POR QUÉ EL IMPERIALISMO E ISRAEL NO PUEDEN
GANAR LA GUERRA DE GAZA
POR
ÁNGELES MAESTRO
Lo que golpea y subleva a las masas es
el grado de salvajismo y los crímenes perpetrados en Gaza que muchos
historiadores consideran sin precedentes en la historia, una barbarie declarada
y confirmada por la mayoría de los dirigentes occidentales. ¿De dónde viene
esto?
Los precedentes históricos vienen de lejos. Si el capitalismo llega “chorreando sangre y lodo” el imperialismo occidental fue edificado sobre la masacre y la esclavización de los pueblos amerindios y africanos. En 1955, en su Discurso sobre el colonialismo, Aimé Césaire explicaba por qué la colonización es una “negación de la civilización, un crimen, una barbarie intolerable”: “Hablo de millones de hombres arrancados de sus dioses, de su tierra, de sus costumbres, de su vida, de su danza, de su sabiduría. Hablo de millones de hombres a los que se les ha inculcado hábilmente el miedo, los complejos de inferioridad, el temblor, el arrodillamiento, la desesperación…“.
El neocolonialismo intenta reproducir una
y otra vez su dominación, y por eso es tan fácil reconocer en el genocidio del
pueblo palestino las mismas huellas del “civilizado” occidente. Uno de los
líderes indígenas expresó su apoyo al pueblo gazatí: «mi pueblo – declaró
– sufrió el mismo terrible destino y los torturadores son los mismos»;
«no sólo cometieron genocidio y confiscaron nuestras tierras; en las regiones
donde nos hicieron retroceder, nos quitaron todo el acceso a la tierra y al
agua para producir nuestros propios alimentos»…
2. ¿Es la batalla librada por Hamás una
batalla por el Islam, como afirman Netanyahu y Occidente, o una guerra de
liberación nacional?
Una de las mayores paradojas de esta
guerra genocida en Gaza es la mendaz ideología utilizada por Occidente para
encubrir los bárbaros crímenes allí cometidos. Para servir mejor a sus
intereses, el imperialismo ha decidido desde 2007 (fecha en la que Hamás ganó las
elecciones en Gaza) excluir a Palestina de todo análisis político e incluirla
en el del «choque de civilizaciones». Por otra parte, la decisión
anunciada por los dirigentes israelíes de expulsar a los palestinos de Gaza o
de reducir su número a la mitad, tomada antes del 7 de octubre, ha sido pasada
por alto, en silencio.
Para lograrlo, primero fue necesario
demonizar a los combatientes tratándolos de «terroristas» que encarnaban el mal
absoluto, lo que inevitablemente significaba erradicarlos. Las burdas
mentiras propagandísticas y los prejuicios racistas vertidos por los grandes
medios de comunicación sigue haciendo mella en la mente. Este es otro frente de
esta guerra.
En Europa, como señala Alain Gresh en su
último libro, «Palestine, un peuple qui ne veut pas mourir” [Palestina
un pueblo que no quiere morir], el enfoque sobre la cuestión palestina ha
experimentado un giro que, en su opinión, se remonta al 11 de septiembre de
2001: “hemos transitado, paso a paso, del análisis político de Palestina como “un
hecho colonial” (De Gaulle), a incluirlo en «defensa del derecho
internacional», en los años setenta, para [a partir de 2001] incluir a
Palestina como parte de la guerra contra «el peligro terrorista» y, en
particular, «el peligro del Islam», es decir, la guerra contra los
bárbaros.
Esta elección no es aleatoria. Se sitúa
en el centro de la lucha ideológica de una clase dirigente capitalista
depredadora que, intentando gestionar su crisis, arremete contra las conquistas
sociales. Para ello necesita confundir y dividir a la clase obrera y a la
sociedad, tal y como históricamente ha hecho y hace la extrema derecha fascista
en Europa. Así es como Palestina y el apoyo masivo de los pueblos del mundo a
la legitimidad de su combate contra el sionismo, se instala hoy en el corazón
de la lucha de clases en Occidente.
