DONDE SÍ SE ARRUINAN LOS
ESPECULADORES
Algunos especuladores, al menos en
el metaverso, recibieron
de su propia medicina. – DALL-E
No hace ni un par de años que el metaverso se presentaba como un mundo alternativo en el que desarrollar una vida paralela sacudiéndose todo lo que no nos agrada de la real. Un mundo a medida, comenzando por nosotros mismos –ojo a la seguridad-, configurando nuestro físico ideal, quizás, opuesto al que de veras tenemos. Tras el triunfo de Trump y la Europa que nos está quedando, con un medio ambiente en la UCI y una emergencia habitacional que nos consume –mañana 9 de noviembre Málaga inundará las calles-, el metaverso para entrar a vivir llama a mudanza. Sin embargo hay dos cosas que al otro lado no cambian: el poder adquisitivo y la especulación. Y allí no dan pena los desahucios.
El
sueño prometido del metaverso está más muerto que vivo. Todo cuando visionó
Mark Zuckerberg, autoerigido como gurú, ha fracasado. El otro día me dejé caer
por un foro de la consultora Gartner, en el que participan expertos en
tecnología, y algunas de las opiniones ante la pregunta de si el metaverso está
vivo o muerto eran demoledoras: "Nunca se materializó. Siempre fue una
solución en busca de un problema. Todos se quedaron sentados esperando a
que Meta produjera algo que mereciera la publicidad masiva y la inversión, y
nunca entregaron nada convincente o útil. Ni siquiera sus propios empleados
estaban interesados. Meta quemó el equivalente al PIB de un país pequeño
antes de darse por vencido".
Aunque
algunos todavía albergan alguna esperanza asegurando que todo es cuestión de encontrar casos de uso y de tiempo,
quizás, en cinco años, no pocos sentencian que estuvo "sobrevalorado desde
el principio. Y muy muerto". El hecho de que se vayan desarrollando
experiencias de realidad virtual (VR) y realidad aumentada (AR), ahora
impulsadas también con la Inteligencia Artificial generativa (GenAI), no quiere
decir que el sueño de Zuckerberg se esté cumpliendo. Tampoco otras iniciativas
más asociadas a los videojuegos como Roblox. El fundador de Meta prometía algo
diferente.
Uno
de los hechos más irrefutables que confirman el fracaso de aquel sueño es que los
especuladores ya no miran al metaverso para lucrarse. Lo hicieron, vaya si
lo hicieron, comprando también allí parcelas y construyendo edificios. Empresas
como Atari llegaron a pagar 3 millones de euros por una
parcela en el metaverso de The SandBox vía la inmobiliaria
digital Republic Realm, comprando incluso un yate digital con forma de NFT
(otro fracaso) por 650.000 dólares.
Atari
no fue una excepción, hubo otras tantas multinacionales que se lanzaron a abrir
réplicas de su negocio en el metaverso o variantes NFT. Gucci, Coca-Cola,
Sotheby’s, Samsung, Hyundai, Nike... fueron otras que flirtearon con el
fenómeno. A estas grandes compañías se sumaron también especuladores
oportunistas que acudieron al calor del dinero fácil y rápido en el metaverso.
Como sucede en el mundo real, consideraban las parcelas y los edificios como un
elemento más con el que comerciar y llenarse los bolsillos. La locura se desató
tanto, que incluso, hubo hipotecas para el metaverso. La compañía TerraZero
Technologies pasó a la historia como la primera en conceder una hipoteca para
la compra de una parcela virtual de 45.000 dólares en Decentraland, otro de
los espacios de metaverso que más expectación creó hace dos años.
Detalles
como la cuantía prestada o la tasa de interés no se desvelaron, aunque sí el
plazo, dos años, lo que sugería la incertidumbre que todavía generaba aquel
‘mercado’ incipiente. Hoy sabemos, tal y como publicaba Bloomberg hace tres meses, que aquella fue
su única hipoteca, ya devuelta por el mismo importe debido al colapso del
metaverso. De hecho, el valor de las propiedades de Decentraland se ha
desplomado casi un 95%. Y no es lo único que se ha precipitado en este
mundo virtual, también sus usuarios en cerca de un 90%.
A
finales de 2021 y 2022 esta oleada especuladora propició que surgiera un
mercado de préstamos hipotecarios que ha terminado en ruina. No hay que
olvidar, además, que estos mundos digitales se manejan con criptomonedas, lo
que no ayuda a sumar fiabilidad dada la volatilidad y las sonadas estafas
en este segmento. Aquel mercado utilizaba los NFT subyacentes como garantía;
básicamente, el prestamista conservaba el NFT que representaba el terreno y
concedía el derecho de uso de la parcela al prestatario.
En
este sentido, aparecieron lagunas legales que la legislación terrenal no
parecía ser capaz de resolver en el plano virtual. Una de ellas era, ante
una quiebra de la plataforma, ¿quién actúa como propietario de la parcela,
quien tiene el derecho de uso o el propietario del NFT? ¿Qué derechos tendría
ahí el prestatario que, en realidad, parece ser un mero licenciatario del
prestamista? Quienes en su día solicitaran una hipoteca en el metaverso y no
hilaron muy fino en su contrato de préstamo, las habrán pasado canutas... y eso
no es virtual. Y eso, sinceramente, tampoco nos importa demasiado a quienes
andamos ocupados y preocupados en asuntos más terrenales.
A
pesar del fiasco, todavía a día de hoy hay empresas que alientan la inversión
inmobiliaria en el metaverso, asegurando -sin sustento fiable- que el mercado
inmobiliario virtual superará los 15.000 millones de dólares en 2030. Que
sigan, que en el fondo, y quizás no tan en el fondo, sus quiebras mitigan la
zozobra que esas mismas ansias especulativas suyas nos provocan en el mundo
real.
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