo inspector de Hacienda y ex
catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Alcalá de Henares, ha propuesto
una reforma tributaria que contempla la subida del IVA del agua y los
alimentos, una significativa reducción de los salarios y unas tablas
impositivas que menoscaban el ya maltrecho principio de progresividad fiscal.
Lagares elaboró el Programa de Saneamiento y Reforma que sirvió de base
negociadora en los Pactos de la Moncloa. Los pactos de la Moncloa se celebraron
como una prueba de concordia entre la patronal y los trabajadores, pero en
realidad los “comités de empresa” significaron el fin del modelo asambleario.
Al votar cada cuatro años y escoger unos representantes que negociaran
directamente con la empresa, los trabajadores renunciaron a su fuerza
colectiva, limitando su lucha al marco de las reivindicaciones sectoriales.
Sólo la CNT se negó a suscribir un acuerdo que desactivaría el movimiento
sindical y abriría las puertas a un modelo social regulado por los intereses de
la banca y la patronal. La España parlamentaria y democrática se incorporó
desde el primer momento a la rebelión de los ricos contra los avances del mundo
del trabajo, aprobando brutales reconversiones industriales y favoreciendo la
especulación inmobiliaria y financiera.
Manuel Lagares,
que ha ocupado puestos de consejero en Telefónica, Campsa, El Mundo y Mapfre y
ha ejercido como Presidente de la Comisión para la Reforma del Impuesto sobre
la Renta de las Personas Físicas en 1998 y 2002, posee una larga experiencia en
reformas tributarias y siempre ha actuado conforme a los intereses de las
elites financieras y empresariales. El ex Decano del Colegio de Economistas de
Madrid presume de independencia y libertad, pero sus sugerencias siempre
apuntan contra el bienestar de los asalariados. Cuando el pasado 6 de marzo de
2014 entregó las conclusiones de la Comisión de Expertos a Cristóbal Montoro,
Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, afirmó que sus 125
propuestas, que sugerían 270 modificaciones de los impuestos y cotizaciones
sociales, sólo pretendían realizar “el mejor servicio a nuestro país”. Ese
servicio consistiría en subir el tipo reducido del IVA del 10% al 21%,
excluyendo de esta medida tan sólo a los servicios turísticos, el transporte
público y el mercado inmobiliario. El incremento del 11% afectaría al agua y
los alimentos elaborados. El pan, la harina panificable, la leche, las frutas,
las verduras, las hortalizas, las legumbres, los tubérculos y los cereales sin
tratar se librarían de esta subida, pero no la carne y el pescado. Los expertos
o sabios afirman que esta distinción obedece al propósito de no perjudicar a
“los segmentos de población económicamente más vulnerables”. En un país con un
escandaloso porcentaje de niños malnutridos incrementar el precio de la carne y
el pescado constituye una verdadera infamia. De acuerdo con los datos de
Unicef, la tasa de pobreza infantil en España se sitúa en torno al 27’2%.
“Podemos decir que en España hay niños que pasan hambre”, sostiene José Manuel
Ramírez, presidente de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios
Sociales. Ramírez deplora la decisión del gobierno de Rajoy de recortar un 65%
el presupuesto en la Red Básica de Alimentos. “Todas las personas que nos
dedicamos a los servicios sociales podemos contar casos de niños que viven
situaciones de hambre real, no metafórico”, apunta Ramírez, que acusa al
gobierno de cinismo e insensibilidad: “No se puede hacer una política canalla y
luego utilizar eufemismos para maquillar u ocultar lo que está pasando. Es como
si en mitad de una epidemia despiden a todos los médicos”. El pediatra Jesús
Martínez señala que muchos padres calman el hambre de sus hijos con una bolsa
de Cheetos: “Cuesta 0’30 euros y [con eso] tienen la tripa tranquila durante un
rato a base de grasa y malos cereales que sacian, al estilo de los trabajadores
bolivianos que mascan hoja de coca para adormecer tripas hambrientas”. Otro
pediatra, que omite su identidad para proteger la confidencialidad de sus
pacientes, asegura: “En los niños se nota que están más delgados, con índices
de masa corporal más baja que hace unos años”. En los comedores escolares, hay
una buena dieta, pero el menú cuesta 4 euros, es decir, unos 80 euros al mes,
una cantidad que supera los recursos de muchas familias, con todos sus miembros
en paro y, en muchos casos, sin ninguna clase de subsidios. El número de parados
sin prestación supera los dos millones, un 40% de ese ejército de reserva
industrial que ha pasado de la precariedad a la exclusión social.
