EL DESPRECIO AL ORDEN PÚBLICO INTERNACIONAL
COMO SÍNTOMA
Foto: Gobierno de Argentina
No sé cuánto podamos hacer pero, como mínimo, no seamos tan idiotas de mirar para otro lado o claudicar ante la guerra psicológica contra el humanismo básico y la racionalidad elemental
La
reciente votación de Argentina en Naciones Unidas, en la que nuestro país
rechazó la promoción de una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio,
expresa la subordinación de la diplomacia argentina al gobierno ultraderechista
de Benjamin Netanyahu. No es un apoyo al pueblo israelí, es un contrato de
compra-venta entre tiranuelos incendiarios.
Netanyahu es un criminal de guerra, verdugo de israelíes y palestinos, que ha sembrado destrucción en Gaza, promovido una masacre sin precedentes, desoído el clamor de los familiares de los rehenes. Este monstruo ¡Ahora quiere crear en Medio Oriente una zona de guerra nuclear! Solo la Argentina de Milei, entre todas las naciones de la tierra, apoyó semejante locura.
La
posición de Argentina no representa nuestros valores históricos de paz,
justicia y respeto por los derechos humanos;
representa los intereses económicos de un grupo de funcionarios que comercian
con armas de factura israelí, expresa el delirio mesiánico de Milei, refleja la
cooptación de nuestro estado por servicios de inteligencia extranjeros. No es
una pavada.
Esta
claudicación colonial se enreda con la manipulación patética en el debate público.
No podés decir nada frente a semejantes cosas porque viene algún pelotudo y te
dice antisemita. Lo más triste es que esta lógica retroalimenta a los
verdaderos antisemitas que trabajan en una alianza tácita con los
netanyahuistas para convertir un debate geopolítico y humanitario en
cuestión religiosa o “étnica”. Es un mecanismo para inducir polarizaciones
funcionales al poder de la destrucción y el odio.
Esta degradación del debate
público nos lobotomiza. Nos impide pensar, razonar, cuestionar
Ejemplo:
Norman Briski es un actor que recibe un premio y se sube a una tarima. El tipo
expresa su repudio a la masacre en Gaza, la martirizada Gaza. No emite una sola
palabra de odio contra Israel ni incitó al antisemitismo… Norman Briski ¡es
judío! Pero por algún motivo, de repente es un propagandista de Hamas.
Esta
degradación del debate público nos lobotomiza. Nos impide pensar, razonar,
cuestionar. Nos deja atrapados en un esquema binario donde o estamos “a favor”
o estamos “en contra”, sin posibilidad de matices, de humanidad, de reflexión.
En este caso, según la posición que adoptes, sos pro-genocida o pro-terrorista,
aunque estemos a miles de kilómetros de la zona de conflicto. Así es como el
odio se reproduce y las diferencias derivan en violencia.
La
condición básica para el desarrollo de esta lógica es la destrucción de
cualquier vara que permita evaluar las acciones o comportamientos de manera
mínimamente racional y equitativa. Esto no solamente pasa en el debate público:
se ha trasladado al derecho.
Cuando el
derecho no puede ordenar la sociedad, la fuerza se convierte en ley. Las
normas de derecho internacional público han sido completamente pisoteadas,
trituradas, meadas. Esto no puede llevarnos a otra cosa que a la guerra de
todos contra todos y a la devastación del planeta… o a la elevación de un nuevo
imperio que actúe como el Leviatán. Los que juegan a ese juego, desde luego,
van a legitimarlo con mecanismos de polarización inducida.
El orden
internacional, diseñado tras la Segunda Guerra Mundial para promover la paz
obtenida después de derrotar a las ideologías deshumanizadoras nazifascistas,
supremacistas y militaristas, se está desmoronando frente a desafíos que
amenazan la misma supervivencia de la humanidad… la crisis climática, la
desigualdad extrema, la aparición de actores supranacionales totalmente
desregulados. Este orden público internacional institucionalizado en las
Naciones Unidas, que tantas veces falló con los propósitos de su Carta, es una
de esas cosas que muchas veces la izquierda y los movimientos
nacional-populares subestimamos, clasificándolos como arietes del imperialismo.
Lo vamos a extrañar.
El
conflicto en Gaza refleja cómo cualquier estado, grupo económico o individuo
con el poder necesario, se le caga de la risa a las Naciones Unidas, a la Corte
Penal Internacional, a la UNICEF, a la OMS…sin siquiera intentar disimular un
mínimo apego al derecho público internacional. Cuando la ley es
desvergonzadamente pisoteada, cuando sólo se aplica a los débiles —sean países
o clases sociales—, cuando los fuertes se lo pasan olímpicamente por el traste
sin ruborizarse, estamos condenados a un futuro distópico.
Sin ley
ni racionalidad tenemos opresión y oscurantismo legitimado. ¿Termina la era del soft power? ¿Comienza el tiempo de la violencia
anómica? La vocación plutocrática y el darwinismo social salen del closet… y
nos invitan a sumarnos. No sé cuánto podamos hacer pero, como mínimo, no
seamos tan idiotas de mirar para otro lado o claudicar ante la guerra psicológica
contra el humanismo básico y la racionalidad elemental.
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