INTERLUDIO COMUNICACIONAL
POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Sin
mencionarlo directamente, Mauricio Macri se refirió al lento avance en la causa
por la desaparición de Santiago Maldonado -ocurrida el pasado 1° de agosto en
Cushamen, Chubut- al señalar que en la Argentina “se le miente a los jueces, se
engaña…”. En todo sentido falta la verdad, tanto en la industria del juicio
laboral, como en la economía y en el Estado, que durante muchos años mintió”,
dijo un allegado directo a Macri, al resumir las reflexiones que hizo el presidente
en el CCK, días pasados, intentando comunicar ‘algo’ sobre esta desaparición
que conmueve e indigna al mundo entero… me pregunto ¿Macri no miente?, ¿Macri
no engaña?, o estamos ante la presencia del “Übermensch”, según Friedrich
Nietzsche, la persona capaz de generar su propio sistema de valores
identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder.
El
presidente argentino destacó que hay que elevar algunos valores como la
“educación” y la “verdad”; creo que nadie puede estar en desacuerdo con estas
palabras, sería trascendente que además de pronunciarlas se cristalicen en
actos de vida, en actos de gobierno… y agregó, a su sesgado discurso, que en
Argentina ya no se puede “ir con el engaño” o “engañar a la gente”.
En
fin, Macri, criticó la ¿nueva cultura? de “engañar o mentirle a un juez”. Macri
nos entrega palabras nutridas de ¿verdad?, o solo es una pesada broma de su
asesor ecuatoriano, Durán Barba, pues sus firmes promesas de campaña electoral,
no fueron cumplidas, todo lo contrario, sumo, sus actos de vida que no son
asimilables a este discurso, ¿entonces?, deviene meditar si la instancia
comunicacional en era de la posverdad, legitima la mentira de ninguna verdad.
¿Macri se visualiza a sí mismo en sus actitudes y aptitudes, para simular su
apatía en asimilarse al “deber ser”?
Lo
importante, ante este caso concreto y real en comunicar lo incomunicable, tal
el caso de Mauricio Macri, será tratar la “nueva visión y la consiguiente
derrota” en la que ya no sabemos quién mira a quién. Es así como en el espacio
de treinta años, el rechazo al orden establecido por parte del nuevo modelo de
análisis ha cobrado fuerza de ortodoxia, los traductores de la opinión dieron
al lenguaje una autonomía de autócrata.
El
obrar mismo se hizo “comunicacional” y el “espacio público”, promovido como una
norma y referencia en los neo-demócratas procedimentales, hizo posible la
universalización de los ardides degradantes, de los intereses de las
modificadas ciencias políticas, en total y absoluta mutación, donde lo falaz
impone criterio.
La
ambición mediática, por no poder afiliarse a tal o cual ideología política, sin
causa ética que defender, ni demanda social que satisfacer, se asimila a
transitar un largo purgatorio, entre el domicilio universitario perdido y un
improbable refugio… la empresa mediática, hoy es un capricho megalómano y no un
intento de conocimiento reflexivo y responsable, en favor de instalar al
pensamiento, devenido en la ‘historia del presente’, en sitial de honor.
Frente
a las Corporaciones mediáticas, donde prevalece el optimismo, fomentado por la
banalización de la verdad, tal el caso de Macri. Corporaciones mediáticas que
cantan la liberación de la mentira, inmortalizan la “manipulación ideológica” y
el “control social” detrás de sus aparatos de producción cultural, meras
herramientas de encuadramiento y sujeción.
La
dominación entonces: la comunicación. La lógica interna de las industrias
culturales implica sin embargo la promoción de lo singular, lo sorprendente,
incluso lo “anormal” de modo que el estereotipo consumidor, se nutre de una
incesante y siempre azarosa fabricación de prototipos (discursos políticos,
culturales, películas, canciones, vestimenta, gastronomía, delitos).
