TRISTE – Y VOMITIVA
– EURO
Triste Europa, triste condición humana. Triste eres
cuando observo el comportamiento de tus pueblos, y triste, también, cuando
observo el nihilismo financiero de tus élites.
Ustedes
lo han visto. No es la clásica historia de ricchi contro poveri, no. Ustedes lo
han visto, no había motivación política alguna en el acto, no. Reconózcanlo;
ustedes lo han visto claro y diáfano como lo han visto millones de personas en
toda Europa, y no hay excusa : un pequeño grupo de mujeres en la más pérfida
miseria humillándose y haciendo de marionetas para satisfacer las burlas de un
nutrido grupo de machos-alfa centroeuropeos tratándolas del mismo modo en que
algunos seres humanos tratan a un burro con la clásica técnica de la zanahoria
atada a un palo. Recientemente, a la salida del partido entre el Barcelona y el
Arsenal, se ha repetido la misma pauta de conducta por parte de los hinchas del
Arsenal.
Es
deseo de humillar, sin más. Deseo de burlarse y de controlar al otro. Deseo de
sentirse superior. Convicción de que el ser con el que se está jugando tiene la
categoría de no-persona y placer morboso, indisimulado, en sentir que, durante
un momento, los movimientos de otro ser dependen de nuestro capricho.
A
eso, a palo seco, se le llamó siempre voluntad de poder. Y la decisión
auto-determinada de usarlo contra los demás trasciende incluso las
explicaciones que utilizan las clásicas variables sociológicas. El vomitivo
comportamiento de los hinchas del PSV ilustra claramente hasta qué punto los
seres humanos – seres de costumbres aprendidas que somos, para lo bueno y para
lo malo – imitan y practican entre sí el mismo trato que un ser puede infligir
a otro en una posición de superioridad económica o privilegio político, pero en
ámbitos más cotidianos y alejados de las cámaras.
Ninguno
de los allí presentes eran parte de esa malévola clase media susceptible de
traicionar la causa de la solidaridad entre los pueblos, ni tampoco eran parte
de esa malévola clase media que se hace mecánicamente conservadora y votante de
la extrema derecha, ni tampoco parte de esa mala, malísima clase media que
suele dar preeminencia a sus intereses particulares que a la solidaridad entre
la clase trabajadora. He crecido toda mi vida con ese absurdo relato y, desde
hoy, no pienso hacerle el más mínimo caso. Es el relato de la sospecha moral,
política y cultural permanente que los auténticos revolucionarios que vienen de
las alcantarillas de la sociedad proyectan sobre el supuesto egoísmo
insolidario de los estratos sociales intermedios. Es el relato de la
aristocracia intelectual de la clase trabajadora que considera como enemigo a
batir a las clases medias, y no, no pienso hacerle el más mínimo caso. Esta
sociedad es mucho más compleja que la reducción a un relato totalizador.
Hechos
son hechos, y ustedes podrán odiarme si quieren, pero la verdad es la siguiente
: todos los allí presentes eran pueblo raso. Todos los allí presentes,
humilladores y predispuestas a humillarse, eran occidentales y no-occidentales.
Todos los allí presentes, humilladores y predispuestas a humillarse, eran
hombres y mujeres, como muestra el hecho de que muchas de las parejas de los
machos-alfa centroeuropeos allí presentes se reían y aplaudían la vomitiva
macarrería de sus parejas o esposos. Todos los allí presentes eran,
sencillamente, la manifestación concreta del exitoso efecto pedagógico y
cultural que el capitalismo neoliberal a inoculado en la vida civil y cotidiana
de los pueblos. La analfabetización y el analfabetismo moderno consiste, al fin
y al cabo, en ser capaces de hacer de un sujeto que sabe leer y escribir un
encefalograma plano en lo referente a su desarrollo intelectual y volición
moral.
En
verdad, el hombre nuevo que fundamentaba la cosmovisión de las formas más
ideologizadas de ese significante llamado socialismo, hace tiempo que ha sido
creado y alimentado por el capitalismo, pero con la intención y el resultado
inverso. Ese hombre nuevo se llama, a secas, ignorancia. Y a efectos prácticos,
a secas, sólo puede manifestarse en múltiples formas de cosificar y tratar
violentamente al otro. Las alternativas, por supuesto, siguen susurrándose
entre el silencio del desierto y el ruido de la tv-política monopolizada por
tertulianos expertos en nada y sabedores de todo.
Triste
Europa, triste condición humana. Triste eres cuando observo el comportamiento
de tus pueblos, y triste, también, cuando observo el nihilismo financiero de
tus élites.
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