lunes, 19 de noviembre de 2018

LOS SIETE RISCOS....3


LOS SIETE RISCOS....3
DUNIA SÁNCHEZ
Los siete riscos cuando eran amenizados por la corriente del alba tomaban la tonada de la madre tierra, de esa siete mujeres presas en la soledad y el callar. Amanecía con la tonada de un otoño soleado que incidía en una de las cuevas a medida que tiempo recorría el horizonte eterno. Ellas, llevadas por el despertar esbozaban cierto grito en medio de aquel virgen espacio. Las sietes se acercaban a la entrada de la cueva y cerraban cada una mientras el movimiento del sol las seguía los ojos. Elevaban los brazos como ola que viene y las llevan a una respiración profunda en medio de rocas laváticas de miles de años. Ellas, las siete mujeres , no se conocían , solo, el aliento gélido de la mañana llevaba cada una de sus voces, sus siete voces a la otra. Por ello no se sentían solas en ese templo natural del silencio. Solo, salpicado por algún ave a la caza de su presa. Luego, se miraban sus manos, en ellas giraban todo el placer humano, de sus sentidos destinado al aislamiento pero con la confluencia de la naturaleza. Abrían los ojos, los catorce ojos paulatinamente y con el ritmo del astro rey y examinaban todo lo que tenían a sus alrededores. Hondas, profundas se sentían satisfechas, cada una en su risco. Riscos que marcaba el paso de horas a medida que ellas cantaban la canción del abandono, del desahucio de la aldea donde habían nacido, crecido con las vertientes negativas para otros. Ellas, las siete mujeres de los siete ricos se hallaban en la plenitud, eran felices. Aunque el otoño apriete el crepúsculo del día las atizabas de una alegría inmensa. Una alegría ausente en las mentes escalabraras de la aldea, la enorme aldea. Y el canto empezó cronometrado por la naturaleza, cada una anunciaba en ese  chillido desmesurado sus deseos, sus propósitos. …
LOS SIETE RISCOS...4

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He dicho tantas cosas
En el moliente sendero de alas caídas
Que soy encuentro con la voz dormida
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
En la muralla de lo oscuro
Que ahora me busco, me encuentro
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde se agazapa frágiles pensamientos
Que ya no escucho, que ya no menciono
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde impera la mentira de los amaneceres
Que en el silencio despierto
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Muertas en el olvido, desheredadas
Que soy espíritu vertical
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Rotas en el empeño sordo
Que ahora soy vigía de luz
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde el cansar se acuesta a mis espaldas
Que ahora libre curso los deseos
En los vientos nortes.

Y las siete mujeres de los siete riscos así cantaban, cada una con su paso, cuando el turno las alumbraba en el eco del amanecer.  Se acogían un cielo despejado pero de nubes venideras de lluvia. La aldea estática parecía también circular en sus hábitos cotidianos, costumbres presas del miedo, del terror a la cruz en llamas apagadas en cada recoveco de su inmensidad. Ahí viene la lluvia, riscos plagados de arroyuelos aletargados que ahora eclosionaban con el valor corriente abajo. Y las siente mujeres dde los siete riscos continuaban cantando la misma balada del alba. El alba…el alba impregnado por el renacer de lo verde en un lugar yermo, áspero, usurero. Tierra agradecida cuando unas pocas gotas acarician su piel libre, a la intemperie de las emociones. Libre como las siete mujeres de esos siete riscos. Alimentadas por el delicioso y frágil aroma de la naturaleza, de lo salvaje…

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