LA MALA SALUD DE HIERRO
DE SÁNCHEZ
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
Pese a los
certificados de defunción de Sánchez, que ya sugieren prestigiosos
observadores, acompañados, claro está, de unas fechas de apertura de las urnas
generales, el muerto goza de buena salud, o, mejor dicho, de una mala salud de
hierro. Más allá de las consignas de rigor, traidor para unos y cobarde para
otros, ninguno de los que las profieren, sean siglas o líderes, puede tenerse
en pie ni política ni electoralmente. De hecho, si el actual gobierno lo es, se
mantiene y va a entrar en el 2019, se debe a que durante casi medio año, desde
la moción de censura, carece de compromisos políticos y fue votado gratis total
por todo el arco parlamentario, a excepción de las dos derechas, la corrupta
del PP y la cerril de Cs.
El escenario que
hizo posible el gobierno de Pedro Sánchez se ha multiplicado al cubo. Solo
faltaban las aventuras de Cospedal con el comisario Villarejo, espiando a los
propios (Arenas) como a lo ajenos (Rubalcaba), para intuir que Pablo Casado
tiene los días tan contados como los tuvo hace unas dos décadas Hernández
Mancha, antes de la designación de Aznar. Es tan solo cuestión de tiempo, hasta
la anunciada debacle en las próximas elecciones generales, que un tercer
gallego, tras Fraga y Rajoy, se traslade a Madrid para hacerse cargo del
Partido Popular, a fin de adecentarlo. Si Feijóo no pudo en julio entrar en
Génova, debido a otro oscuro dossier elaborado desde un importante despacho
contiguo al que tuvo Rajoy en la Moncloa, podrá hacerlo justo antes, en, o
después de 2020.
La romería organizada por Albert Rivera a
Alsasua eleva a la enésima potencia
el cerrilismo joseantoniano de
Ciudadanos. Intentar catalanizar Navarra, como si ya no fuese suficiente el
conflicto con la actual Generalitat, es de una irresponsabilidad política
insuperable. El programa enunciado ayer en Altsasu, de hecho un programa común
de las tres derechas que compiten en un mismo espacio electoral, desmiente
cualquier supuesta veleidad centrista de Ciudadanos, esa que algunos
entrevieron, tras admitir Rivera la tramitación de los Presupuestos. Veremos
que conclusiones extraen Isidro Fainé, ex-presidente de la Caixa, y José
Antonio Alvarez, Banco Santander, de la excursión de su pupilo por tierras navarras.
Bien lo saben
Casado y Rivera, Rivera y Casado, cuando se agarran como clavo ardiendo a los
presos políticos catalanes. La acusación de traición que formulan contra
Sánchez entra en crisis y se devalúa cuando coincide con la de cobardía que le
lanzan los soberanistas catalanes sobre el próximo juicio en el Tribunal
Supremo. O se es un traidor, o se es un
cobarde. Difícil ser ambas cosas. Acusaciones que se contradicen. Rajoy instó
al fiscal Maza, pero Sánchez, por lo que se ve, no ha instado a la fiscal
Segarra. Ni la situación actual de Cataluña es idéntica a la que existía hace
justo un año, por mucho que puedan intentar revivirla ahora, tanto el Partido
Popular como Ciudadanos, con acciones y propuestas encaminadas a relanzar un
choque de trenes nacionalistas.
La experiencia de
los líderes abertzales, Otegi y Usabiaga, seis años en prisión por una
sentencia política, sobre la que hoy mismo se pronuncia el Tribunal de
Estrasburgo, sin pegar ni un puntapié en la mesa, no deben andar muy lejos de
los líderes catalanes, Oriol Junquera y Jordi Sánchez, cuando animan a sus
compañeros a que hagan política al margen de su
situación procesal. Saben que la penúltima esperanza de Casado y Rivera
es que el soberanismo catalán les haga el trabajo gratis de terminar con un
gobierno progresista como el presidido por Sánchez, debido a que mantener un
acuerdo político entre uno que se encuentra en la Moncloa y otro en prisión es
harto complicado. Tanto, que la infantil demagogia que desparraman sobre
Cataluña solo busca quebrar un largo horizonte progresista.
Además, la sombra
de Franco sobre Casado y Rivera es la imagen que proporciona el Partido Popular
y Ciudadanos al bloquear en el Congreso de los Diputados una enmienda de la Ley
de Memoria Histórica que impida el enaltecimiento de la dictadura fascista, en
la cripta de la catedral de la Almudena.
La exaltación del franquismo es un anacronismo histórico y un disparate
político que retrotrae a los tiempos preconstitucionales de Arias Navarro.
Evidentemente, solo tratan de impedir que el Gobierno gobierne, pero el precio
que pagan por ello es considerable. Tanto para las instituciones democráticas
como para sus propios partidos, y no
digamos para el prestigio de España.
En la debilidad
aparente de Sánchez reside su fortaleza. Cuanto más débil parece, más se
fortalece. No hay más que fijarse en los que proponen administrarle la
extremaunción trasesahuciarle, para que quienes asisten al enfermo de la
Moncloa reaccionen superando el error que podría llevarles al horror del que
acaban de salir tan solo hace casi medio año. Salvo que Pedro Sánchez pueda
equivocarse de enemigo, todo puede ocurrir en esta coyuntura, seguirá contando
con una mala salud de hierro. Está, desde luego, en el momento oportuno y
justo, en el lugar idóneo para seguir concitando el apoyo de todas las fuerzas
democráticas de la sociedad española. No es por Sánchez por quien doblan hoy
las campanas a muerto. Más bien doblan por los que quieren suministrarle los
óleos.
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