viernes, 16 de octubre de 2020

NO HAY KGB EN EL PP

 

NO HAY KGB EN EL PP

DAVID TORRES

Trece años ha tardado la justicia en culminar con un mazazo la investigación del caso Gürtel: en menos tiempo se sacaba un niño el graduado escolar o se maduraban los grandes whiskies de malta. Sin embargo, hay que tener en cuenta que son 1.843 folios de sentencia enumerando prácticamente casi cualquier delito contable imaginable, del cohecho al blanqueo y de la malversación al fraude. La sentencia al completo no se la lee ni Harold Bloom con toda la eternidad por delante: son los siete tomos de Marcel Proust en busca del dinero perdido, un Mahabharata con togas y banquillos, la Capilla Sixtina de los tribunales. El Supremo ha ratificado lo que todo el mundo sabe desde hace muchos años excepto sus votantes, a saber: que el PP es una organización política corrupta hasta los tuétanos y que allí todo está podrido salvo alguna cosa.

 

Esta lentitud concienzuda, este trasiego kafkiano de papeles en que uno se imagina a los leguleyos revisando derechos, subiendo y bajando infinitas escaleras durante trece años, contrasta vivamente con el portazo expeditivo con que la justicia encerró a los responsables políticos de colocar las urnas en Cataluña: en cosa de un mes la mitad ya dormía entre rejas y la otra mitad corría en busca y captura fuera de España. Debe de ser por la diferencia entre la república independiente de Cataluña y la república independiente de la derecha. La derecha, por supuesto, estaba antes.

 

Con todo, lo más llamativo de esta interminable tetralogía wagneriana son las enmiendas, esas adversativas con que el Tribunal Supremo ha corregido algunas conclusiones de la Audiencia Nacional, cuando en su día los magistrados dieron por probada la existencia de una caja B en el partido, una afirmación excesiva que el Supremo atribuye al entusiasmo, a la fantasía, al desconocimiento de los procedimientos jurídicos o a todo junto. Eso a pesar de que esa fantasmal caja B (la KGB de Génova 13) es, tal y como acredita la sentencia, el pegamento que une todas las fechorías y las piezas del puzle, la única estructura posible donde encajar los empresarios, tesoreros, chorizos, funcionarios e hilillos sueltos de la trama.

 

De ahí que, en 1.843 folios de literatura jurídica, no haya habido ni una sola línea dedicada a las declaraciones de Mariano Rajoy cuando en julio de 2017 afirmó ante la Audiencia Nacional que el PP jamás había recibido donativos de empresarios y acto seguido aseguró siete veces que él de las cuestiones económicas no tenía la menor idea. También hay que tener en cuenta que, a pesar del exhaustivo proceso llevado a cabo por la justicia, todavía se desconoce quién será el misterioso Eme Punto Rajoy que aparece cobrando carretadas de dinero negro puntualmente en los papeles de Bárcenas. Un señor cuyo nombre salpica a menudo la sentencia sólo porque pasaba por allí, como si no hubiera sido tesorero del partido, un cargo que en el PP equivale al Asiento Peligroso de la Tabla Redonda o a la Calavera en el juego de la oca. Por eso Mariano Rajoy fue citado en el juicio en calidad de testigo y Bárcenas en calidad de Bárcenas.

 

En definitiva, lo único que se saca en claro de este tocho supremo es que el PP, ese partido del que usted me habla, se benefició de una trama mafiosa, pero sin darse cuenta, igual que aquel chiste del gitano que llevaba un cerdo a cuestas y que, al detenerlo una pareja de la Guardia Civil y señalarle el animal que cargaba a la espalda, tiró de golpe el cerdo al suelo gritando: "¡Quita de ahí, bicho!" Ya se sabe que Casado dirá que esto son cosas del pasado, concretamente de hace cinco minutos. En cuanto a Bárcenas, mucha gente está apostando a que, después de los 29 años a la sombra que le han caído encima, más los 12 a su mujer, le va a pedir prestada la guitarra a su hijo para ponerse a cantar por peteneras. Sería bastante temerario hacerlo tras las catorce muertes sospechosas, entre accidentes y suicidios, de personajes implicados judicialmente en la trama Gürtel, eso por no hablar de la visita que hizo a su domicilio un sicario disfrazado de cura a punta de pistola. Luis, sé fuerte, que 29 años se pasan volando. En dos Gürteles y Kitchen.


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