Lo paradójico es que, en un momento en
que se acusa a Hamás de librar una guerra religiosa en nombre de Alá, los dirigentes
occidentales (no sólo estadounidenses, sino también de quienes defienden un
laicismo feroz en Francia y Alemania), nos hablan de derechos divinos de los
israelíes y de «promesas de los dioses» refiriéndose a creencias religiosas
supersticiosas y citando la Torá, el Talmud…
Muchos estadounidenses consideran los
libros sagrados del Antiguo Testamento como los fundamentos de su superioridad
étnica y civilizatoria. El historiador Jean Pierre Fillou en su libro «Comment
la Palestine fut perdue et pourquoi Israël n’a pas gagné» [«Cómo se perdió
Palestina y por qué Israel no ganó»], en el que explica las razones históricas
del conflicto israelo-palestino y demuestra que «el sionismo fue durante
mucho tiempo cristiano antes que judío» y que la colonización de Palestina
tiene sus raíces en Occidente, en particular del Reino Unido y de Estados
Unidos… )
Así que estos israelíes en la narrativa
occidental, a pesar de Kant y los filósofos de la ilustración, son «los
elegidos de Dios», lo que de nuevo les da «un derecho divino a defenderse»,
incluso si están perpetrando los crímenes más sórdidos conocidos por la
humanidad desde su nacimiento.
El imperialismo, que se reviste
cínicamente democracia, laicismo republicano y modernismo, es capaz de adoptar
creencias ilógicas (como son todas las religiones), identificando a unos
pueblos como “elegidos” para justificar la usurpación de las tierras de otros
pueblos.
Es innegable que esta ideología
“civilizatoria” les sirvió como arma pesada no sólo para crear Israel, sino
también para desgarrar a la Unión Soviética, derrotar a los movimientos de
liberación y dominar el orden mundial.
Como explica Jacques Baud, Israel y
Estados Unidos se aferran a la legitimidad religiosa histórica de Israel,
porque este estado colonial carece de legitimidad desde el punto de vista de
las convenciones internacionales. La decisión de las Naciones Unidas de
conceder un Estado a los judíos no basta para legitimar el robo de
tierras de un pueblo a para dárselas a otro. Para obtener esa legitimidad debería
haberse organizado en su momento un sufragio, que se evitó precisamente porque
en 1947 la población palestina seguía siendo mayoritaria (dos tercios de la
población).
Hamás es una organización de liberación
nacional con un trasfondo efectivamente islámico, pero su principal objetivo es
la liberación de Palestina del colonialismo y no el establecimiento de un
Estado islámico en Tierra Santa. Todos los dirigentes de Hamás (muchos de ello
asesinados por Israel) son hijos de refugiados que fueron deportados de sus
aldeas a Gaza en 1948. La nueva dirección de Hamás se ha distanciado de los
Hermanos Musulmanes y reconoce a «todo el pueblo palestino en toda su
diversidad étnica». Su actual dirigente, Yehya Assenwar, ve en Hamás «la
continuidad del movimiento de liberación nacional palestina, desde su
nacimiento con Arafat, hasta Oslo, y la del FPLP de George Habash». La lista de
presos que serán liberados a cambio de rehenes incluye a los líderes de Fath y
del FPLP, así como a George Ibrahim Abdallah.
En un discurso dirigido a los
combatientes con motivo del Día de Al Quds, Yehya Assenawr dijo:
“Este día es flor y llama
Este es el día de los amantes de
Palestina;
Liberadores capaces de sacrificarlo todo
para liberar la tierra
Este es el día de los túneles y las
ametralladoras
Y de los combatientes que se empujan
unos a otros
para ganar el honor del martirio“.
3. ¿Qué significa que, a pesar de su
supremacía, Israel, EEUU y la OTAN sean incapaces de ganar la guerra?
Una de las escenas más memorables de la
historia moderna es la entrada triunfal de los talibanes en Kabul pacíficamente
con ametralladoras al hombro y la retirada con las manos vacías del ejército
estadounidense tras un cuarto de siglo de ocupación.
En su libro La défaite de l’occident [La
derrota de Occidente], Emmanuel Todd afirma que la cuestión de quién gana y
quién pierde en la historia no se mide por el número de víctimas. En Afganistán
hubo 100.000 víctimas afganas y 4.500 soldados estadounidenses, y sin embargo
fue Estados Unidos quien salió perdiendo, con un coste de guerra asombroso
pagado por los contribuyentes.