En medio de
este panorama, Lagares y sus sabios –tal vez sería mejor llamarles “Nueve
hombres sin piedad”- proponen reducir los siete tramos impositivos a sólo
cuatro, bajando la tributación máxima del 52% al 45% y la mínima del 24’7% al
20%. Esta reforma resta progresividad a los impuestos, pues los saltos entre
tramos se distancian y, consecuentemente, se incrementan las cargas de las
rentas intermedias. No se trata de una novedad, pues desde el primer gobierno
de Felipe González se subió el tipo más bajo (un 5% más para las rentas más
bajas) y se redujo el más alto (un 12’51% menos). La propuesta de los sabios rebajaría
el tipo máximo al nivel más bajo de la historia reciente. Al mismo tiempo, los
sabios piden “una nueva distribución de la carga entre empresarios y
trabajadores”, señalando que las empresas soportan una carga excesiva en
concepto de cotizaciones sociales. Esto significa gravar las nóminas con un
impuesto que recortará los salarios y librará a los empresarios de gastos. En
la misma línea, se pide una rebaja del Impuesto de Sociedades, que debería
pasar del 30% actual al 25% y, a medio plazo, descender hasta el 20%. Esta
rebaja es inadmisible, si se repara en que las empresas del IBEX 35, con unos
beneficios de 90.000 millones de euros en 2011, sólo pagaron 4.000 millones en
concepto de impuestos. Es decir, un 5%. No se equivoca Vicenç Navarro cuando afirma
que los paraísos fiscales no están en lugares exóticos, sino en el centro de la
actividad financiera de la UE, que cada vez se parece más al modelo económico
norteamericano, profundamente desigual e insolidario. De hecho, además de
plantear la supresión del impuesto de Patrimonio, se propone reducir las
cotizaciones en los empleos peor pagados y de peor calidad. Se aduce que es una
buena fórmula para crear empleo, algo que necesita el PP para no sufrir un
descalabro en las europeas y en las generales. Es evidente que la orgía
neoliberal o fiesta de los ladrones aplica la misma estrategia en toda la UE,
logrando que en 2011 –según datos del Eurostat- el número de ciudadanos pobres
llegara a los 120 millones. Ser pobre significa vivir con menos del 60% de la
renta media disponible en cada país. En España, el umbral se halla en 15.445
euros para una familia de dos adultos y dos menores. Estar por debajo de ese
umbral conlleva graves problemas para pagar la calefacción, el alquiler o comer
carne dos veces en semana. Si se mantiene esta tendencia, en 2025 el número de
pobres crecería hasta los 145 millones. No todos pierden, pues año tras año las
personas más ricas aumentan su patrimonio. En 2011, el 10% más rico se llevó el
24% de los ingresos de la UE, mientras el 10% más pobre sólo se benefició de un
raquítico 3%. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía y ex economista jefe
del Banco Mundial, no es un radical, pero considera que las políticas
neoliberales garantizan un porvenir sombrío: “La austeridad solo ha conseguido
paralizar el crecimiento de Europa, con decepcionantes mejoras en las balanzas
fiscales en todos los casos. Y lo que es peor, la austeridad contribuye al
aumento de las desigualdades que harán que esta situación de fragilidad
económica perdure, exacerbando innecesariamente el sufrimiento de las personas
en situación de desempleo y pobreza durante muchos años”.
