MARIANO DOS PISTOLAS
DAVID
TORRES
En uno de los
muchos diálogos inolvidables de Sin perdón, el sheriff Little Bill -encarnado
por un Gene Hackam glorioso- le explicaba a su futuro biógrafo que un hombre
tranquilo es el más peligroso en un tiroteo. Junto a los barrotes de la cárcel,
frente a los despojos de Bob el Inglés, un viejo pistolero británico
escabechado a palos, Little Bill destroza en un instante toda la épica de los
duelos en las películas del Oeste. “Esto es lo más rápido que puedo desenfundar
si quiero acertarle a algo del tamaño de un granero” dice mientras saca
pausadamente el revólver. Y para demostrarlo, cuenta la historia de Corky
Corcoran, Corky “Dos Pistolas” (al que llamaban así por el calibre de su polla,
no porque llevara dos pistolas), que se enfrentó a Bob el Inglés por un asunto
de faldas y desenfundó tan deprisa que se agujereó un pie. Medio borracho, Bob
disparó sin apuntar y rompió el espejo del bar justo antes de que la defectuosa
y única pistola explotara y le volara la mano a Corky. “Entonces Bob se acercó
despacio y le disparó al hígado. No iba a esperar que a Corky le creciera otra
mano”.
La lección está
clara y Little Bill la expone sin dramatismo: “Si un hombre mantiene la cabeza
fría en un tiroteo, probablemente te matará”. Ese hombre, en medio del saloon
del Congreso de los Diputados, es Mariano, que tiene un remoto parecido con Bob
el Inglés, al menos en lo que respecta al vestuario, la barba y la flema. Patxi
López se ha puesto la estrella de sheriff para recordarle que el gobierno debe
someterse puntualmente a las sesiones de control del Congreso. Sin embargo, el
gobierno está en funciones, una especie de piloto automático que sólo
interrumpen, de vez en cuando, los rezos, bisbiseos y exabruptos de Fernández
Díaz.
Hay unas
cuantas diferencias entre Bob el Inglés y nuestro actual presidente automático.
La principal es que Bob el Inglés tenía que ponerse a buscar recompensas porque
se le acababan los chinos del ferrocarril, mientras que a Mariano los chinos se
le multiplican. La última china en el zapato presidencial, Rita Barberá,
ofreció la mañana de ayer una de esas ruedas de molino que hacen las delicias
de la prensa, la oposición, el observatorio de Monte Palomar y las chirigotas
de Cádiz. En la transcripción del diálogo entre una ex concejal del
Ayuntamiento y su hijo salen relacionadas las palabras “Rita”, “trampa”,
“dinero negro”, “corrupción política total” y “blanqueo de dinero” en poco más
de un párrafo. Vamos, el rosco del pasapalabra económico del PP con sólo cinco
letras. Esa vez la mierda huele tan mal que hasta el cuñado portavoz, Pablo
Casado, y el casado por peras y manzanas, Javier Maroto, no han querido comerse
la rueda de molino.
La reacción de Bob,
perdón, de Mariano, sin embargo, ha sido muy distinta. “Me quedo tranquilo” ha
dicho. Y dice bien, porque tranquilo no ha dejado de quedarse en las últimas
tres décadas, así se hundiera un petrolero, le diera ánimos a Bárcenas o el
Madrid se hundiera a segunda. Mientras los chinos corren en todas direcciones,
Casado se rasga las vestiduras y Maroto, en pleno ataque estalinista, pide una
“purga” para limpiar de bazofia el partido, Mariano se queda tranquilo. Sabe
que en el Oeste, entre la verdad y la leyenda, se imprime la leyenda, y que su
biógrafo está al tanto para, cuando llegue el momento, contar que Corky “Dos
Pistolas”, en efecto, llevaba dos pistolas.
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