LA VIOLENCIA EN
VENEZUELA
POR: LUIS
BRITTO GARCÍA
La verdad sobre la inseguridad
La
manifestación que intentó destruir el edificio de la Fiscalía el 12 de febrero
con saldo de dos muertos, seis decenas de heridos y cinco vehículos incendiados
decía protestar contra la inseguridad.
Las cifras
sobre la inseguridad en Venezuela vienen de una Encuesta Nacional de
Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009, (Caracas, mayo 2010)
realizada por el INE, que entre otras
inconsistencias percibió que ese año 21.132 homicidios habrían causado sólo
19.113 víctimas, y nos asignó una exorbitante tasa de 75,08 homicidios por
100.000 habitantes.
Pero basándose
en el conteo real y objetivo de cuerpos del delito, el ministro del Poder Popular para Interior y
Justicia Rodríguez Torres declara el 28
de diciembre de 2013 que la tasa real de
homicidios para ese año es de 39 por cada cien mil habitantes, casi la mitad de
la percibida por encuestas (AFP).
La divulgación
de estas cifras desmontaría por sí sola la campaña de pánico fraguada por
medios de comunicación y ONGs, según las
cuales la tasa de homicidios en nuestro país sería más del doble de la de
Colombia y más de cuatro veces la de Irak (Crisis Group N°38, 17 de agosto
2011). Pero por una u otra razón los medios de servicio público no han
divulgado la verdad con el énfasis suficiente.
Parece que
nuestro país hubiera sido víctima durante un quinquenio de una operación de
Guerra Psicológica para exacerbar el pánico y detonar violencias contra la inseguridad
destinadas en realidad a derrocar por el terror al gobierno bolivariano
democráticamente electo, que en las últimas elecciones obtuvo el 75% de las
alcaldías, con una ventaja de diez puntos y medio del total de los votos sobre
la oposición.
Terrorismo
contra democracia
Todos los que han seguido las agresiones violentas
en Venezuela habrán advertido las siguientes características:
-Se
focalizan primero en 19, luego en 9 y
finalmente en 6 y en 2 municipios de clase media o media alta, gobernados por alcaldes opositores, algunos
en estados fronterizos.
-Los alcaldes
opositores y sus policías municipales fomentan y protegen las violencias, al
punto de que agentes de la Policía de Chacao asesinan a una agente del Servicio
Bolivariano de Inteligencia que detiene a uno de los violentos, y se hace
necesario que el Tribunal Supremo de Justicia, respondiendo a demandas de sus
vecinos, inste a las alcaldías a abrir
las vías bloqueadas.
-Los
participantes se presentan ante los medios como jóvenes estudiantes, pero luego
son suplantados por adultos, encapuchados y marginales, al extremo de que de
1.529 detenidos en un mes de violencias, (la inmensa mayoría liberados a las
pocas horas) sólo un tercio son estudiantes.
-En lugar de
manifestar pacíficamente, los violentos cortan las vías en las alcaldías
opositoras, impiden por la fuerza el paso a los vecinos y los secuestran en sus
hogares, los asfixian quemando basura y
destruyen árboles, señalizaciones,
edificios públicos, instalaciones eléctricas y telefónicas, transportes
colectivos y de alimentos.
-Los
terroristas recurren a la amenaza, la agresión física y al asesinato con
disparos en la cabeza y tiros por la espalda y trampas contra personas, para
finalmente progresar hacia el saqueo y el cobro de peaje.
-Los
terroristas utilizan armas de fuego con mirillas láser, son seguidos por
sombras que recogen los casquillos para evitar la identificación de las armas,
y esgrimen artefactos para destruir neumáticos, bombas de fragmentación y
trampas contra personas.
-Se pertrechan
regularmente de dinero, alimentos, ropas, capuchas, sustancias incendiarias y
armas en centros de acopio cercanos a los disturbios, algunos de los cuales han
sido allanados en jurisdicción de las alcaldías opositoras.
-Las arremetidas
terroristas recurren durante cuatro semanas, período inusual para
manifestaciones espontáneas, que por el contrario evidencia una coordinación,
organización, entrenamiento y
financiamiento de largo alcance.
