ECO-CONCIENCIA SOCIAL
EDUARDO
SANGUINETTI
La
humanidad, instalada cómodamente bajo presión mediática en naciones donde
democracias capitalistas de izquierda ofrecen un mundo para pocos, negándole
espacio a un ecosistema que se plantea como puntual objetivo una civilización
nueva, una existencia alternativa socialista, fundada sobre valores sociales y
éticos, que den espacio a un cambio en la conciencia global.
Basada
esta hoy en medir al individuo con la vara del dinero.
El
capitalismo se hizo hegemónico, cuando la mayoría de seres que componen la
comunidad ha llegado a desear las cosas que ofrece y tiene la mirada de esa
sociedad capitalista que muchos creen combatir, sin darse cuenta de que la red
de ese impiadoso sistema ha caído sobre todos.
Una
humanidad que se moviliza afanosamente tras el espejismo de la fama y el éxito,
dispuesta a probarlo todo, incluso llegando a hipotecar sus vidas en el intento
de pertenecer a ese olimpo de los nuevos dioses que rigen el ser y estar en
este presente, seres que a “sangre y fuego” siguen las tendencias necróticas,
prostibularias y demenciales capitalistas, que devienen en histeria, fanatismo,
psicopatías varias y, sobre todo, socavan la dignidad de vivir en armonía y
paz, en pleno uso de nuestros placeres, dando vuelta las previsiones del
sistema capitalista, disputando con él en el terreno de lo económico, de lo
político y sobre todo en el de lo cultural.
Se
ha abolido, en este régimen, la interpelación y la denuncia de la mentira
sistemática y la simulación puesta en acto, por parte de gobiernos y
corporaciones manipuladoras capitalistas, en todo lo que hace a la fantástica
aventura de vivir; incluso, la negación de todo lo que en otro tiempo se
denominaba “voluntad de ser”.
Hoy
se navega con soltura en una mentalidad epidérmica y frívola, no comprometida,
devaluando lo real y el deber ser, indispensable norma de comportamiento dentro
de un ecosistema que “soporta” a nuestra especie y sus prácticas.
El
siglo XX, que ha sido posiblemente el más sangriento y trágico de la historia,
justifica el descrédito de la pasión por ideas e ideales, porque en el origen
de esas grandes tragedias, aparecieron siempre los dictadores, personajes
funestos, devenidos en este milenio en mandatarios “todo terreno”, esgrimiendo
discursos de entendimiento, desde la ubicuidad de la ausencia de sentido en sus
actos, que cotizan en bolsa de valores de marketing y publicidad rentada.
La
inteligentzia ecológica socialista, indignada, desconfía, con razón, de todo
fanatismo, pues hay un valor máximo a alcanzar, que es la libertad, y el resto
son procedimientos para conseguirla.
Recuerden
que como manifiesta la antropóloga y activista ecofeminista Yayo Herrera: “el
capitalismo nunca va a poder ser verde ni va a tener rostro humano”.
La
actitud de levedad con que algunos han reaccionado frente al autoritarismo de
siglos pasados trae consigo frutos muy diversos: pretende fortalecer la
personalidad, pero acaba, sin embargo, propugnando una personalidad débil,
diluida y permisiva; en vez de exaltar la creatividad, que es lo que pretendía,
engendra un sujeto errático y pasivo. No puede olvidarse que la huida de la
realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida.
Creo
es preciso suscitar un sentido crítico ante el estado de las cosas, con el
enorme riesgo que conlleva, pues el desequilibrio de fuerzas es brutal,
procurando re-situarnos como seres humanos, dando prioridad a los vínculos y
relaciones entre las personas y con la naturaleza, por encima de las relaciones
económicas impuestas por el capitalismo, que han construido comunidades que
giran en torno al dinero.
Formarse,
leer, pensar, hablar, procurar dar profundidad a la vida y, sobre todo,
atrevernos a visualizarnos descarnadamente, para que no quede margen de duda
acerca de nuestra condición de ser, que simplemente es frágil y efímera.