1* “CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA”: SOBRE UNA NOVELA-BOMBA DE ESPOLETA
RETARDADA
(22-abri-1973 En la separata Tagoror
Literario
del periódico EL DÍA)
Apenas un libro de bolsillo, “Cada
cual arrastra su sombra” es como una bomba de espoleta retardada. Está ahí,
desde hace meses, y aún no ha hecho explosión. Permanece en silencio, quieta,
pero guardando dentro de sí una potencial fuerza que inexcusablemente se ha de
revelar.
Está
constituido por dos relatos: el que da nombre al libro y “El arranque”,
ambos de una calidad notable, indiscutible, fuera de toda posible adversa
opinión. Su autor, Víctor Ramírez, es un artista de la palabra. Con él
adquieren un pleno sentido las modernas formas estilísticas.
Ha
sabido apoderarse de sus cualidades sugestivas, operando con repertorios
lexicales sin torpeza, sin peligro de caer en una cursilería que su utilización
involucraría en un estilo cervantino. Vemos un cuidadoso equilibrio, una
sorprendente naturalidad, un exacto y concreto uso de las nuevas posibilidades;
no se deja desbordar y perder en ellas, sorteando el peligro de caer en juegos
y en barroquismos devaluantes.
Con
sus frases aprehende, sitúa, delimita y elimina con una gran precisión y
agudeza; y los párrafos van quedando con su propio vestido, ni de harapos ni de
etiqueta, ni de otra convención, sino con la piel que naturalmente le conviene.
Ese, en un sentido formalista, es uno de su mayores méritos; el de no tropezar
con las formas, obligándolas a doblegarse al fluir de los contenidos, ni,
tampoco, hace tropezar al lector.
No
le hace trabajosa la materialidad de la lectura, no lo aleja, pues sus líneas,
también ellas, cada cual arrastra su sombra, su propio perfil y no otro que le
sea ajeno. Facultades literarias no comunes supone el que VR, en su primer
libro, haya sabido mantener esta ecuanimidad, arte difícil, ya que observamos
que hasta los grandes maestros actuales se dejan resbalar, en ocasiones, por
algunas fáciles pendientes o se ven obligados a recurrir a técnicas un tanto
artificiosas por lo elaboradas. Para VR, este moderno tipo de literatura, ya no
es una fase experimenta: ha entrado plenamente en las formas conseguidas que
interesan.
Es
preciso insistir en ello: Víctor Ramírez ha sabido adaptar y diferir las nuevas
formas narrativas popularizadas actualmente por los maestros sudamericanos. Se
ha apropiado, se ha valido de los aires de libertad para, como es-critor de su
tiempo, dar constancia de su presencia como hombre sensible de sí mismo y de
los hombres de su contorno.
Este
testimonio de VR, también moderno, indeformado, lanzado más allá de la
autonombrada literatura de testimonio,
ha superado las impuras etapas de postguerra, ya anacrónicas. La nueva
narrativa coloquial, de habla directa del autor consigo mismo y con el lector,
interesada en reproducir con fidelidad la fluencia del pensamiento común,
arrastra consigo, por mimetismo, la también sincera necesidad de mantenerse en
los niveles de la absoluta verdad, en cuanto ésta pueda ser alcanzada, en
oposición a la relativa.
Con
él, como con otros narradores actuales, se intenta la necesaria y ya
imprescindible tarea de llegar a una posible objetividad sentimental, anímica o
emotiva, cuya falta se ha hecho sentir desfavorablemente, transformando fuerza
en raquitismo, olvidados los autores de su primordial papel de creadores y
guías para transformarse en siervos.
Ello trajo el apartamiento de la gran masa de lectores de
una literatura que nada nuevo o de interés le decía. Casi quedó el libro en
cosa ajena a la comunicación. Frío en el corazón y truculento en el lenguaje.
Hoy, con la nueva orientación, el lector está respondiendo generosamente.
En
“Cada cual arrastra su sombra”, la narración, supuesta lineal en el
tiempo, se corta en trozos y se van intercalando unos con otros hasta formar
tres series que se suceden alternativamente. Estas tres líneas van actuando las
unas contra las otras, recargando el ambiente, resaltando su carga emocional,
en una técnica aprovechada con maestría.
“El
arranque” despierta mayor curiosidad por su núcleo temático, desarrollado
impecablemente. Ello está infiltrado de humor negro, perceptible también en los
relatos incluidos en “Aislada órbita” (antología de Rafael Franquelo), de reciente
aparición. En éstos, posiblemente, algún lector se debata con la composición,
pero en cambio se encuentran reforzados de mayor fuerza dramática y dotados de
un ambiente denso, espeso.
VR es un hombre de gran corazón, de
afectos expandidos, afecto que no es frío ni intelectual, teórico, cultural. Para
él los hombres tienen humanidad latente. Son cuerpos y espíritus que tienen,
dicho con aproximación, su olor a sudado, a real humanidad no aséptica, no
completamente limpia.
El
perro huele a perro y tiene sus pulgas; el hombre huele a hombre y tiene las
suyas. En realidad el hombre sin olor y sin parásitos pertenece a un tipo
desfasado de nuestra especie. Los personajes de VR no son sólo los hijos de su
observación, de su mente o de su fantasía, sino los hijos de su propio corazón.
Amor
doliente, en verdad, más que amor alegre: lo que tal vez sea inevitable. Todos,
en un supuesto esquema de buenos y malvados, están acogidos a su gran calor
comprensivo y protector: amor en el que se desea cerrar los ojos para descansar
y dormir.
La
soledad y el aislamiento, cuando es forzado, la incomunicación, es un veneno
que aniquila. Estos personajes desvalidos de VR, siempre carentes de algo,
zarandeados en un mundo lleno de fallos en donde las cosas no ocurren como
debieran o como, al menos, uno intenta y se esfuerza por conseguir.
Pasan
por sus páginas los menudos “extranjeros” buscando integrarse en algún país
satisfactorio. O tal vez dudando la existencia de tal país que, en todo caso,
para él acaba por con-vertirse en algo de fronteras prohibidas e in-franqueables.
A la vista del libro que estamos
comentando, surge necesariamente el tema del llamado “boom” novelístico
canario, algo controvertido últimamente. Una cosa es la aparición de un grupo
numeroso de autores, lo que siempre es posible, y otra es que este grupo
presente una obra media con la necesaria calidad.
Únicamente
podríamos reconocer esta eclosión si se cumpliera el último presupuesto. En tan
opinable asunto me inclino a afirmar la existencia de esta proliferación en
número y calidad. Estas narraciones de VR son superiores, sin posibles dudas,
tanto por su forma como por el desarrollo de la temática, a muchas, a
bastantes, de las que aparecen en las grandes editoriales españolas, premios
literarios incluidos.
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