LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE “ER PAPA”
(por Carlos Felipe)
Esta mañana, mientras desayunaba, una noticia impactante surgió
de entre los susurros subliminales de mi televisor (que ni siquiera sabía que
estaba encendido). Me quedé atónito y sobrecogido. El anuncio de la renuncia de
Su Santidad eclipsó y desintegró las pseudonoticias habituales de las mañanas:
el escándalo Urdangarín, el caso Bárcenas, quizá Belén Esteban, el maquiavélico
Rubalcaba (el Sadam Husein español)… Lo sobrecogedor del caso es que les venía
muy grande (a la prensa). “LA NOTICIA ES TAN IMPORTANTE QUE LE VAMOS A DEDICAR
VARIOS MINUTOS”. “ES UNA NOTICIA TAN INCREÍBLE QUE NO SÉ CÓMO CONTARLA”. Una
voz a mi lado, incluso, ratificaba los desordenados y caóticos comentarios
periodísticos. “Éste es el último Papa; o el penúltimo, no me acuerdo”.
Mi estupefacción, por supuesto, no tiene que ver con el fondo de
la noticia. La pregunta que me formulé y (aún) me sigo formulando es: ¿Por qué
es tan importante? O quizá: ¿Para quién es importante? Nunca he entendido por
qué los telediarios se hacen eco continuamente de los viajes del Papa a África,
a Sudamérica o al retrete de sus aposentos; de los encuentros con las
“Juventudes Católicas de Camisa Azul”; de sus particulares comunicados que
(habitualmente) atentan contra el sentido común y ponen en riesgo millares de
vidas (al condenar la anticoncepción). Pero, volviendo a mi pregunta. ¿A quién
le interesa la dimisión del Papa?
1) A la iglesia católica, de acuerdo. Es evidente. Los que creen
en la figura de un emisario de Dios en la tierra (o sea, un ser extraterrestre)
ven avalada dicha creencia por la propia vestimenta, mucho más lograda que la
túnica del señor Spock (el orejudo de Star Trek).
2) A los profetas apocalípticos, esotéricos, mesiánicos…,
interesados en verificar si, realmente, este Papa es el último o el penúltimo.
3) A los lectores de revistas del corazón.
¿Por qué intentan imponernos, al resto, el calificativo de
“notición”? Ocurre que este Papa se irá, pero vendrá otro sujeto para ponerse
su mismo disfraz, vivir con sus mismos lujos, pronunciar las mismas
barbaridades adoctrinadoras y crueles, manipular a las conciencias más débiles
y/o analfabetas…
En cuanto a las profecías, a nadie interesan ya. Cuando yo era
pequeño, los consecutivos “fin del mundo” se sucedían en intervalos temporales
lo suficientemente distanciados como para que pudieran generar cierto morbo,
pánico y polémica. Actualmente vienen dados tan seguidos que sólo generan
burlas.
En definitiva, el Papa se va, sí, pero yo ni siquiera sé si se
llama Kissinger, Ratzinger o Wojtyla. Más que la dimisión de uno de sus
miembros, la noticia, en todo caso, sería la desaparición del Estado Vaticano.
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