También en Iraq, Estados Unidos salió
derrotado, a pesar de la destrucción del país y de 800.000 muertos iraquíes.
En Gaza, el ejemplo es 30.000
combatientes siguen luchando descalzos con armas improvisadas fabricadas en
túneles, los famosos morteros, y sin cobertura aérea ni satélites, contra el
ejército más poderoso y tecnológicamente moderno dirigido por el ejército
estadounidense y sus servicios de inteligencia.
Desde el día después del 7 de octubre
hasta el mes pasado, Israel firmó 100 contratos de armamento. El Tsahal ha
recibido 110 millones de proyectiles 155 a un coste de 1.245 millones de
dólares, además de 1800 bombas MQ84 y 1000 bombas MQ80, de media tonelada cada
una. Sobrevolando la frontera libanesa hay 23 satélites que detectan todos los
movimientos de los combatientes Aradwan de Hezbollah.
Otro ejemplo sorprendente de resistencia
popular victoriosa ha sido la de los combatientes yemeníes. Han sido capaces de
combatir durante 8 largos años y de derrotar al ejército de Arabia Saudí,
armado hasta los dientes y que pudo reclutar mercenarios y unidades especiales
de empresas privadas con sus petrodólares, mientras su país estaba sometido al
bloqueo occidental, con una población hambrienta y enferma de cólera.
Occidente, en decadencia, arremete
violentamente contra los pueblos del mundo para recuperar un poco de aliento,
pero será derrotado.
4 Georges Orwel decía en “1984”: «Si
quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano….
» ¿Está realmente Occidente en declive?
El capitalismo neoliberal ha producido
una concentración de la riqueza sin precedentes en la historia: el 10% más rico
de la población posee alrededor del 70% de la riqueza mundial.
La estructura financiera mundial es muy
frágil y el crack puede ser fácilmente provocado por una serie de actos
orquestados por un grupo de especuladores o como resultado de acontecimientos
geopolíticos, como el que podría producir un ataque contra Irán. El cierre del
estrecho de Ormuz podría disparar los precios del petróleo hasta 200 dólares o
más el barril. La marcha hacia la desdolarización de los BRICS, que ya ha
comenzado, es un presagio de este colapso.
En previsión de esta gran depresión, que
sin duda provocará problemas sociales, los depredadores que han promulgado
leyes para implantar posibles gobiernos policiales en Occidente y ya están
preparando un marco legal para establecer una estructura financiera mundial.
Las fuerzas policiales occidentales se han militarizado cada vez más desde
2001, especialmente con la Patriot Act y leyes equivalentes en la
UE.
5 ¿Por qué, a pesar del desequilibrio de
poder, Israel no puede ganar la guerra? ¿Qué repercusiones tuvo el 7 de octubre
en su situación económica, militar y social y en su posición internacional?
Podemos decir que Israel ya ha perdido
la guerra en Gaza, a pesar del desequilibrio de fuerzas entre los combatientes.
– El diluvio de Al-Aqsa del 7 de octubre
desestabilizó profundamente al establishment israelí, poniendo en tela de
juicio su doctrina de seguridad y socavando la noción de refugio seguro para
los judíos sobre la que se construyó el proyecto sionista. Desde 1947,
Israel ha sido capaz, gracias a su «industria del Holocausto», según la
expresión de Norman Fienckilshtine, y a la ayuda anual que recibe de Occidente
(7.000 millones de Estados Unidos desde los Acuerdos de Camp David y 3.000
millones de los lobbies sionistas, además de 6.000 millones de Europa), de
reunir a cerca del 45% de los judíos del mundo, con lo que el número de judíos
en la Palestina histórica alcanzaría alrededor de 7,1 millones en 2022.
Varios informes fiables coinciden en que
420.000 israelíes abandonaron definitivamente Israel en los primeros 4 meses
anteriores al 7 de octubre. Esta cifra se ha duplicado desde entonces según el
Washington Post.
– El 7 de octubre asestó un duro golpe
al concepto que Israel tenía de sí mismo como “bastión avanzado del mundo
occidental” y como policía de la región, trastocando así los cimientos de su
rol. El país que debía ayudar necesitaba ser ayudado.