Los efectos de
las políticas neoliberales ya se aprecian en la próspera Alemania, donde uno de
cada cuatro trabajadores desempeña un empleo temporal o a tiempo parcial, según
el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de Estadística y
elaborado conjuntamente con el Centro de Investigaciones Sociales de Berlín y
el Centro Federal de Formación Política. “Nunca antes ha habido tantos
trabajadores en el país y, sin embargo, cada vez hay más gente en riesgo de
pobreza”, afirma el informe. En Alemania, hay 41’5 millones de personas
empleadas, la mayor cifra de su historia, pero el volumen total de trabajo es
inferior a 1991. Esto se debe a que “cada vez hay más personas que trabajan,
voluntaria o involuntariamente, a tiempo parcial”. Los más afectados son las
mujeres (33%), los jóvenes menores de 24 años (33%) y las personas sin
cualificación (37%). En 2011, se consideraba pobres a los que percibían
salarios inferiores a 980 euros. El riesgo de pobreza se ha incrementado hasta
el 20% entre las personas con edades comprendidas entre los 55 y los 64 años.
La esperanza de vida es once años menor para los hombres nacidos en los estratos
sociales con rentas más bajas. Actualmente, se considera que el porcentaje de
pobreza afecta al 15’2% de la población, pero en algunas regiones sube hasta el
24%. Es un porcentaje semejante al de Estados Unidos, con 50 millones de pobres
y unas condiciones de explotación laboral semejantes a las que ya se han
impuesto en la UE, con el pretexto de la crisis. En 1998, la periodista
norteamericana Barbara Ehrenreich trabajó como camarera, empleada doméstica y
dependienta en Florida, Maine y Minnesota, cobrando el salario mínimo. Su
experiencia inspiró un libro, que en España se publicó con el título Por cuatro
duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos. En esas fechas, el salario
mínimo retribuía la hora trabajada con algo menos de seis euros, pero el alquiler
de una habitación costaba casi nueve. ¿Cómo era posible vivir con esos
ingresos? ¿Cómo vivían esos trabajadores? Las conclusiones fueron demoledoras.
Vivir en esas condiciones implicaba perder la identidad (“no eres nadie”),
recorrer grandes distancias a diario (los alquileres no son baratos en las
ciudades y hay que refugiarse en la periferia), no poder ahorrar, alimentarse
deficientemente, sufrir problemas de salud (particularmente graves en un país
con una sanidad pública ínfima y excluyente), padecer una ansiedad crónica por
el riesgo de perder el empleo y caer en la indigencia y, lo que no es menos
grave, carecer de tiempo para unas relaciones familiares normales y un ocio
enriquecedor. Barbara Ehrenreich se preguntó por qué estas personas no se
rebelaban, pues la mayoría se mostraban sumisas y propensas a delatar a sus
propios compañeros, alineándose incomprensiblemente con la empresa que les
explotaba. Cualquier gesto de protesta se identifica con la subversión
comunista, un verdadero tabú en Estados Unidos. El fracaso, en cambio, se
interioriza como una prueba de escasa valía personal. En el país de las grandes
oportunidades, el trabajador pobre se responsabiliza a sí mismo de su
infortunio y no al sistema.
