MANUEL HINDS
Hay mucha gente que piensa que hoy se va a
terminar el mundo debido a que se termina el ciclo largo del calendario maya.
Por supuesto, como en cualquier día, el mundo puede o no terminar, con una
probabilidad alta de que no termine. Esta predicción tiene tres problemas
serios. Primero, no coincide con las de los mayas mismos, que en unas
escrituras descubiertas este año en una casa en las ruinas de Xultun en
Guatemala se refirieren a fechas miles de años después del día de hoy, cosa que
no hubieran hecho si hubieran creído que el mundo ya no existiría para
entonces. Segundo, desde antes, los estudiosos de los mayas ya habían aclarado
que, así como el fin del calendario de cualquier año no implica que el mundo se
va a terminar el 31 de diciembre de ese año, el final del piktun (el ciclo de
2,880,000 días que los mayas llamaba el ciclo largo) no indica que no vaya a
comenzar otro piktun al día siguiente. Tercero, sin quitarle ningún mérito a
los mayas, nadie ha demostrado que hayan sido buenos en predecir nada que no
fueran los movimientos de los astros, que nosotros también podemos predecir. Si
los movimientos de los astros que los mayas predijeron significaran que el
mundo se va a acabar ya los científicos modernos ya se hubieran dado cuenta.
Pero esto no quiere decir que los mayas no
hayan legado una predicción muy valiosa—la de su propio ejemplo. Su historia de
esplendor y caída es un predictor de lo que sucede cuando una sociedad cae en
la corrupción, la codicia y la vanidad de sus gobernantes. La grandeza de los
mayas puede vislumbrarse notando que el suelo del Petén, que hoy produce sólo
lo necesario para mantener 367,000 personas, se estima que llegó a mantener más
de 10 millones de personas durante su apogeo maya. Su dominio de las
matemáticas está demostrado en la construcción del calendario mismo, que era
tan preciso como el nuestro, y con su análisis de los movimientos de los
astros, que requiere de matemáticas muy sofisticadas. Algo muy importante es
que dominaron el concepto del cero, que es esencial en las matemáticas
modernas, y que lo hicieron 900 años antes que los europeos.
El gobierno era un actor muy importante en esta
hazaña, construyendo buenos caminos, estudiando astronomía y climatología para
diseñar mejores técnicas agrícolas (el calendario fue un resultado de estos
estudios) y manteniendo la educación agrícola del país, que permitía la alta
producción de los mayas.
Con el tiempo, sin embargo, los mayas
permitieron que la codicia y la vanidad de sus gobernantes fueran sustituyendo
a los servicios públicos como la motivación del gasto público. Los grandes
señores tomaban varias esposas y muchas amantes y esperaban que el gobierno (es
decir, el pueblo mismo) les proporcionara a todas ellas y a sus hijos y nietos
con medios para asegurarles una vida de lujos y boato. Los grandes palacios
sustituyeron a los caminos en la prioridad de la construcción, los gastos de
las amantes de los reyes reemplazaron las inversiones en conocimiento.
Las necesidades de recursos se fueron volviendo
tan enormes que el gobierno no sólo aumentaba continuamente los impuestos sino
que además rebajó el volumen y la calidad de los servicios públicos. Ambos
resultados mataron la inversión y la producción de ciudad tras ciudad.
Habiendo exprimido sus propios pueblos con impuestos
para mantener sus procesiones y sus jades y sus exóticas vestiduras y palacios,
los gobiernos trataron de buscar más recursos robándolos de los pueblos
vecinos, lo que resultó en grandes guerras que desangraron a todos. De esta
forma Calakmul, una ciudad al norte del Petén, destruyó en 679 a Tikal, sólo
que para 700 Tikal, reconstruida, destruyera a Calakmul. Ninguna de las dos
ciudades se recuperó a su previo esplendor. Doblegadas por impuestos y con la
carga de los muertos, decayeron irremisiblemente en los años siguientes. La
ciudad que ahora llamamos Dos Pilas aprovechó la caída de estas dos ciudades
para establecer su hegemonía. Pero esta no duró, acabada por los mismos vicios
de la codicia y la vanidad de los gobernantes, sus amantes y parientes. En las
guerras que siguieron, las ciudades ya no se reconstruían después de ser
arrasadas. La última en desaparecer fue Cancuén, en donde el penúltimo soberano
había construido un palacio de 25,000 metros cuadrados y cuyo hijo trató de
expandir antes de colapsar en el caos total de altos impuestos y baja
producción.
De esta forma, la corrupción enquistada en los
gobiernos de los mayas a través de sus gobernantes, sus amantes y parientes,
generó una sed de impuestos y de guerras que terminaron por destruir la
civilización entera. Es en esta predicción que los mayas produjeron a través de
vivirla ellos mismo que debemos reflexionar en este día. Es una predicción que
han vivido civilización tras civilización, siempre cumpliéndola. Es triste que
nosotros, sin haber alcanzado la grandeza, estemos entrando a la decadencia
causada por la codicia y vanidad de los gobernantes, sus amantes y parientes, y
estemos viviendo ya esas procesiones de lujos y boato que mataron a los mayas,
y a los griegos, y a los romanos, y a tanto otro pueblo civilizado
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