OCHENTA Y CINCO DÍAS SIN VENDER
UNA ESCOBA
JUAN
TORTOSA
Alfombras-CongresoTal
como está el patio, yo creo que lo mejor es escaparse unos días, o unos meses,
y largarse bien lejos a tomar el aire. Con viento fresco. Esto está muy
aburrido, muy repetitivo, el manido día de la marmota una y otra vez… Ochenta y
cinco días ya desde aquel domingo de diciembre en que fuimos a votar y aquí no
pasa nada. Ochenta y cinco días de gobierno en funciones, ochenta y cinco días
de continuos mareos de perdiz, ochenta y cinco días vacilándonos. Como reza
aquel célebre dicho, “ni se muere, ni cenamos”, nadie come ni deja comer, cual
perros de un hortelano fatuo, promiscuo y reticente a los compromisos.
Las radios no
saben a quién entrevistar y a los invitados de turno solo les sacan lugares
comunes y banalidades: todo el mundo despejando balones y hablando mucho pero
sin decir nunca nada sustancioso ni proporcionar un maldito titular que
llevarse a la boca. Las teles fracasan en sus intentos de intoxicación y se
inventan titulares porque no tienen ni con qué manipular. Y los periódicos
difunden informes vacíos e insulsos intentando en vano rellenar unas secciones
de política que cada día ocupan menos páginas en el planillo.
Las encuestas
son ya un verdadero coñazo y los artículos de opinión, puras pajas mentales y
patéticas especulaciones que evidencian la escasez de chicha en estos tensos
días de sequía. ¿Será la calma que precede a la tempestad? No caerá esa breva,
me parece.
Tenemos un
gobierno que se ha declarado en rebeldía y se niega a rendir cuentas de su
actuación ante el parlamento. Y quienes no estén de acuerdo, que recurran, el
caso es estirar el chicle, para desesperación de quienes exigimos, en nombre de
nuestro voto, actuaciones concretas ya. La otra pata del bipartidismo ahí está,
con sus patéticos palos de ciego a diestra y siniestra… Y las dos formaciones
recién llegadas no consiguen sacudirse ese embarazoso tufillo de nuevos en esta
plaza, de patosos novatos, por mucho que estiren el cuello y jueguen a hacerse
los gallitos en el patio del recreo.
Y así, el uno
por el otro, van transcurriendo en balde los días sin que nadie parezca
recordar que están donde están porque prometieron contribuir a que este país se
gobernara de otra manera, que la gente puteada iba a dejar de estarlo y que
esos desaprensivos culpables de la situación de la desigualdad y la injusticia
que sufrimos iban a a recibir su merecido desde el minuto uno ¡y un mojón!
Se acaba el
invierno (era otoño cuando votamos), llega la primavera, pasará la semana santa
, se acabará el siempre estimulante mes de abril… y esto continuará siendo un
vergonzoso cachondeo. Nadie dice nada, nadie cuenta nada sobre esta triste y
deslavazada película de intriga que vivimos. ¿Elecciones el 26J? ¿Acuerdos a la
catalana, en el último minuto? ¿Cuántas margaritas tendrán aún que deshojar
para llegar a la conclusión de que ahí no parece existir amor alguno, besos
aparte?
Vergüenza me
dan las cábalas que leo cada día. Infumables caldos de cerebro que evidencian
la desorientación de tanto plumilla entre los que me encuentro: por eso, como
decía al principio, igual lo mejor es escaparse unos días, o unos meses, a
buscar aire fresco en otra parte. O a evitar, por lo menos, que continúen
contaminándote.
J.T.
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