Derrotar a Israel es posible y no una
idea descabellada, tal y como estaba arraigada en la conciencia árabe-musulmana
e incluso mundial. Muy al contrario, la propia existencia de Israel se ha visto
afectada, ya que no ha logrado convertirse en una entidad normal en la región,
y la gran mayoría de los pueblos árabes y musulmanes siguen considerándolo un
enemigo. Los esfuerzos de normalización siguen siendo superficiales, limitados
a los regímenes oficiales.
– La sociedad israelí se enfrenta a una
escalada de conflictos internos, y ya podemos hablar de una división vertical
entre laicos y fundamentalistas religiosos. Estos, apodados “los Daesh de
Israel” por la izquierda israelí, tienen sus propias escuelas de Talmud y se
niegan a asistir a las escuelas estatales. El hecho de que el Estado colono
siga reclutando judíos de todas partes ha roto el tejido social.
– Para Myret Zaki, reputada economista y
periodista suiza, «el sueño israelí ha descarrilado, sobre todo en términos
económicos. La economía israelí ya no tiene la dimensión de liderazgo que
encabezó la creación y el avance de Israel en sus primeras décadas, y los
inversores judíos en Israel y en todo el mundo han desplazado su capital y su
atención a otras partes debido a la situación de seguridad y a la guerra en
curso”. Este fenómeno de fuga de capitales e inversores es anterior al 7 de
octubre. Los inversores judíos se ven atraídos en particular por California,
Dubai, Arabia Saudí y Turquía”.
– El proyecto de Biden de “un nuevo
siglo” para hacer frente a China y Rusia pretendía situar a Israel en el centro
de este proyecto, de ahí la normalización con los Estados del Golfo. Además, el
proyecto del Canal Ben-Gurion debería permitir a Israel mejorar su posición
financiera y estratégica, ya que dispondría del paso marítimo más importante
del mundo; pero antes había que anexionarse Gaza y vaciar sus tierras. En plena
guerra de Gaza, se creó un puerto marítimo especial para deportar a los
palestinos de su tierra.
-A demás, Israel está pasando gradualmente
de ser un activo estratégico a convertirse en una carga para Estados Unidos y
las potencias occidentales que lo apoyan. La inmensa brutalidad empleada
durante la ofensiva del ejército israelí contra Gaza se explicaría también como
un intento de recuperar el prestigio perdido. Los propios dirigentes israelíes
han advertido de que, si no se logra aplastar a Hamás y neutralizar a la
Resistencia Palestina,se iniciaría la cuenta atrás del declive de Israel, con
sombrías perspectivas para su futuro en Oriente Medio.
6. ¿Qué hay de la propuesta de los dos
Estados que está ganando tanta aquiescencia en los círculos de izquierda
europeos? ¿Se trata de resucitar Oslo y la Autoridad Palestina resultante?
Estados Unidos está empujando hacia un
escenario similar al de Beirut en 1982: deportar a los combatientes
lejos de las fronteras de Palestina. Túnez fue el lugar elegido. Después, tras
el desarme de todos los campos palestinos, se produjo la masacre de la
población civil: los 3.000 asesinados de Sabra y Chatila con el objetivo
declarado de sembrar el miedo para acabar con cualquier atisbo de un nuevo
movimiento de resistencia. Entonces los responsables israelíes no dejaban de
insistir en el mensaje de que «el horror nos servirá a largo plazo para
destruir para siempre la moral de las masas».
En Iraq el objetivo era disolver el ejército iraquí: 360.000 soldados fueron despedidos de la noche a la
mañana y los oficiales considerados próximos a Sadam fueron masacrados o
encarcelados; otros fueron reclutados posteriormente por el Daesh.
Israel no ha renunciado a ninguno de sus
objetivos desde el 7 de octubre: Liberar a los rehenes,
liquidar a Hamás, ocupar Gaza eliminando a sus habitantes, incluso mediante una
limpieza étnica.
El hecho de que la heroica resistencia
de Gaza haya impedido alcanzar estos objetivos, a pesar del apoyo incondicional
del imperialismo occidental, ha avivado las diferencias entre Biden y
Netanyahu, no en los objetivos, por supuesto, sino en la gestión de la guerra.
