sábado, 15 de diciembre de 2012

PRESENTACIÓN DE EL PORVENIR DE JUANA VIZCAÍNO Juan Luis Calero


PRESENTACIÓN DE EL PORVENIR DE JUANA VIZCAÍNO
Juan Luis Calero
 La publicación de un libro es el resultado final de una cadena de bondades; uno hace lo que puede y escribe el original sin saber muy bien en qué va a acabar y, luego, hay un editor que confía en el trabajo, en este caso, Ediciones Idea, y le da curso a lo que solo era un conato. Luego, otras personas como Migdalia Morales y Marcelo López, se encargan de vestir el producto hasta que llega a nuestras manos.
Por otro lado, quiero agradecer a mi querido amigo Ángel Morales su inmediata disposición para que pudiéramos compartir este rato. ¿Quién mejor que Ángel Morales? Él, desde los tiempos del periódico La Tarde, me prestó atención sin merecerlo, aquel periódico donde una vez apareció el siguiente titular: Juan Luis Calero, humorista y canarión.
El Porvenir de Juana Vizcaíno hoy supone una excusa para vernos, para charlar y reflexionar sobre el olvido de algunas comunidades, que  se ven silenciadas por la máquina implacable de la modernidad.  A través de este breve escrito he tratado de dibujar afectos, paisajes y personajes. A pesar de las apariencias, El Porvenir de Juana Vizcaíno no es una autobiografía, ni el retrato preciso de algunos episodios de mi vida. Se trata más bien de un gesto de gratitud hacia una estampa fugaz que retrata someramente el ambiente de un barrio que no poseía límites; porque a veces la geografía insular se contradice en sus propias fronteras. Era un tiempo donde no existía la palabra inmigrante, un tiempo en el que jugábamos sin mirarnos el color de la piel, una etapa en la que los acentos venidos de fuera se mezclaban con nuestros modos de vida, para enriquecernos en una pacífica convivencia que llega hasta nuestros días.
 Tampoco es una novelita teñida de la nostalgia tradicional que nos paraliza en la tristeza, o nos llena las lagunas emocionales en el presente. Si hay alguna intención detrás de El Porvenir de Juana Vizcaíno es la intención de  no quedarse en la isla, navegando en sí mismo, sino que es un guiño a los isleños de tierra adentro, a los isleños que han nacido en un continente. Y ello me da pie a airear una breve reflexión sobre lo que entraña el ser isleño, y de los argumentos que se construyen sobre este endeble concepto. En Canarias vive y se acuña el mito que dibuja al isleño como un hombre limitado por el mar, por las cumbres que terminan en la orilla de las olas; un isleño que se expresa con un habla cargada de bellos arcaísmos, y de palabras de diversa procedencia.
     Entiendo, y estoy convencido, de que cada uno de nosotros es una isla, da igual que hayamos nacido en un pueblo de Castilla La Mancha, o en Talavera de la Reina; en una aldea perdida de Galicia, o en Castrillo de los Polvazares.
     Existen islas de tierra adentro, y podemos encontrar –sin grandes esfuerzos- a hombres que se sienten isleños en medio del continente. Son isleños que poseen las mismas carencias,  las mismas soledades, que se espantan con los mismos miedos, y con semejantes ilusiones que un isleño bañado por la brisa de mar.
     Todos los que decidimos viajar , cambiar de residencia , llevamos consigo una isla íntima que, con el tiempo, pierde el nombre.  Por eso, me atrevo hoy a hacer una invitación: pensar la isla desde la isla, y a pensar la isla desde el continente. No es más isleño el que abandona la isla rodeada de agua por todas partes, que aquél que deja tras de sí una isla con mares que son páramos, y montañas con atardeceres azules como en El Porvenir de Juana Vizcaíno.  Propongo una insularidad no excluyente, sin el corsé provinciano que entorpece la libre mirada sobre el resto del mundo.
          No quiero condicionar con esto a los posibles lectores, porque un texto es siempre una incertidumbre; cada cual interpreta lo que lee según su estado anímico, sus apetencias, según su vocabulario o su lugar de nacimiento. Y saben que un texto obedece a una estructura interna que puede ser deconstruida en cualquier momento, y que cada cual lleva dentro su propia novela, o un grupo de novelas que escribimos en nuestras conversaciones, en nuestra mente, sin que por ello se sienta la necesita de escribir sobre el papel.
La escritura y la lectura siempre han sido dos hábitos que se han hecho visibles a través de mis colaboraciones con periódicos como el Diario de Avisos, La Gaceta de Canarias, La Opinión de Tenerife y La Provincia. La clave de El Porvenir de Juan Vizcaíno es el encuentro y la búsqueda casual con un modo de narrar que no me fuera extraño, que mezclara una retahíla de vivencias con un grupo de personajes que tuvieron réplica en la realidad hasta deformarse en el relato; no me interesa el tiempo lineal, tal vez me interese más el tiempo circular de los paganos, de los antiguos griegos, que veían en el presente la fuerza del pasado y la ilusión del futuro. Cuando digo que llevo casi cuarenta años escribiendo El Porvenir de Juana Vizcaíno, puede resultar una paradoja por el número de páginas. El Porvenir de Juana Vizcaíno no es una historia, es la convergencia de muchas historias, tantas como las que quiera inventar el amable lector. Esta novelita no es un lugar donde algo termina, es a la vez una estación de donde parten diversos trenes dirigidos hacia infinidad de encuentros y de destinos argumentales.
             Muchas gracias.

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