LA ULTRADERECHA EN RAJOYSTÁN
RUTH TOLEDANO
Manifestación
contra la Asamblea de Unidos Podemos en Zaragoza
La
ultraderecha volvió a hacerse visible en toda Europa cuando azotó, primero, la
crisis del neoliberalismo y cuando los refugiados, después, empezaron a llamar
a sus puertas pidiendo ayuda. Las fuerzas políticas fascistas ganaron incluso
un preocupante terreno electoral. Aquí, en Rajoystán, a la extrema derecha
apenas se la había vuelto a ver, en parte porque está integrada en las filas
del PP (salvo el residuo Vox) y también, seguramente, porque el Gobierno ha
incumplido casi en su totalidad sus compromisos de acogida y, por tanto, los
xenófobos tenían poco por lo que protestar. Ha habido acciones violentas, como
la incursión de falangistas, brazo en alto, en la librería Blanquerna de Madrid
(ahora condenados a entrar en prisión), crecientes y numerosas agresiones
homófobas y peleas de banda futbolera, pero aparentaba ser algo residual, sin
espacio ni estructura. Salieron en Cataluña el 12-O y el Hogar Social, por su
parte, supo infiltrarse en el tejido popular con su presunta solidaridad de
nacionalismo españolista. Pero la calle en España ya no era de los fascistas y
hasta sus siniestras marchas del 20-N al Valle de los Caídos no pasaban de ser
un raquítico anacronismo.
Mirando
a Europa, no obstante, crecía la preocupación ante su refortalecimiento. Y aquí
los tenemos. Lo que no habían llegado a conseguir ni el castigo de la crisis ni
el drama de los refugiados, lo ha conseguido la irresponsable cerrazón de
Rajoy. Porque si montas destacamentos con miles de antidisturbios acuartelados
en unos transatlánticos en el puerto de Barcelona, te acompañará una escuadrón
de ultras. Si te llevas detenidos a cargos electos que no han cometido delito
alguno, te aplaudirá un grupúsculo de ultras. Si impones medidas totalitarias a
funcionarios, intervienes medios de comunicación, allanas sedes y despachos,
registras documentación ajena, amenazas con multas, acusas de sedición, te
jaleará un comando de ultras. Si declaras sin declarar un Estado de excepción,
formará junto a ti una columna de ultras. Si tomas por la fuerza el control de
las instituciones, te apoyará una hueste de ultras. Porque si eres el represor,
los ultras serán tus esbirros. Si eres el dictador, los ultras serán la fuerza
que te acompaña.
Tiene
toda la lógica, por tanto, que hayan vuelto a las calles las banderas del
escudo franquista y las banderas del yugo y las flechas falangistas. Yo estuve
en la Puerta del Sol apoyando el derecho a decidir y la libertad de expresión
del pueblo catalán, y allí estaban los fascistas. Eran cuatro gatos (no, los
gatos no merecen ser relacionados con ellos) pero estaban allí. Como están en
Cataluña –Generación Identitaria, Dolça Cataluña o Democracia Nacional–,
protegidos por Vox y por Intereconomía. Como han ido, envalentonados, a
intimidar, increpar y agredir a los asistentes a la asamblea de Unidos Podemos
en Zaragoza. A la presidenta de las Cortes de Aragón le han dado un botellazo.
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Cabe
recordar la sangre que mancha las banderas que portan los ultras, mientras que
ni señeras ni esteladas son responsables aún de violencia alguna. Quizás es lo
que se busca. Quizá sea esa la finalidad que persiguen las órdenes de Rajoy:
una violencia que legitime su autoritarismo. Lo que es un hecho, en cualquier
caso, es que la ultraderecha está siguiendo la estela de la represión de Rajoy
y se está dejando ver. Si la actuación con Cataluña del Gobierno central es la
mejor representación del fracaso de la política, la mejor muestra del fallo
estructural que conlleva la negativa al diálogo y a la negociación, la prueba
patente de que rechazar el pacto es salirte del terreno de juego político y
provocar el colapso democrático (como han lamentado, sensatas en sus
diferencias, Ada Colau y Manuela Carmena), no es de extrañar que venga acompañada
de banderas franquistas y falangistas.
Sobre
Rajoy recae también, pues, la gravísima responsabilidad de dar alimento al
monstruo del fascismo español. Será que no le repugna ni le es tan extraño. Más
aún, le sirve de milicia en su estúpida cruzada. Y cuando de verdad haya venido
para quedarse, el monstruo despertará a los peores fantasmas. Y será demasiado
tarde. Y eso no tiene perdón.
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