Biden está convencido de que:
- hay que salvar a Israel de sí mismo, dado que su imagen de marca ha
sido mancillada y se corre el riesgo de arrastrar a Estados Unidos con él.
- se puede conseguir con la negociación lo que ya no se puede ganar con
la guerra. La escalada ha llegado a la fase final sin resultado. A este
respecto se citó el ejemplo de Beirut en 1982.
- la continuación de la guerra en Gaza no permitiría una solución
política al estilo de Oslo: establecer en Gaza y Cisjordania una entidad
política cuya tarea sería preservar la seguridad de Israel y poner fin a
cualquier atisbo de resistencia para «mañana» (es decir, otros 75 años).
La hoja de ruta anunciada por Biden es
fruto de las reuniones celebradas en París hace tres meses entre los servicios
de seguridad estadounidenses, israelíes, egipcios y qataríes. Se conciben tres
fases: a) Un cese de las hostilidades de 6 semanas durante el cual se liberará
a decenas de ancianos, enfermos y mujeres detenidos en Gaza, a cambio de la
retirada israelí de las zonas superpobladas, la liberación de cientos de
prisioneros palestinos y la entrada de ayuda humanitaria. b) La segunda fase
será la liberación del resto de detenidos, soldados y mujeres a cambio de los
prisioneros palestinos, y la entrada de ayuda c) Fin de la guerra,
reconstrucción de Gaza, solución de dos Estados y gobernanza de Gaza.
Netanyahu, que está empeñado en volver a
la situación anterior al 7 de octubre, considera que cualquier tregua es una
victoria para Hamás y una amenaza inevitable a la existencia de Israel que
socava incluso el proyecto sionista. Rechaza cualquier entidad palestina,
incluso una como la Autoridad Palestina, y apuesta por continuar la guerra todo
el tiempo que haga falta, para hacer renacer Israel dentro de 5 a 10 años, tras
volver a poner Gaza y Cisjordania bajo su control. Ese control se ejercería a
través de una autoridad títere, que denomina «régimen civil», compuesto por
notables de aldea y jefes de clan.
Se aseguraría así su soberanía
territorial y se restauraría el honor perdido ante el mundo, atribuyéndose un
papel central en la lucha contra el terrorismo (sic) y el antisemitismo. Se
impulsaría después la extensión de la guerra al sur del Líbano para desarmar a
Hezbollah.
Esta apuesta es considerada por EEUU
como inviable, incluso suicida. Conduciría a la desintegración de Israel desde
dentro, amenazando su existencia y su influencia regional e internacional,
avivando las llamas de la resistencia y conduciendo al declive del control
estadounidense y europeo en la región y en el mundo.
La administración estadounidense también
propone la eliminación de Hamás, pero en un proceso más largo, mediante
operaciones quirúrgicas y asesinatos de dirigentes de Hamás. Mientras tanto se
pondría en marcha una estrategia política destinada a implicar a sus peones
árabes en el mantenimiento del statu quo en Gaza y Cisjordania y en la búsqueda
de una solución negociada con Israel en la «solución de los dos Estados»:
Israel junto a un «Estado desmilitarizado con bandera», que protegería la
seguridad de Israel y sus fronteras. Esto conduciría a la integración de Israel
en la región, a la normalización con Arabia Saudí, al fin de la resistencia en
Palestina, a frenar la resistencia de Hezbolá y del Eje de la Resistencia, y a
un nuevo renacimiento de Israel en la región y en el centro del mundo.
Hamás que necesita aliviar a su pueblo,
ha aceptado la primera fase de Biden, sin abandonar sus condiciones, tal y como
se presentaron antes de la ocupación de Rafah: Fin de la guerra, retirada
israelí de Gaza, reconstrucción y solución política con un Estado viable, con
Jerusalén como capital, sin ningún control israelí y con garantías
internacionales que impliquen a países amigos. Hamás exige un documento escrito
y un compromiso estadounidense, egipcio y qatarí para detener la guerra,
retirar las tropas y reconstruir Gaza.