-Las acciones
terroristas no tienen una finalidad en
sí mismas, sino la de simular para los medios
un escenario de supuesta guerra civil en 6 y finalmente 2 de los 335
municipios de Venezuela.
Las mencionadas
son prácticas, tácticas o logísticas que no presentan ni la más remota
semejanza con las de un movimiento estudiantil o juvenil.
Mucho menos
había contado ningún movimiento juvenil
del mundo con el sospechoso y automático respaldo de la Sociedad Interamericana de Prensa, la cual
dedica en todos sus diarios afiliados una página diaria a denigrar de
Venezuela; ni de la inmensa mayoría de los medios privados, que exaltan los
delitos de los opositores mientras ocultan las masivas y contundentes
manifestaciones por la paz de las mayorías bolivarianas.
Y en ningún
caso movimientos estudiantiles o juveniles aceptarían ni gozarían del apoyo
del ex presidente colombiano Uribe,
quien trata de recoger un millón de firmas contra nosotros; del presidente de
la OEA, el cual intentó enviar una comisión investigadora al país, del Alto
Comisionado de Derechos Humanos de la ONU quien pide a Venezuela que enjuicie a los responsables
de ataques contra manifestantes antigubernamentales
(http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/politica/onu-pide-a-venezuela-enjuiciar-la-muerte-de-manife.aspx#ixzz2tX88l5ZO),
del Secretario de Estado de estadounidense,
y de la Cámara de Representantes de ese país, la cual deplora la
inexcusable violencia perpetrada contra líderes opositores y manifestantes en
Venezuela".
Ni uno solo de
tales organismos y políticos se han
movilizado jamás a favor de jóvenes ni estudiantes: siempre lo han hecho a
favor de intervenciones imperiales
atroces contra gobiernos democráticos o nacionalistas.
Mediante la perpetración de actos violentos,
terroristas encapuchados sólo intentan justificar un golpe de Estado, una
intervención extranjera, o el establecimiento de un territorio liberado que
legitime una secesión de los ricos estados fronterizos.
Terrorismo de
alquiler
Hace una década alerto contra una infiltración
paramilitar que suplanta al hampa
criolla, domina comercio informal y contrabando de extracción, impone alcabalas, cobra vacunas, trafica
personas y estupefacientes, legitima capitales, regenta bingos y casinos,
compra empresas de transporte y de producción, asesina sindicalistas agrarios y
urbanos, y que podría impedir la
movilización popular (La paz con Colombia. Caracas, Ministerio de Comunicación
e Información, 2008). He reiterado la advertencia en libros como La cuestión
colombo-venezolana, en colaboración con Iraida Vargas, Mario Sanoja, Eva
Golinger, Miguel Ángel Pérez Pirela y Sergio Rodriguez, con prólogo de Piedad
Córdoba, Caracas, Editorial Ipasme,
2012, y La invasión paramilitar. Operación Daktari, en colaboración con Miguel
Ángel Pérez Pirela, Caracas, Correo del Orinoco, 2012.
Estamos ante la
materialización de estas advertencias. Una red de agentes de perturbación
focalizados en las principales alcaldías opositoras no podría sostenerse
durante casi un mes sin apoyo de una compleja red terrorista. Lo advierte también en inteligente artículo
Julio Escalona:
4) El capital
financiero transnacional se ha ido asociando al narcotráfico, tráfico de armas,
de personas, lavado de dinero, comercio de esclavos, etc. Es probable que en lo
descrito se pueda estar dando un vínculo entre sectores financieros asociados a
la oposición de extrema derecha, precisamente, con el crimen transnacional y
los problemas de seguridad que azotan a la sociedad venezolana y a otras de
nuestro continente latinocaribeño. Esa asociación es otra de las fortalezas de
la derecha fascista que se mueve en Venezuela.