La
identificación entre comunismo y fascismo ha causado un daño terrible, pues ha
despojado a los trabajadores de una poderosa herramienta al servicio de su
dignidad y emancipación. El comunismo introdujo la noción de lucha de clases y
la necesidad de combatir al capitalismo para construir un porvenir basado en la
igualdad y la solidaridad. Hannah Arendt y otros intelectuales establecieron
una analogía aberrante entre el genocidio nazi y la revolución comunista. Desde
luego, su símil cosechó un indiscutible éxito, contribuyendo a la definitiva
alienación de la clase trabajadora. Barbara Ehrenreich apuntó que sólo el
conocimiento podría liberar a los trabajadores pobres, condenados a una
existencia de servidumbre. El marxismo es conocimiento y por eso contiene un
enorme potencial transformador. De ahí que se le haya atacado
inmisericordemente. Plumas como Isaiah Berlin, Karl Popper, George Orwell
(socialista, a pesar de sus dicterios anticomunistas) o el deleznable Vargas
Llosa han empleado la mentira y la manipulación para desacreditar el legado
marxista. Por el contrario, han ensalzado la economía de mercado, sin ocultar
su desprecio por las clases más humildes. Pienso que Manuel Lagares y sus
sabios son verdaderos criminales, pues sus ideas agravan la miseria y el hambre
de los sectores más desfavorecidos. Las políticas de austeridad matan, pues
acortan la esperanza de vida y acentúan los problemas de malnutrición. Cuando
se aplican a escala planetaria, desencadenan hambrunas, guerras y masacres. La
putrefacta Audiencia Nacional jamás juzgará a estos criminales, verdaderos
apologistas del terrorismo económico, pues está demasiado ocupada empapelando a
Pablo Hasél o Alba González Camacho, una joven de 21 años que lanzó cuatro
improperios en Twitter, descargando la rabia de una generación sin otras
alternativas que el paro, la explotación laboral o la inmigración. ¿Cuándo
acabará la orgía neoliberal? No creo que en los proyectos reformistas, pues
estimo que no es posible acabar con la fiesta de los ladrones, sin salir del
euro, la UE y la OTAN, tres de los pilares esenciales del capitalismo. La UE es
el títere de Estados Unidos. En lo político, lo económico y lo ideológico. De
ahí que la sociedad europea y la norteamericana cada vez se parezcan más. Las
Marchas por la Dignidad que convergerán en Madrid el próximo 22 de marzo
encarnan la voluntad de resistencia del pueblo trabajador, pero es improbable
que logren resucitar el espíritu del Madrid de 1936. En esas fechas, Antonio
Machado escribió unos versos memorables: “¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre
suena /, rompeolas de todas las Españas! / La tierra se desgarra, el cielo
truena / tú sonríes con plomo en las entrañas”. Me temo que las grandes
movilizaciones –el 15M, las mares blancas, verdes, rojas- sólo han servido para
crear conciencia política, pero no han cambiado nada esencial. La Plataforma de
Afectados por la Hipoteca (PAH) han frenado desahucios, pero los bancos siguen
echando a la gente a la calle. De hecho, los desahucios se aceleraron en la
primera mitad del 2013, pese a las protestas sociales. El poeta no se
equivocaba al hablar de “plomo en las entrañas”. El neoliberalismo no cederá su
cetro por las buenas. Desgraciadamente, los verdaderos cambios sociales no se
gestan con reformas, sino con rupturas. Ya no hay que hablar de desobediencia,
sino de resistencia. Las protestas contra la Troika en Bilbao o la revuelta de
Gamonal son un buen ejemplo de coraje y dignidad. De momento, busquemos la
inspiración en los poetas, pues tal vez algún día los magistrados de la
Audiencia Nacional lean a Antonio Machado, Valle-Inclán o Bergamín y ordenen
secuestrar sus obras, acusándoles de apología del terrorismo. No está de más
recordar el verso de otro poeta insurgente: “La poesía es un arma cargada de
futuro”. Las palabras de Gabriel Celaya aún conservan su pálpito de rebeldía y
esperanza.
RAFAEL NARBONA
El artículo “Un
comité de sabios para avalar la subida del IVA del agua, bajar los sueldos y
aumentar la desigualdad tributaria” (17-03-14) escrito por el Equipo de
Redacción de Voces de Pradillo me ha ayudado a elaborar este texto,
proporcionándome información y un riguroso análisis de las propuestas del
Comité de Expertos presidido por Manuel Lagares.
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