Eduardo
Sanguinetti
filósofo rioplatense
Hace un tiempo, los ciudadanos presenciamos una realidad
cultural que en mucho se define desde los medios monopólicos, denominados de
comunicación, con la creación de un montaje, en el que los hechos son
convertidos en mercancía cual moneda de intercambio.
Esta realidad no es en sí reflejo de un desarrollo
mass-mediático por generación espontánea, sino prueba de los alcances de las
estructuras de poder que conforman estos medios de comunicación, y la
aterradora influencia que tienen en la formación de la imagen de la actualidad.
Es a través de la noticia y la opinión periodística, que el
poder de estos medios incide en el diario existir de la sociedad, enarbolando
supuestos principios de “libertad informativa” y “veracidad”, acomodada a gusto
de las macro-corporaciones del poder financiero neoliberal.
En medio de este alud de afanes “liberalizadores”, en los medios
neo-periodístico-informativos, se ha instalado el tema de la justicia y sus
affaires, con la carátula de la nueva tendencia acerca del acoso y el abuso
sexual como nueva modalidad, muy bastarda por cierto, que intenta -y por
supuesto lo consigue- neutralizar y pulverizar el accionar de personas, de los
más disímiles roles en la comunidad, que podrían originar nuevas instancias de
vida e instalar un nuevo patrón de existencia donde quedarían perimidos los
valores vetustos de una sociedad aún congelada en los desgastados niveles de la
fama y el éxito.
Lejos de favorecer un debate amplio, propositivo e incluyente
que retome casos judiciales concretos en aras de construir condiciones de
evolución social (bienestar de los ciudadanos), casi todos los medios
periodísticos optan por resaltar el lado superficial de casos judiciales
“llamativos”, acrecientan o minimizan la importancia de determinados causas en
función de intereses personales y/o grupales, traducen su afán mercadológico en
manoseo amarillista e, incluso, han llegado a eso que califiqué en una
entrevista reciente como “apología de la violencia por el travestismo
mediático”, un extremo preocupante que favorece ambientes inestables de incertidumbre,
incitación intolerante e inquisitoria, cacería de “los malos” , “los
diferentes”, “los molestos” y demás chivos expiatorios que deviene en
considerar a la ley como una corteza que legitime el delito.
Así presentado, este panorama plantea a los analistas e
investigadores de la comunicación la necesidad de aterrizar en el ámbito de la
deontología el tema del tratamiento que los medios dan a los casos de justicia,
toda vez que la manipulación con que se les exhibe denota el claro predominio
de poder (lograr un control social mediante el miedo).
Juristas, comunicadores y políticos han sostenido que conceptos
como la “ética”, la “responsabilidad informativa”, la “publicación objetiva” de
casos judiciales complejos y el “apego a la legalidad” en el manejo de las
fuentes informativas son elementos de balanza, lubricantes de la difícil
cohabitación entre la libertad de comunicación hoy ausente y el rigor jurídico
de la independencia judicial, hoy en patético exilio.
La defensa legítima de la independencia judicial propicia
también que los juristas consideren que la injerencia inapropiada de los medios
dé pie a “juicios paralelos”, un delito cometido en nombre de la libertad de
expresión, atroz para una correcta impartición de justicia.
¿Democracia o canibalismo en la información? Esa es la gran
disyuntiva a que habrá de enfrentar la maquinaria massmediática de inmediato.
¿Democracia o canibalismo? Todo es cuestión de responsabilidad,
coraje y compromiso, de reconocer derechos pero también deberes y responsabilidades.
Bravo por este filósofo, tan perseguido en su pais por el poder peronista-fascista. Esta nota son principios de lo que un hombre libre puede y debe. En España su presencia y su manifiesto de Indignados, que se dice y lee en todos los Centros de Estudio y en las calles,es letal para los ladrones del gobierno del falaz Rajoy y su banda. ¡Hasta la Victoria Siempre Sanguinetti!
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