EL RETORNO DE
LA
POLÍTICA
POR MARCOS MARTÍNEZ ROMANO
La Política -con
mayúsculas- ha retornado al Congreso español de manos de las distintas fuerzas
del cambio con proyectos radicalmente diferentes a los que hasta ahora han
llevado a cabo los dos grandes partidos del Régimen. Al PSOE le sigue tocando
elegir entre los poderosos y la gente.
El
Congreso Español llevaba décadas dormido. Envuelto en un sueño turnista entre
dos partidos que escenificaban sus supuestos disensos mediante faltas de
respeto y actuaciones histriónicas en el hemiciclo -tal y como volvieron a
hacer al comienzo del debate de la primera sesión de investidura- para tapar su
consenso en las decisiones políticas fundamentales que han venido tomando desde
hace años en España. Decisiones al servicio de las élites financieras y
contrarias a las mayorías sociales que han traído desigualdad, dolor y falta de
prosperidad.
Más
allá de sus representaciones teatrales, los partidos del turnismo están
acostumbrados a ponerse de acuerdo en obedecer a los oligarcas en cuanto a las
cuestiones fundamentales que determinan nuestra vida colectiva, como en la
paradigmática reforma del artículo 135 de la Constitución Española. Esto se
debe a su concepción de la democracia como una forma política en la que los
proyectos políticos antagónicos no tienen cabida, sino que la partida se
establece a partir de una serie de reglas preestablecidas (por para quienes
trabajan) e inmutables que hacen que sus proyectos, aparentemente diferentes,
no conlleven ninguna diferencia fundamental.
Sin
embargo, hay conflictos que no pueden resolverse de manera racional, poniendo
de acuerdo a los diferentes sectores con intereses enfrentados. Es el caso del
momento actual en el que una mayoría social empobrecida por las políticas
comenzadas por el PSOE en la última legislatura de Zapatero y profundizadas en
los últimos cuatro años de gobierno del PP, tiene por fin a su disposición una
herramienta política cuyo proyecto es realmente antagónico con respecto al de
los hasta ahora dos grandes partidos. Una herramienta política que solo se debe
a la gente, por lo que no tiene ningún tipo de ataduras con poderes al margen
de la soberanía popular. Una formación que sí entiende que los conflictos son
específicos a la política y que, por lo tanto, el objetivo de una sociedad
democrática no debe ser intentar poner a todo el mundo de acuerdo tapando los
disensos existentes y estrechando el margen de lo que puede ser decidido, sino
ampliar este margen edificando una arquitectura institucional que permita que
los conflictos se expresen dentro de un marco democrático.
Por
ello, Pablo Iglesias, como líder y portavoz de esta herramienta política en
manos de la gente (además de Xavier Domènech y Alexandra Fernández en
representación de las alianzas plurinacionales) despertó al Congreso en el
debate de la primera sesión de investidura de la mejor forma posible: trayendo
la Política –con mayúsculas- de vuelta.
Y
es que en este debate las razones de las gentes y los pueblos de España han
irrumpido con fuerza en el Congreso tras décadas de silencio en las que solo
pequeños reductos de dignidad como José Antonio Labordeta, Julio Anguita o
Sabino Cuadra habían tratado de introducirlas, lastrados por la escasa fuerza
que tenían detrás a la hora de molestar realmente a los poderosos.
Quienes
entienden la política como un juego de trileros en el que lo crucial siempre se
acaba decantando hacia el lado de quienes mandan sin presentarse a las
elecciones se han enfrentado a la política como conflicto, como articulación de
un proyecto hegemónico realmente opuesto al que ellos representan. Por eso han
tenido que escuchar verdades a la cara que algunos, no avezados a ellas, han
respondido con abucheos y descalificaciones. Hoy las palabras de Pablo Iglesias
han sido el reflejo de la irrupción plebeya en una institución que los
privilegiados habían patrimonializado a través de los representantes políticos
a su servicio.
Hoy
se han escuchado voces en català y en galego llevando al Congreso una parte de
la realidad plurinacional del Estado español. Hoy las razones de los pueblos de
España han sonado muy alto provocando el rencor de unas élites políticas que,
tras décadas de calma, ven cercano el momento de comenzar a perder parte de sus
privilegios, sin importar las siglas tras las que se sientan en el lugar donde
debería residir la soberanía popular.
Pero
hoy, también, la voz de Pablo Iglesias ha vuelto a trasladar el deseo sincero
de millones de personas para la conformación de un gobierno de cambio que
represente un proyecto realmente opuesto al que nos ha traído hasta aquí. Un
Gobierno que revierta las políticas austericidas que en su última legislatura
comenzó a ejecutar ya el PSOE y que llevó a su máxima expresión el PP. Un
gobierno que esté al servicio de las gentes y los pueblos de España. Que
revierta los recortes en educación, derogue la Lomce sin paliativos, aplique la
dación en pago, aplique una solución democrática al conflicto catalán y afronte
de verdad la cuestión territorial desde el libre acuerdo y el respeto a la
diversidad y derogue las dos últimas reformas laborales para defender el empleo
de calidad.
Y,
para ello, ha vuelto a insistirle a Pedro Sánchez en que la mano de Podemos
está tendida hacia el PSOE. Sigue siendo Pedro Sánchez el que tiene que decidir
entre seguir al dictado de los poderes fácticos al margen de la soberanía
popular y las viejas glorias de su partido hoy sentadas en consejos de
administración de empresas energéticas o ponerse al servicio de la gente
recuperando lo mejor del legado histórico socialista. Ya no vale el lenguaje
del cambio con el que el PSOE trata de disfrazar su pacto firmado con la
bisagra naranja del continuismo para perpetuar, en lo fundamental, las
políticas dictadas por los oligarcas y aplicadas por el PP. No vale usar el
dolor de las víctimas del terrorismo o Catalunya como arma arrojadiza para
tratar de ocultar que su agenda económica está mucho más cerca de la FAES que
de cualquier partido socialdemócrata de los años 70. Ya solo vale decantarse
entre dos proyectos radicalmente diferentes. Es decir, es la hora de la
Política.
En
definitiva, se ha abierto un tiempo nuevo en la política española. El Congreso
empieza a llenarse de pueblo para dejar de ser un “Congreso de ratones” en el
que la mayoría de sus integrantes estén “vendidos a todos los banqueros” para
que “siempre manden los mismos” -como cantaba Evaristo, el profeta del punk.
y convertirse progresivamente en una
cámara en la que se escuche la voz de las gentes y los pueblos del Estado con
proyectos frontalmente antagónicos a los que en los últimos años nos han
llevado a la actual situación en la que vivimos.
La
Política ha vuelto. Los más estamos aquí para quedarnos.
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