¿HACIA LA TERCERA OLA DE LA
RECESIÓN ECONÓMICA MUNDIAL?
GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ
La
posibilidad real de una tercera ola de recesión económica en el Trienio
2018-2020 estaría pasando desapercibida para la mayoría de Agencias de
Calificación debido a la desconexión con la realidad que les llevaría a
justificar la exuberancia irracional de los mercados, con lo que se cumpliría
la famosa frase del iconoclasta John Kenneth Galbraiht. ”Hay dos clases de
economistas: los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso”. Así, el ”
efecto mariposa” trasladado a sistemas complejos como la Bolsa de Valores,
tendría como efecto colateral la imposibilidad de detectar con antelación un
futuro mediato pues los modelos cuánticos que utilizan serían tan sólo
simulaciones basadas en modelos precedentes (Teoría de la Inestabilidad
financiera de Minsky), con lo que la inclusión de tan sólo una variable
incorrecta o la repentina aparición de una variable imprevista provoca que el
margen de error de dichos modelos se amplifique en cada unidad de tiempo
simulada hasta exceder incluso el límite estratosférico del cien por cien,
dando lugar a un nuevo estallido o crash bursátil.
¿Hacia la
tercera ola de la recesión económica mundial?
La
exuberancia irracional de los mercados
El proceso
especulativo impulsa a comprar con la esperanza de sustanciosas ganancias en el
futuro, lo que provoca una espiral alcista alejada de toda base factual y el
precio del activo llega a alcanzar niveles estratosféricos hasta que la burbuja
acaba estallando (crash) debido a la venta masiva de activos y la ausencia de
compradores, lo que provoca una caída repentina y brusca de los precios hasta
límites inferiores a su nivel natural (crack), cumpliéndose una vez más la
máxima de Keynes: “Los mercados pueden permanecer irracionales más tiempo del
que tú puedes permanecer solvente”. Así, un inversor está dispuesto a pagar un
precio por una acción si le reporta dinero en el futuro, por lo que el valor de
dicha acción es el total de flujos esperados pero el nivel suelo de las Bolsas
mundiales, (nivel en el que confluyen beneficios y multiplicadores mínimos), se
situaría a años-luz de los niveles actuales debido al riesgo de estancamiento
económico secular que presentan las principales economías mundiales. Sin
embargo, debido al “efecto Trump” los inversores de EEUU estaban instalados en
la euforia tras superar el techo ionosférico de los 22.000 puntos en el Dow
Jones, (rememorando el boom bursátil de los años 20, preludio del crack
bursátil de 1.929), por lo que son incapaces de percibir el vértigo de la
altura pero la sombra del impeachment que planea sobre Donald Trump y la
incertidumbre existente en Wall Street sobre su agenda económica habría
provocado que los grandes inversores sientan por primera vez el mal de la
altura que les llevará a reducir su exposición al riesgo con el consecuente efecto
bajista en las cotizaciones de las acciones. Además, la inflación en EEUU
acelerará las próximas subida de tipos de interés del dólar en el 2018,
haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta variable
y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial, derivando
en una psicosis vendedora que terminará por desencadenar el estallido de la
actual burbuja bursátil. Dicho estallido tendrá como efectos colaterales la
consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente devaluación
de las monedas de incontables países para incrementar sus exportaciones y como
efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar
estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado
(como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la
ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de
la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente
efecto dominó en la declaración de quiebras.
¿Finiquito a
los Tratados Comerciales Transnacionales?
La obsesión
paranoica de las multinacionales apátridas o corporaciones transnacionales por
maximizar los beneficios, (debido al apetito insaciable de sus accionistas, al exigir
incrementos constantes en los dividendos), les habría inducido a endeudarse
peligrosamente en aras del gigantismo mediante OPAS hostiles y a la
intensificación de la política de deslocalización de empresas a países
emergentes en aras de reducir los costes de producción (dado el enorme
diferencial en salarios y la ausencia de derechos laborales de los
trabajadores). Así, el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México
(NAFTA o TLCAN), firmado por el Presidente Clinton en 1964 habría provocado que
adultos blancos de más de 45 años sin estudios universitarios y con empleos de
bajo valor añadido tras quedar enrolados en las filas del paro, habrían
terminado sumido en un círculo explosivo de depresión, alcoholismo, drogadición
y suicidio tras ver esfumarse el mirlo del “sueño americano”, lo que habría
tenido como efecto colateral la desafección de dichos segmentos de población
blanca respecto del establishment tradicional demócrata y republicano, por lo
que Trump se propone renegociarlo.
Igualmente,
la Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) sería la pieza
central de Obama en su política de reafirmación del poder económico y militar
en la región del Pacífico para hacer frente a la Unión EuroAsiática que inició
su singladura el 1 de enero del 2015 , pero el Presidente electo de EEUU,
Donald Trump incluyó en su programa electoral la salida de EEUU de dicha
asociación. Finalmente, tenemos el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e
Inversión entre EEUU y la UE) cuyas negociaciones deberían finalizar para
principios del 2017 pues en teoría tan sólo implicaban la eliminación de
aranceles, la normativa innecesaria y las barreras burocráticas pero la tardía
reafirmación de la soberanía europeísta por parte del eje franco-alemán aunado
con el retorno a políticas neo-proteccionistas por parte de Trump, lograrán que
la niebla del olvido cubra con su manto el TTIP.
