LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
EN EL BANQUILLO
PATROCINIO NAVARRO VALERO
El juicio contra Julian Assange no solo es un intento de hacer callar al director de una web que cuenta la cara fea de la invasión de iraq: es un intento de coartar la libertad de expresión cuando se cuentan verdades que molestan. No es algo nuevo. ya lo hacían los nazis.
Hay una sala repleta de público en un tribunal. Los magistrados han tomado asiento y comienzan a consultar sus notas. Un hombre va a ser juzgado.
No se trata de un hombre cualquiera. Hace algún tiempo aparecía sonriente saludando a sus numerosos admiradores desde un balcón, pero en este momento se encuentra encerrado en una jaula de cristal al fondo de la sala, custodiado por guardias y sin que ni sus abogados puedan comunicarse con él, pese a estar presentes. Esto no sucede en un estado fallido de alguna parte ignota del mundo: sucede en el Reino Unido y en estos días.
Si el lector acostumbra a leer lo
que ocurre en el mundo – o se lo dejan saber- el nombre de Julian Assange tal
vez le resulte conocido. Sabrá entonces que es periodista y que el crimen por
el que es juzgado este peligroso sujeto es contar la verdad. Tampoco es una
verdad cualquiera. Se trata de cosas muy feas en torno a la guerra de Iraq,
entre otras cosas muy feas. Y como
el contar la verdad puede ser un crimen,
al parecer, justifica tenerlo encerrado durante meses en una celda de máxima
seguridad, incomunicado, y ahora en una jaula de cristal a la vista de todos,
exhibiendo a un ser humano
prematuramente envejecido por el maltrato psicológico y el sufrimiento
por tanta incomunicación y tanto miedo,
a pesar de sus 49 años.
Pero ¿qué habría de temer este
hombre? Ser extraditado a los EEUU, cuyo gobierno “democrático” no cesa de insistir a estos jueces londinenses para que les sea
entregado. ¿Lo será? Sería un tremendo mazazo, otro más, a la libertad y la
verdad. No es bueno acostumbrarse al maltrato de ninguna clase, incluido este,
y siempre hay que denunciar a los maltratadores, como hace esa peligrosa organización armada de palabras de
verdad, llamada WikiLeaks, de la que
Julian Assange, el hombre enjaulado en cristal es el director secuestrado.
Tal vez el lector tiene
suficiente información sobre quien se está juzgando, y sobre qué se esta
juzgando, ya que el caso viene de lejos. Está el/la soldado Marnie, garganta
profunda informante y su castigo en EEUU por hechos en Iraq. Está la denuncia a
Assange- colaborador de la soldado- por supuesta violación en Suecia. Un
montaje para su persecución y detención,
con el amigo americano reclamando para sí al peligroso individuo que
cuenta cosas no aptas para gobernantes
que esconden trapos sucios que no quieren ver expuestos. Está la
acogedora embajada de Ecuador que le permitió vivir en un exilio domiciliario
dentro de la ciudad. Hasta que Ecuador cambió de presidente, que esta vez le
entrega a la policía del Reino Unido. Y desde entonces, celdas de castigo,
incomunicación, todo eso que pretende destruir a una persona. Pero no sucede en
un ignoto país del mundo, sino en la democrática (¿?) Inglaterra.
A ver: si resulta que si alguien
organiza una guerra y en ella se comenten atrocidades que son expuestas a la
luz pública por alguien sin otro ánimo que el de revelar eso, resulta que puede
ser juzgado y exigida para él una pena
de cárcel que en caso de extradición a los EEUU podría ser hasta de 175 años
para Assange. Así que lo que se está juzgando también es el derecho a la
libertad de información, el derecho de los habitantes del mundo a saber qué
sucede de verdad y a conocer qué se nos quiere ocultar, quién lo hace y con qué
fines. Especialmente necesario si quien hace las cosas sucias es un gobierno
que nos administra. Y contar eso no es conspiración: es hacer justicia a la
realidad.
No se puede ocultar la realidad,
porque eso aumenta el tamaño de la mentira que se esconde y que
antes o después aparece, porque la verdad tiene la misma manía de salir
a la superficie que el aceite. Y si no es hoy, lo hará mañana o pasado, pero lo
hará: de eso no hay duda.
Si alguien es un amante de la
verdad, sea de la creencia espiritual y del pensamiento político que sea, si es
capaz de ser honrado solo puede sentir vergüenza y desprecio por instituciones
que consienten este dislate criminal contra una persona honesta, Julian
Assange, que cuenta con tantos valedores como gentes honradas haya en este
mundo.
¿ Será que la verdad es un
crimen, como en el “1984” de Orwell, y el derecho a conocer lo que se hace a
nuestras espaldas por nuestros supuestos representantes resulta espionaje y
traición ?
Miremos la Historia.
Por la verdad fue asesinado
salvajemente Jesús el Cristo, nuestro Redentor, como lo fue Sócrates, y tantos
miles de defensores de la libertad de pensamiento y de la justicia de todas las
épocas; como lo fueron Gandhi, Luther King y Malcom X y como hoy día sucede con
insistencia temible a tantos líderes indígenas, campesinos y defensores de un
Planeta justo y habitable. Si tienen demasiados seguidores, ni son juzgados: se
les mata. O se les monta un juicio
abominable, como el que sufre este hombre de
la vergonzante jaula de cristal
blindado y custodiado como el más peligroso criminal por el simple hecho de
contar cosas que ocurren, como hace cualquier periodista honrado.
Espero y deseo que se
le absuelva y rehabilite, mientras
observo avergonzado como la prensa servil calla
todo esto. Vergüenza de periodistas. en los grandes medios, y hasta en
digitales de supuesta izquierda.Todos los días escondiendo las verdades y protegiendo a los peores individuos del
mundo para ser “políticamente correctos” y ganarse la soldada. Pero la verdad,
ay, no es necesariamente correcta. A
veces es dolorosa, a veces sabemos quién provoca dolor y entonces hay que
contarlo. Por Assange, por los líderes campesinos y ecologistas asesinados, por
todas las víctimas del crimen organizado en la política y en la economía, hay
que contarlo. Por todos ellos, estas
palabras. Benditos sean. Benditos
quienes viven para la verdad y la justicia en este bajo mundo
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