CIELO Y METEOROLOGÍA EN
“SEMANA SANTA”
MOVIMIENTO POR LA UNIDAD
DEL PUEBLO CANARIO
La eufemísticamente denominada “Semana Santa” es una fiesta ancestral, de
carácter astronómico y, por lo tanto, perteneciente al calendario científico,
específicamente al calendario lunar de los guanches y otros pueblos, el
Equinoccio (igual duración entre el día y la noche), primer Plenilunio o
primera luna llena de la primavera, que se conmemora desde tiempos inmemoriales
y, desde luego, muchísimo antes del nacimiento de Cristo.
Este acontecimiento astronómico desestabiliza la atmósfera, probablemente
por ajustes gravitacionales en el sistema, lo que trae como consecuencia la
inestabilidad meteorológica en este pariodo del año lunar guanche y el interés
en el mismo tanto por los agricultores como por el mismísimo Vaticano aunque,
obviamente, por motivos diferentes.
La aplicación que los agricultores hacen de este extraordinario
descubrimiento consiste en la utilización del conocimiento del mismo con fines
agrícolas, procediendo a la plantación de cosechas y el almacenamiento de agua
principalmente aunque no exclusivamente, de ahí la importancia de mantener
vigente el calendario lunar guanche e incluso avanzar en la elaboración del
calendario científico.
Otra cosa bien distinta es el uso torticero que se hace de los
descubrimientos científicos de los pueblos, especialmente grave cuando vienen
de quienes históricamente han renegado de la ciencia, los científicos y sus
descubrimientos, como le ocurrió a Galileo cuando demostró sin duda alguna lo
que ya conocían los guanches de antes: la Tierra gira alrededor del Sol y no al
revés como sostenía la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la misma que aún
tiene una deuda histórica con el pueblo canario al haber autorizado su
sometimiento colonial mediante la bula “Tue devotionis
sinceritas” emitida por el papa Clemente VI, todavía vigente (referencia 16 del link). Galileo fue
condenado a ser quemado vivo en la hoguera si no renunciaba a su
descubrimiento, cosa que hizo en defensa de su vida y la de su familia, no sin
antes añadir a su renuncia un lacónico “sin embargo se mueve”.
La tentación eclesiática de conmemorar la muerte y descabellada idea de la
resurrección de Cristo en el primer Plenilunio de la primavera tiene una
relación directa con el impacto que los rayos, truenos y centellas producidos
por la inestable atmósfera produce en los incautos e ignorantados feligreses, como
divino castigo a la inhumana muerte de Cristo a manos del imperio romano que,
crueldades de la historia, se llevó a la mismísima Roma la iglesia fundada por
Juan “el bautista”.
Estas cuestiones las resuelve la Vaticana institución en concilios y fue el
de Arlés del año 314 de la era cristiana el que ordenó la conmemoración de la
pascua (reiteramos, la descabellada idea de la resurrección de Cristo) el mismo
día en todas partes (los guanches tenemos nuestro propio calendario y,
actualmente, estamos en el año 2965, empezamos a contar exactamente 949 años
antes, por lo que estamos ya próximos a entrar en el cuarto milenio). La
cuestión se volvió a tratar en el concilio de Nicea del año cristiano 325, que
resolvió el disenso entre los cristianos de Roma y los de Alejandría acordando
encargar a Alejandría la fecha de la celebración de la pascua, que la
comunicaría a Roma y esta al resto de la cristiandad.
Fue el monje y matemático Dionisio el Exiguo, en el año 525, el que
convenció a la Curia Romana, de la que era miembro, para celebrar la “Semana Santa”
en la primera luna llena de la primavera.
No es el único caso documentado en la histora de la manipulación de los
conocimientos ancestrales de los pueblo en beneficio de las instituciones,
tanto políticas como religiosas. Los sacderdotes egipcios eran conocedores de
los movimientos del cielo y capaces, por lo tanto, de preveer los eclipses
tanto solares como lunares. Cuando algún faraón urgía la finalización de sus
faraónicas obras, como las pirámides, símbolo de su poderío y ejemplo de todos
los regímenes fascistas, encargaban a los sacerdotes reunir al populacho, justo
antes del eclipse de sol, mediante el cual el dios Ra, según ellos, traía la
oscuridad adelantando la noche como castigo por la lentitud en el trabajo de
construcción de las citadas pirámides.
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