¿Hacia la
tercera ola de la recesión?
El retorno
al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU-Rusia tras la crisis de
Ucrania y la imposición de sanciones por UE-Japón-EEUU contra Rusia , marcarían
el inicio del ocaso de la economía global y del libre comercio, máxime al
haberse demostrado inoperante la Ronda Doha (organismo que tenía como objetivo
principal de liberalizar el comercio mundial por medio de una gran negociación
entre los 153 países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y
haber fracasado en todos sus intentos desde su creación en el 2011. Así,
asistiremos al finiquito de los Tratados Comerciales transnacionales (TTIP,
NAFTA y TTP) y a la implementación por las economías del Primer Mundo de
medidas proteccionistas frente a los países emergentes cuyo paradigma sería el
establecimiento por la UE y EEUU de medidas antidumping contra el acero Chino con
aranceles que oscilarán del 20% europeo al 500% estadounidense y que
significarán el retorno al Neo-Proteccionismo económico.
Finalmente,
tanto la UE como EEUU implementarán la Doctrina del “Fomento del Consumo de
Productos nacionales” en forma de ayudas para evitar la deslocalización de
empresas, subvenciones a la industria agroalimentaria para la Instauración de
la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados, Elevación de los
Parámetros de calidad exigidos a los productos manufacturados del exterior y la
imposición de medidas fitosanitarias adicionales a los productos de países
emergentes. Ello obligará a China, México, Sudáfrica, Brasil e India a realizar
costosísimas inversiones para reducir sus niveles de contaminación y mejorar
los parámetros de calidad, dibujándose un escenario a cinco años en el que se
pasaría de las guerras comerciales al proteccionismo económico, con la
subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la
globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la
economía mundial.
Efectos
colaterales de la nueva recesión económica
En el
escenario europeo, si la Deuda Pública y privada prosigan su vuelo por la
estratosfera, los salarios permanecen congelados o con incrementos inferiores
al IPC, el crédito bancario sigue sin fluir con normalidad a unos tipos de
interés reales a pymes, autónomos y particulares y no se aprovecha la bajada
del precio del petróleo y la dilación en los plazos para reducir el déficit
público de los países para implementar medidas keynesianas de inversión en Obra
Pública y reducir el desempleo, la economías europeas se verán abocadas a un
peligroso cóctel explosivo que impedirá a las empresas conseguir beneficios y a
los trabajadores incrementar sus sueldos así como a una subida de las tasas de
interés reales que agravarían los problemas de sobreendeudamiento público y
privado aunado con un desempleo rayando el 11%, lo que podría generar una
década de estancamiento rememorando la Década perdida de la economía japonesa.
Por su
parte, los países emergentes (BRICS, México, Corea de Sur y Tigres asiáticos),
sufrirán un severo estancamiento de sus economías, con la entrada en recesión
de países como Brasil y Rusia y raquíticos crecimientos anuales del PIB
(rozando el 4% en el caso de India y China) tras un decenio espectacular con
tasas de crecimiento superiores a los dos dígitos), debido al desplome del
precio del crudo y a la brutal constricción de las exportaciones por la
contracción del consumo mundial, lo que conllevará la devaluación de sus
monedas para incrementar sus exportaciones así como una drástica reducción de
sus Superávit que acelerará la agudización de la fractura social, el incremento
de la inestabilidad social y un severo retroceso de sus incipientes libertades
democráticas.
Mención
especial merece China que estaría inmersa en una crisis económica identitaria
al tener que implementar una amplia batería de reformas estructurales. Así,
entre las fragilidades de su economía se encuentran la todavía limitada
integración financiera internacional, su aislamiento y control del aparato
estatal en el ámbito interno, así como una asignación de recursos económicos
poco eficiente provocada por el paternalismo público y un insuficiente nivel de
desarrollo de las redes de distribución, marketing y venta. Los desafíos están
centrados en vencer la alta dependencia de China respecto de la demanda de las
economías desarrolladas y la incierta capacidad de la demanda privada para
tomar el relevo una vez que se agoten los estímulos públicos.
Respecto a América Latina y
el Caribe, la contracción de la demanda mundial de materias estaría ya
provocando el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación
generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar, lo que se
traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de competitividad,
tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de la Deuda
Exterior. Así, según la Directora Gerente del FMI, Lagarde, “la fortaleza del
dólar junto con la debilidad de los precios de los productos crea riesgos para
los balances y financiación de los países deudores en dólares”, de lo que se
deduce que las economías de América Latina y Caribe estarán más expuestas a una
posible apreciación del dólar y la reversión de los flujos de capital
asociados, fenómeno que podría reeditar la “Década perdida de América Latina”
(Década de los 80), agravado por un notable incremento de la inestabilidad
social, el aumento de las tasas de pobreza y un severo retroceso de las libertades
democráticas
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