LO QUE NOS CUENTAN DE LAS PENSIONES
POR BIBIANA MEDIALDEA
La raíz del problema está
en la escasez de ingresos: el desempleo, la política de devaluación salarial,
así como las múltiples medidas que rebajan las cotizaciones empresariales, son
los elementos que minan las bases financieras del sistema.
El sistema público de pensiones ha de garantizar unas
condiciones de vida mínimas para todas las personas, independientemente de que
alguna contingencia (como la jubilación) limite su capacidad para generar
ingresos. Es un elemento central del Estado de bienestar, un mecanismo de
cohesión social y solidaridad intergeneracional elemental que pocos se atreven
a cuestionar abiertamente. Sin embargo, en las últimas décadas la oportunidad
de negocio que ofrece la cobertura de esa necesidad se ha convertido en un
filón apetitoso. Como siempre, entre el derecho y el negocio surge un
inevitable conflicto, que hay que tomar en cuenta para entender el diagnóstico
y las reformas de pensiones que se proponen en nuestro país.
Así se entiende, por ejemplo, que instituciones nacionales e
internacionales reiteren mensajes alarmistas sobre la supuesta insostenibilidad
del sistema público de pensiones ¿Los responsables de su sostenimiento
proclamando la inminente quiebra del sistema? ¿Acaso hacen alarde de su
incompetencia? ¿Reconocen el fatídico efecto de sus propias políticas? Más bien
se dedican a generar un miedo que se convierte en contrataciones de planes de
pensiones privados, a la vez que legitiman su subvención con dinero público,
fundamentalmente vía incentivos fiscales.
Con este objetivo, lejos de la presunta objetividad de las
comisiones de “expertos”, se difunde un discurso sencillo y falso que logra el
estatus de verdad incuestionable. En síntesis, se apoya en el siguiente axioma:
la creciente proporción entre personas jubiladas y personas en activo, junto
con la también creciente esperanza de vida, determina la insostenibilidad del
actual sistema público de reparto. Es imposible que cada trabajador pueda
financiar las pensiones de cada vez más jubilados que además viven cada vez más
años. La única alternativa, sigue el discurso oficial, es asumir un recorte en
las prestaciones, tanto en su importe como en su duración (retraso de la edad
de jubilación). Una lógica aparentemente aplastante, pero falsa.
La secuencia se plantea como si de un asunto técnico
(irrefutable) se tratara. Las cuentas no cuadran, no hay margen de decisión.
Dos más dos son cuatro, y punto. Pero es tramposa porque obvia un dato
decisivo: a lo largo del tiempo la productividad aumenta; está ampliamente
constatado que en las últimas décadas lo ha hecho en los países desarrollados.
Por tanto, cada trabajador genera cada vez más riqueza, por lo que la
proporción de pensionistas a las que puede financiar no se mantiene constante,
sino que crece. Pequeño detalle…. Obviarlo, supone eludir la discusión sobre a
qué se dedican los incrementos de la productividad, si a aumentar la
participación de los beneficios empresariales, como viene sucediendo, o por
ejemplo a ampliar las cotizaciones que sostienen el sistema. Defender que el
sistema público de pensiones es por naturaleza insostenible supone ocultar el
conflicto distributivo subyacente, resolviéndolo a favor de una minoría social.
En la misma línea, se identifican mecánicamente los
desequilibrios en el sistema de pensiones con un exceso de los gastos.
“Fortalecer la viabilidad del sistema” es, siempre, reducir el gasto.
Por ejemplo, en los últimos años se viene registrando un
desacople sistemático entre ingresos y gastos: desde 2011 las cotizaciones son
insuficientes para pagar las pensiones, por lo que se ha ido reduciendo el
Fondo de Reserva (ha pasado de 66.815 millones a finales de 2011 a 32.485 al
cierre de 2015). En vez de asumir directamente, como hace el Gobierno y
Bruselas, que esta situación obliga a recortar las pensiones, lo lógico es
cuestionarnos: ¿El consumo de reservas se debe a un gasto excesivo o a unos
ingresos insuficientes? Los datos no apuntan, de ningún modo, a un gasto
excesivo.
Según Eurostat, el gasto público en pensiones sobre el PIB en
España está más de dos puntos porcentuales por debajo del promedio de la UE, lo
que supone que la pensión contributiva media anual en nuestro país esté en
torno a un 25% por debajo de la europea, y que la no contributiva suponga casi
un 50%. La raíz del problema, por tanto, está en la escasez de ingresos: el
desempleo, la política de devaluación salarial, así como las múltiples medidas
que rebajan las cotizaciones empresariales, son los elementos que minan las
bases financieras del sistema. Es la lógica de la austeridad, que reduce
cotizantes y cotizaciones, la que pone en peligro nuestro sistema de pensiones.
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