Eduardo Sanguinetti
filósofo rioplatense
Creo que la comunidad ignora el “malestar de la
legítima inteligencia”, ante el espectáculo en que se debaten las diferentes
representaciones de la “realidad”, que pasó a ser una situación carente de
importancia, ya que es poco probable reconocerse en la misma como actor, pues
uno se ha convertido en espectador del gran espectáculo instalado en este
milenio, que presenta la apertura de un abismo, entre quienes piensan que viven
y quienes dictan sobre el mundo, o piensan actuar sobre él.
Queda claro entonces, que lo real y la verdad,
hoy, persisten solo en el lenguaje, la escritura y el nomadismo obligado, de
quienes resistimos a transitar en una realidad gelatinosa y ficcionalizada, sin
aparente posibilidad de cambio en el futuro inmediato.
Ayer dominaba el dogmatismo de la lucha de
clases, hoy las simuladas gesticulaciones humanitarias, carnales y sexuales,
que con certeza, eliminaron la fractura social, o aliviaron el “repentino e
insoportable malestar del mundo”.
No hay nada más tedioso que las sucesivas y
siempre perentorias “opiniones”, con que nos abruman los artículos
periodísticos escritos en los medios del poder y el recontrapoder, siempre tras
la noticia fraguada en las redacciones de los medios o en los estudios de TV,
de los conocidos opinólogos rentados o los comunicadores de tiempo completo.
Opiniones rápidamente retomadas, en intentos de
libros-ensayos, especulativamente mal facturados y sin futuro, como aquellos
que precisamente la prensa gráfica y televisiva, no cesa de alabar, con la
pretensión de que representan el pensamiento de este tiempo. El lenguaje, se
utiliza como elemento masturbatorio, desde los medios denominados de
comunicación y en las redes sociales, que cubren y actúan cual guardia
pretoriana, de todos los incluidos en este patético mundo de estos energúmenos,
elevados a categoría de nuevos dioses del olimpo, quienes sentaron reales en el
universo de la prostitución y la impunidad, a cualquier precio y pareciera que
por siempre.
Pobre milenio, en que la palabra intelectual, puede
designar cualquier cosa, es decir, casi nada. Pobre milenio el que ha tomado
como modelo de análisis lo que han hecho de él ciertos periodistas “sin
objetividad ni subjetividad”, invadidos por opiniones etéreas, pero concretas
en el momento de disparar la palabra difamando, injuriando y mintiendo, pero
siempre en la búsqueda de una opinión pública estable, sin matices y general,
construida de manera perentoria.
Muchedumbres consumistas de nociones simples,
rápidamente adquiridas en las tiendas de accesorios y que el “pensamiento
aristocrático”, con respiración artificial, rechaza, atento a los matices y
abierto a considerar complicaciones y bucear en las respuestas a tiempo, para
que el proceso de destrucción se detenga. Este accionar aristocrático suscita
la ira de la tiranía de una democracia para algunos, que intenta gestionar una
función de gobierno, acompañada del resentimiento de sus fanáticos militantes,
a quienes les fastidia la autodeterminación y el renunciamiento, de quienes
optamos por un camino al borde del sistema, accionando sin “jefes” que
manipulen nuestros actos, en absoluto estado de indefensión, ante las amenazas,
atentados y difamaciones que recibimos, cuando no elegimos unirnos al rebaño.
La democracia, no es una sociedad de consenso.
Es una sociedad en la que cada uno tiene el derecho de expresarse desde sí
mismo, por sí mismo y elegir, acorde a sus inclinaciones y capacidades, con
coraje y denunciar sin miramientos, cuando nos engañan, mienten e intentan
doblegar nuestra resistencia de seguir siendo, uno mismo.
A los gobernantes del mundo no le interesamos seres autónomos,´con mentes lúcidas y espíritu crítico.Seres honestos.Comprometidos con la verdad y la libertad...no podrían controlarnos.A ellos les interesa conseguir ovejas de rebaños,no trashumantes,pusilánimes de mente...entretenidas en trabajar e invertir comprando ídolos de barro.
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