domingo, 19 de enero de 2014

Querido Juan

Querido Juan

GABRIEL MAZZAROVICH
 
Ayer, como a todo el mundo con algo de sensibilidad y de humanidad, me golpeó la noticia: murió Juan Gelman. Me quedé sin reacción por unos segundos. Pensé en Macarena, en Mara, su compañera, y sobre todo pensé en él, en Juan. Digo pensé, porque eso hice, no me dio para hablar, y aún en el pensamiento, ese territorio de privacidad que tenemos para no mostrar nuestras reacciones, se expresaron con fuerza arrolladora dos sentimientos: dolor y tristeza.

Hoy ante el desafío de escribir, y encima publicar, siguen los mismos sentimientos. Escribir sobre la muerte de alguien tan grande puede hacerse de muchas maneras; hay formas preestablecidas, que implican un refugio, una manera de ser políticamente correcto, socialmente correcto. Incluso hay una tendencia a hacer las notas autorreferenciales, hablar de los momentos compartidos, a veces uno termina hablando más de uno que de la persona querida. Por eso no quiero respetar ninguna forma, no quiero ocultar ningún sentimiento; es ese el mejor homenaje a Juan: ser dolorosa y consecuentemente auténtico. Sin escondites, sin refugios. Con el corazón en la mano y la humanidad dolorida.

Juan fue un extraordinario poeta, nadie queda incólume luego de leer su poesía y si se tuvo el privilegio, por suerte multitudinario, de escucharlo leer su poesía, menos aún. Asumió el riesgo de escribir rompiendo moldes, llevando la palabra y su orden hasta los límites, trascendiéndolos y reinventándolos. Sublimó el dolor en belleza. Alertó contra cualquier intento de encasillar su poesía y dijo: “Cuando se habla de mi poesía como política pienso que el error está en pensar que vivo conectado a la realidad las 24 horas del día. No todo lo que sucede en el mundo me despierta la necesidad de escribir un poema. Como ciudadano, tengo compromisos y responsabilidades que no tienen que estar necesariamente en la poesía.

La ideología de alguien forma parte de su subjetividad, pero no es toda su subjetividad”. Su mejor manera de honrar el compromiso fue haciendo la mejor poesía posible e incluso llevando lo posible hasta nuevos límites. Eso, como se sabe, le valió que sus libros se hayan editado en varios idiomas, que sean leídos con emoción y deleite y también varios premios: el Nacional de Argentina, el Juan Rulfo, el Pablo Neruda, el Reina Sofía y nada menos que el Cervantes, este último en el 2007. Es un ejercicio de humanidad recomendable y hasta imprescindible leer “Los poemas de Sidney West”, “Carta a mi madre”, “Gotán”, “Cólera Buey” y su último libro “Hoy”.

Juan fue un extraordinario periodista, de raza, exigente consigo mismo y con quienes con él trabajaron. En los 15 años de conocerlo y tratarlo, en particular en la investigación que terminó encontrando a su nieta Macarena, editó varias de mis notas y guardo un mail donde dice: “Hay que sacarle a las palabras todo lastre innecesario, como se hace con la grasa del asado, para que quede la sustancia, lo que vale la pena decir. No des vueltas, decí”. Desde Orientación, semanario del Partido Comunista Argentino, Opinión, Crisis, hasta sus columnas en Página 12, LA REPÚBLICA y Brecha, hizo cátedra de información y análisis internacional, cultural. Demostró todo lo que se puede decir en 4 mil caracteres. Quizás una de sus obras periodísticas más impactantes sea el libro que hizo con HIJOS de Argentina: “Ni el flaco perdón de Dios”.

Juan fue un extraordinario ser humano. Porteño de pura cepa y a la vez universal. Profundo, sensible, irónico, para usar una de sus palabras mágicas: “querendón”. Luchó por lo que creía sin renunciamientos. Enfrentó los golpes de la represión, el secuestro de su hija, su hijo y su nuera embarazada, la desaparición de estos dos últimos, Marcelo y María Claudia, y de su nieta nacida en cautiverio, pero también la muerte o desaparición de sus amigos y compañeros más queridos. Luego de muchos años de búsqueda incansable recuperó el cuerpo de Marcelo —asesinado de un tiro en la nuca— en un barril con cemento en un río de Buenos Aires.
Emprendió una larga batalla por recuperar a su nieta y dilucidar la suerte de su nuera, traída embarazada al Uruguay. En esa búsqueda lo acompañé, junto a un grupo de periodistas de LA REPÚBLICA, Marcelo Falca, Fabián Werner y el entonces director, Federico Fasano; militantes de los DDHH, ex presos y presas. Uruguay le debe mucho a Juan por esa lucha suya. Se rompió para siempre el cerco de silencio que sustentaba la impunidad. Se terminó con muchas mentiras. Se le quitó la máscara a Julio María Sanguinetti, el principal operador político y defensor de la impunidad. Se demostró con pruebas concretas la coordinación de la Operación Cóndor.

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