Los
medios privilegian el momento técnico de la transmisión. A sus ojos, “medium is
mesage”. De Edison a Bill Gates, de Bell a Negroponte, se confía únicamente,
con una temible disposición en las propiedades intrínsecas de los dispositivos,
postulando la mentalidad política del medio emisor. Se olvidan de las
tendencias para hablar de performances.
El
elogio del canal civilizador, oculta la naturaleza de los flujos y sus efectos
de avasallamiento. La transmisión digitalizada y comunicada por las redes de la
web, nos dicen hacen obsoletos el Estado-Nación, pero se reemplazan las
disputas territoriales por las batallas de normas entre competidores -versión
tecnológica eufemizada de la expansión nacionalista-.
Rechazo
proclamado de la ideología, en realidad extremadamente ideológico, como es patente
hoy en día en la exaltación euforizante de Internet y la salvación por la
autopista de la información elevada a categoría de conocimiento: redes sociales
y demás artilugios demonizantes de la verdad y la vida.
La
conexión digital de todos con todos, se presenta como panóptico panacea, camino
por fin descubierto hacia la expansión planetaria del individualismo
democrático. La inclusión en la red como remedio imaginario a la exclusión, que
en la realidad permanece más que nunca en la historia, sirve para enfriar en la
asepsia técnica una cuestión caliente, claramente u oscuramente política.
La
empresa mediática tal como se da hoy, es un capricho megalómano y no un intento
de saber reflexivo, sin siquiera examinar sus propias debilidades (lo que le
hace obligatoria la modestia, mal que le pese).
El
trabajo de desencantamiento no tiene fin, por suerte. ¿Cómo dudar que llegue el
día en que algunos métodos de análisis incongruentes llegaron a sustituir a la
Cultura y la Política, por la técnica?
Asistimos
en nuestros días a la despersonalización de la política. Los políticos son
reemplazados rápidamente por los tecnócratas al estar la política subordinada a
la economía. Y los tecnócratas, esto es, los políticos procedimentales, no
tienen pasado en el campo de lo político. Al menos el político tradicional
tenía que dar a su clientela política alguna explicación de sus actos, el
tecnócrata no da razones, sólo beneficios a quien le paga. Los grandes actos de
corrupción de estos últimos años en Argentina, fueron llevados a cabo por
tecnócratas que asesoraban a los políticos procedimentales.
Para
el neoliberalismo procedimental no tiene importancia la inclusión de las
mayorías en el mercado de trabajo ni de consumo. Su lógica es la de la
exclusión y así, descarta mano de obra y mayores de consumidores. No le
interesa generar mayores fuentes de trabajo -que siempre traen problemas y
costos- sino, concentrar dinero en menor número de consumidores, que compensan
con sus abultadas compras el mayor número de clientes, antes buscados.
En
la democracia procedimental de nuestros días esta lógica de la exclusión
funciona concentrando el poder político y económico en muy pocas manos. Así los
funcionarios cuando renuncian o son renunciados no se retiran, como antaño, a
sus casas, sino que son reubicados en otros puestos. La concentración de poder
y riqueza destruye rápidamente la clase media creando una sociedad de dos
velocidades: los muy ricos y los muy pobres, cumpliéndose así el principio que
dice: a mayor privatización de la riqueza, mayor socialización de la pobreza.
Hoy,
los burócratas de lo mediático con sus herramientas rudimentarias y magros
medios dejan bien justificado su des-hacer. Esta conclusión es evidente. A
través de signos hiper-evidentes notaremos el fin de la democracia y su
desaparición, devenidos en saber a ciencia cierta, que la aldea global es un
negocio de enormes dimensiones, donde las corporaciones en su debe y haber
manipulan nuestras existencias instaladas en las otrora repúblicas
democráticas: corporaciones- petroleras, corporaciones-eléctricas,
corporaciones-medicinales, corporaciones-armamentísticas,
corporaciones-mediáticas, corporaciones-sindicales, corporaciones del
espectáculo y demás. ¿Debería poder probar que es cierto?
http://www.republica.com.uy/interludio-comunicacion
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