"2013, EN TIEMPO DE LIBERTAD Y VERDAD"
Eduardo
Sanguinetti,
Filósofo Rioplatense
Toda
escritura convoca a un lector. La de una columna de opinión, convoca a cantidad
de lectores y como escritura de un año que se inicia, es mi deseo, como saludo
y bienvenida al 2013, recibirlo en “Tiempo de Libertad y Verdad”.
La
libertad se presenta como el valor más estimado, en todos los tiempos de la
historia de la humanidad: se promete, se proclama, se aspira a lograrla y
también, en ocasiones, se teme, se restringe o se aniquila. La libertad aparece
pues como un valor, como algo que hay que realizar, como un objetivo que puede
ser alcanzado o no.
Es
sobre todo en el Siglo de las Luces, con la Revolución Francesa y a modo de
corolario, como última gran conquista revolucionaria en el siglo XX, a la
revolución cubana, en toda su contundencia, donde ha resonado con toda su
fuerza el llamado a la libertad. Desde entonces muchos miran la historia como
un irresistible proceso de liberación que debe conducir a una era en la que el
hombre, totalmente libre al fin, goce de la plenitud, que da el ejercicio pleno
de sus derechos y obligaciones, en solidaridad, equidad y diversidad, para la
comunidad de este tercer milenio.
A la
vez, el movimiento de liberación se fija como un objetivo político y social: la
supresión del dominio del hombre sobre el hombre y la promoción de la igualdad
y fraternidad entre todos los seres humanos, suprimiendo la esclavitud, la
servidumbre legal y reconociendo de modo creciente el derecho de todos a
participar en el ejercicio del poder político. Sobre todo, el movimiento
moderno de liberación debe aportar al hombre la libertad de pensamiento y
decisión: proponerse darle el valor y la audacia de servirse de su propia
razón, como reza el lema kantiano (sapere aude), en la configuración tanto de
su propia vida como de la sociedad.
La
libertad no es arbitrariedad o indeterminación pura, sino más bien la capacidad
de autodeterminarse.
Si la
libertad es tener que ser uno mismo (según Aristóteles y Hegel), la libertad
culmina como fidelidad a sí mismo en cualquier circunstancia y por encima de
las variaciones y oscilaciones de la existencia porque “corresponde a la
fidelidad del hombre cumplir aquello que prometió”.
Los
conflictos en los que se juega la conquista o la pérdida de la libertad
política adoptan en el plano teórico la forma de una paradoja que admite muchas
formulaciones: o seguridad o libertad, o fuerza o libertad, o verdad o
libertad, u orden o libertad. De esta manera aparecen, por un lado, los valores
de la seguridad, el orden y la verdad, y por otro, el de la libertad.
Pero es
claro que una libertad que no tiene nada que ver con la verdad es mera
trivialidad y simulacro.
Probablemente
la formulación más aguda de la mencionada paradoja sea la de Rousseau, quien
insiste que sin verdad no cabe libertad.
Para
finalizar agregaré que la paradoja por tanto entre verdad y libertad es una
cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y, en último
término, de libertad, de la cuota de mal que una sociedad puede mantener como
signo de una libertad efectiva, que, como tal, será siempre una inversión
arriesgada que dará ganancias en unos aspectos y pérdidas en otros.
La
unidad social no se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el
conocimento de su verdad, y tampoco por mucho que se proclame y se enseñe su
verdad si falta la libertad.
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