PABLO MOTOS COMO REFERENTE
CULTURAL
Estos
días se ha armado mucho revuelo por una noticia falsa: La concesión a Pablo
Motos del Premio Nacional de Cultura 2016. No existe tal premio; el galardón
que realmente recibió fue el Premio Nacional de Televisión 2016. Eso sí, lo
concede el ministerio de Cultura que, quizás, debiera hilar mucho más fino a la
hora de determinar qué valores quiere potenciar con estos premios nacionales y
sí la fórmula adoptada por Motos, en la que el tufo machista y de cosificación
de la mujer es casi permanente, merecen un reconocimiento positivo.
Lo
peor del títular Pablo Motos, Premio Nacional de Cultura 2016 no es que fuera
mentira, sino que podría haber sido verdad perfectamente. De hecho, aunque
cambie la denominación, es el ministerio de Cultura quien le galardona. Eso nos debería dar qué pensar. ¿Qué lugar
ocupa la Cultura en nuestra sociedad? Quienes alguna vez se han hecho esta
pregunta, seguramente, no son el problema; en cambio, todas esas personas que
ni siquiera han reparado en ello, sí.
Vivimos
en un país en el que los museos del FC Barcelona o el Real Madrid superan en
número de visitantes al Guggenheim de Bilbao y al Thyssen. Los dos museos más
visitados en España durante 2016 fueron el Reina Sofía y el Prado, con 3,6 y 3
millones, respectivamente; mientras los de estos clubes de fútbol ya se mueven
en 1,7 y 1,2 millones, con entradas significativamente más caras.
Lo
más sorprendente de lo vivivo en los últimos días es que muchas de las personas
que se avalanzaron sobre su móvil para tuitear contra Pablo Motos por el premio
recibido, quizás, se encuentran dentro de ese más del 36% de español@s que no
lee libros nunca o casi nunca. En este país en el que la información deportiva
cargada de amarillismo le come cada vez más minutos a los informativos, la
crisis se ha llevado por delante a más de 3.400 librerías.
El
pequeño repunte de 174 nuevas librerías censadas en 2015, según la Conferencia
Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), supone un atisbo de
esperanza, pero no podemos olvidar que si las censadas ese año fue de 3.824,
dos años antes, era de 4.336, es decir, se 512 negocios echaron el cierre en
tan sólo dos años.
Entretanto
y más allá de los atenuantes que podamos atribuir a los formatos electrónicos,
el mismo ministerio que ha premiado a Pablo Motos no pone en marcha un Plan de
Fomento de la Lectura. El mismo ministerio, que lo es también de Educación, le
dio un zarpazo a la Filosofía con su LOMCE.
Todas
estas acciones, sumadas a las restricciones al acceso a la cultura que ha
supuesto la subida del IVA –este verano ha comenzado a relajarse– favorecen
directa o indirectamente que continúen apareciendo programas de televisión como
Desnúdame, ese en el que dos desconocidos, a los pocos minutos de conocerse, se
quitan la ropa y se meten juntos en una cama con el gancho de que “a partir de
ahí, todo es posible”… o que, con mayor o menor intensidad, se sucedan entre
sonoras risotadas hechos lamentables como los protagonizados por Juan y Medio
manostijeras…
Quienes
justifican el premio otorgado a Pablo Motos en la audiencia que le respalda,
quizás, deberían invertir la relación, detectando que estos galardones jalean y
espolean a es@s telespectador@s, alejándol@s de otro tipo de propuestas de
entretenimiento mucho más enriquecedoras. ¿Tenemos lo que queremos? En parte
sí, por supuesto, pero también lo que nos dan. En su mano está cambiarlo.
Lo
peor del títular Pablo Motos, Premio Nacional de Cultura 2016 no es que fuera
mentira, sino que podría haber sido verdad perfectamente. De hecho, aunque
cambie la denominación, es el ministerio de Cultura quien le galardona. Eso nos debería dar qué pensar. ¿Qué lugar
ocupa la Cultura en nuestra sociedad? Quienes alguna vez se han hecho esta
pregunta, seguramente, no son el problema; en cambio, todas esas personas que
ni siquiera han reparado en ello, sí.
Vivimos
en un país en el que los museos del FC Barcelona o el Real Madrid superan en
número de visitantes al Guggenheim de Bilbao y al Thyssen. Los dos museos más
visitados en España durante 2016 fueron el Reina Sofía y el Prado, con 3,6 y 3
millones, respectivamente; mientras los de estos clubes de fútbol ya se mueven
en 1,7 y 1,2 millones, con entradas significativamente más caras.
Lo
más sorprendente de lo vivivo en los últimos días es que muchas de las personas
que se avalanzaron sobre su móvil para tuitear contra Pablo Motos por el premio
recibido, quizás, se encuentran dentro de ese más del 36% de español@s que no
lee libros nunca o casi nunca. En este país en el que la información deportiva
cargada de amarillismo le come cada vez más minutos a los informativos, la
crisis se ha llevado por delante a más de 3.400 librerías.
El
pequeño repunte de 174 nuevas librerías censadas en 2015, según la Conferencia
Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), supone un atisbo de
esperanza, pero no podemos olvidar que si las censadas ese año fue de 3.824,
dos años antes, era de 4.336, es decir, se 512 negocios echaron el cierre en
tan sólo dos años.
Entretanto
y más allá de los atenuantes que podamos atribuir a los formatos electrónicos,
el mismo ministerio que ha premiado a Pablo Motos no pone en marcha un Plan de
Fomento de la Lectura. El mismo ministerio, que lo es también de Educación, le
dio un zarpazo a la Filosofía con su LOMCE.
Todas
estas acciones, sumadas a las restricciones al acceso a la cultura que ha
supuesto la subida del IVA –este verano ha comenzado a relajarse– favorecen
directa o indirectamente que continúen apareciendo programas de televisión como
Desnúdame, ese en el que dos desconocidos, a los pocos minutos de conocerse, se
quitan la ropa y se meten juntos en una cama con el gancho de que “a partir de
ahí, todo es posible”… o que, con mayor o menor intensidad, se sucedan entre
sonoras risotadas hechos lamentables como los protagonizados por Juan y Medio
manostijeras…
Quienes
justifican el premio otorgado a Pablo Motos en la audiencia que le respalda,
quizás, deberían invertir la relación, detectando que estos galardones jalean y
espolean a es@s telespectador@s, alejándol@s de otro tipo de propuestas de
entretenimiento mucho más enriquecedoras. ¿Tenemos lo que queremos? En parte
sí, por supuesto, pero también lo que nos dan. En su mano está cambiarlo.
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