jueves, 20 de marzo de 2014

ELEGÍA A MI ABUELO QUE FUE UN PADRE ESPECIAL. (DE MI LIBRO POEMARIO DEL SUR)



ELEGÍA A MI ABUELO QUE FUE UN PADRE ESPECIAL.
(DE MI LIBRO POEMARIO DEL SUR)
Albertine Orleans

Se escuchan las voces de la tortura al mar,
que teje con agujas de hielo este hoy movedizo
hecho un jirón corroído por las olas
de desveladas larguras frías,
de una orilla solitaria de ánimas de cierzo
en la urna de los pavimentos marinos
que tú, abuelo, en tu onda gravitatoria, golpeas,
con el vidrio roto de tu tristeza…

El odio de las dos Españas de la Guerra Civil,
te encarceló en el Lazareto, campo de concentración de Gando,
donde frente a los largos rompientes del océano
ocupabas tus horas de humillaciones
tallando collares de hueso cremoso para la abuela.
Allí, se te cayeron todos los dientes sufridos,
envejeciendo prematuramente
en la mano de la noche de delgadas sombras
caminando en fila india, respirando con esfuerzo
el olor acre y denso de la libertad pudriéndose,
de la que se escuchaban ruidos desde muy lejos,
parecidos al latido de la sangre en una vena
con los fragmentos impotentes de tu inocencia,
en la premura instantánea
de la guadaña del viento ordenado sobre el mar,
y de allí, para no responsabilizarse de tu agonía,
tal día como cualquiera te sacaron enfermo
en un cobarde momento furtivo
de helada vestidura oceánica…
La abuela, te recogió con los ojos perdidos
y fuiste a morir en sus brazos hundidos
de mujer resignada en la desesperanza…

Ya no es posible perder,
ya no es posible ganar
invencible de amores de nadie,
con las ideologías que separan a los hombres.
Ya no me es posible mirar tu rostro
desgastado por el tiempo,
temblar juntos con la relentada de la tarde
bajo el ciruelero risueño
y tocar las flores dormidas a lo lejos,
porque la imagen de Dios en un exabrupto
de patíbulo, fue despeñada en La Mar Fea…

Entre tanta ceniza y humo
por la costa de dunas,
entre tanto amargor
en las rocas marinas
con sus clavijas insomnes,
entre tantas noches
de desprendidas olas de mar
que caen en la orilla de cantos grises
en una aterradora hemorragia de silencio,
ya no es posible entre los dos
avanzar y avanzar
por la esperanza de la vida…

Quiero estar entonces en tu dulzura,
abuelo, quiero estar en tus labios sellados,
en los libros que leías en el patio del instituto de Guía,
coger tu mano, inventar tu biografía sin verdugos,
recoger la sangre vertida de tus compañeros
y tu sangre mía y mil veces mía,
hasta que el recuerdo no sufra,
hasta que tu latido sea nuestro…
Yo te revelo, caballero leal y discreto,
contra la ingrata muerte que más tarde
o más temprano a todos nos cubre con el velo
del olvido, y aquí, en la Isla te eternizo,
con la mano en el corazón,
y sin esperar entre el tiempo…
 

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