Por esas y
otras vías el capital financiero se relaciona con la formación de grandes
ejércitos privados y en general a la privatización de la guerra. Esos ejércitos
privados han participado en las guerras de Irak, Afganistán, Libia, Siria,
Colombia; en la desestabilización de gobiernos, invasiones, sicariato,
atentados, sabotaje... Son ejércitos de mercenarios, que eufemísticamente son
llamamos contratistas civiles.
El microtráfico
de drogas es una variante del crimen transnacional, que como ya señalé se
relaciona con la formación de pandillas, con los enfrentamientos entre ellas,
la generalización de atracos, secuestros exprés, el sicariato y las más diversas
formas de criminalidad. Esta es una de las raíces de los problemas de seguridad
en Venezuela, México, Colombia, EEUU... Por supuesto, la seguridad tiene raíces
internas (aun cuando hoy día es muy difícil definir la frontera entre lo
interno y lo externo); pero las redes del crimen transnacional se van
extendiendo por los intersticios de la sociedad venezolana. No es una simple
amenaza circunstancial. Tiene una tremenda significación estratégica como grave
amenaza a la seguridad del Estado, a la estabilidad de las instituciones y para
la paz y la vida cotidiana de nuestra sociedad, para la economía, para la
salud, etc. Es un componente esencial de la estrategia de desestabilización
permanente.
5) Han
aprendido de la política social basada en la dádiva y el terror impulsada por
Pablo Escobar y el Chapo Guzmán, inspirada en la más antigua tradición mafiosa.
Apoyándose en
el estímulo a los intereses individuales y a métodos ilegales, orientados a
socavar al Estado y las relaciones de solidaridad, los grupos
narco-paramilitares han venido perfilando algo así como una política social
mafiosa.
Un aspecto es
la política de microcréditos, que en su desenvolvimiento puede vincularse con
el microtráfico de drogas, que llegado el caso puede suministrar fondos para
cancelar los créditos recibidos. Es una múltiple subordinación.
Usando los
fondos acumulados a través de acciones delictivas van distribuyendo créditos
entre la población pobre con diversos fines (consumo, microempresas, pequeños
negocios, problemas familiares...), pero con el claro propósito de construir
redes de poder e ir suplantando al Estado venezolano. Con los microcréditos,
combinados con la extorsión, el chantaje y el miedo, han ido echando las bases
de una política social en correspondencia, como ya dije, con la más antigua
tradición mafiosa (La estrategia imperial de ingobernabilidad permanente contra
el gobierno bolivariano, 05-03-2014).
El fenómeno
también ha llamado la atención de Raúl Zibechi, en su penetrante artículo
Derechas con look de izquierda:
En todo caso,
las derechas han sido capaces de crear un dispositivo popular, como el que
describe Rafael Poch, para desestabilizar gobiernos populares, dando la
impresión de que estamos ante movilizaciones legítimas que terminan derribando
gobiernos ilegítimos, aunque estos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de
sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte
tan decisivo, como el arte de la insurrección que otrora dominaron los
revolucionarios (Alai-América Latina, 7-3-2014).
Debemos
afrontarlo: así como las aspiraciones imperiales de dominar nuestra industria
de los hidrocarburos y la presencia paramilitar son constantes con las que
habrá que lidiar a largo plazo, también debemos prever una prolongada alianza
entre ambos factores para desatar una escalada de violencia política, que se
está sumando a la ya excesiva violencia del hampa común.
La aparición de
esta nueva violencia terrorista de origen político y con conexiones
internacionales obliga a considerar el problema de la seguridad a la vez desde
el punto de vista geográfico, social, económico, político, estratégico,
cultural e internacional, mediante la coordinación de todos los órganos de los
poderes públicos y todas las fuerzas sociales para la adopción de medidas a la
altura de la gravedad de la situación.
No termina de
comprender la ultraderecha venezolana las dimensiones del monstruo que está
animando para la persecución de sus intereses mezquinos.
En la
inauguración de la Conferencia Permanente por la Paz convocada por el
presidente Maduro, alertó José Vicente Rangel contra la instauración en
Venezuela de una cultura de la muerte.
O la
desactivamos, o nos desactiva a todos.
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