Es importante señalar que la exigencia
de una solución de Dos Estados da lugar a un simulacro de Estado
palestino como el que salió de los Acuerdos de Oslo, que era un Estado tapón al
servicio de Israel y que condujo al cercenamiento de Palestina, a la
judaización de Jerusalén y al aumento del número de asentamientos de 120 antes
de Oslo a 780 en la actualidad. Históricamente, el reconocimiento de la
solución de los dos Estados, tal como la reconoce la OLP, significa un Estado
palestino soberano sobre todo el territorio ocupado por Israel en 1967, con
Jerusalén como capital. Los países que han reconocido recientemente el Estado
palestino, entre ellos España, han vuelto a la versión histórica, de ahí la
importancia de su acto.
7. El apoyo a la Resistencia palestina
podría ser el comienzo de un nuevo internacionalismo radicalmente
antiimperialista, con la demostración por parte del pueblo palestino de la
posibilidad de resistir e incluso vencer a un enemigo, en teoría, mucho más
poderoso.
La resistencia del pueblo palestino es
legendaria, sin parangón si no nos remontamos a Homero y a la tragedia griega.
¿Puede la batalla que se libra a
“distancia cero” desde hace 9 meses ser algo más que un mito? “La batalla de
los gazatíes es “la batalla victoriosa más increíble que
jamás se haya visto“, afirma Chris Hedge,
corresponsal de guerra de EEUU.
En Gaza, no son sólo los combatientes
los que resisten, es el pueblo gazatí el que está dando un ejemplo de heroísmo
poco conocido en la historia. Este pueblo mártir está dispuesto a soportar el
genocidio y el horror. Bombardeos continuos cuyos efectos triplican los de la
bomba de Hiroshima. Y sin embargo, los supervivientes, incluso los niños,
salen de debajo de los escombros para anunciar al mundo: «No nos
arrodillaremos, no abandonaremos nuestra tierra, aunque todos vayamos a morir».
Esta « Ribat» [fortaleza que resiste] es ya una victoria en sí misma.
Esta resistencia es saludable porque
demuestra, en vivo esta vez, hasta dónde puede llegar el capitalismo en la fase
del imperialismo depredador en su salvajismo y negación de todo lo humano.Toda
la retórica de la 2ª Guerra Mundial sobre la supuesta defensa de la
civilización, la democracia y los derechos humanos ha sido barrida.Todas las
filosofías de la ilustración y el acervo de los filósofos de la lógica han sido
pisoteados.
8 El Diluvio de las masas.
Hay que decir hoy que lo ocurrido en
Gaza ha llegado al corazón mismo del sistema internacional y ha señalado con
firmeza al enemigo de clase. Ha mostrado inequívocamente la división del
mundo entre los regímenes imperialistas, los países de la OTAN, los países
serviles al sistema capitalista y los que quieren liberarse del yugo
imperialista y aspiran a un mundo más humano.
La movilización masiva en todo el mundo
en apoyo del pueblo palestino ha alcanzado un nivel nunca visto en la historia. Esta
movilización se ha levantado valientemente contra la represión de los regímenes
de «democracia policial» que defienden al Estado genocida, que ha practicado el
macartismo y todo tipo de abusos, incluido el encarcelamiento.
Esta movilización invita a reflexionar
sobre los vínculos entre procesos históricos, y puede servir de base para
estrategias de descolonización, poniendo de relieve, una vez más, la
importancia del internacionalismo.
Esta solidaridad, desde el corazón del Imperio,
tiene el potencial de ejercer una presión significativa sobre los gobiernos
occidentales para que pongan fin al genocidio perpetrado en Gaza y al proyecto
colonial en Palestina.
Esta tremenda solidaridad no es sólo
simpatía con las víctimas, ha habido una identificación con la lucha en Gaza,
contra los mismos enemigos de clase, y se ha ;convertido en su propia lucha.
En Gaza, tras cada destrucción, se ha
conseguido restaurar la vida, pero esta vez es diferente. Eric Cantona,
exfutbolista y actor francés, ha pronunciado palabras que resuenan en los oídos
de todos los pueblos: “El poder mundial ha desarrollado sus formas de matar, su
codicia ha crecido y la profanación de los inocentes se ha expandido. Si Gaza
no sale airosa esta vez, significará que la victoria será para los más
violentos y los más bárbaros
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