QUIEREN QUE TE MIENTAN
ANA
PARDO DE VERA
Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado.- EFE
Al fiscal general del Estado quieren condenarlo a irse de su cargo por haber dicho la verdad, mientras siguen en el suyo quienes pretendieron engañarnos a todos con informaciones falsas lanzadas desde la tribuna de la Presidencia de la Comunidad por la propia Isabel Díaz Ayuso y filtradas desde su gabinete a medios que no se molestaron en contrastarlas y las publicaron tal cual. Las mentiras eran sonrojantes: era Hacienda quien debía dinero a la pareja de Ayuso, defraudador fiscal confeso, y fue la Fiscalía de Madrid quien ofreció un pacto al defraudador al que el fiscal general ordenó dar marcha atrás. La verdad se abrió paso enseguida: Hacienda no debe un euro a Alberto González Amador y fue el defraudador quien intentó pactar con la Fiscalía de Madrid a través de su abogado para librarse del proceso en el que está inmerso ahora.
La nota aclaratoria
del bulo del Gobierno Ayuso sobre intento de pacto bloqueado por García Ortiz
ha sido la jugada para ir a por una imputación del fiscal general por parte del
Tribunal Supremo (es aforado) y empujarlo a dimitir. O sea, el malo es quien
dijo la verdad a ciudadanos/as y periodistas en un delito de corrupción
vinculado a la presidenta madrileña (Ayuso vive en el dúplex de lujo del
defraudador confeso), cumpliendo estrictamente el Art.4.5 del Estatuto Orgánico
del Ministerio Fiscal ("Informar a la opinión pública de los
acontecimientos que se produzcan, siempre en el ámbito de su competencia y con
respeto al secreto del sumario y, en general, a los deberes de reserva y sigilo
inherentes al cargo y a los derechos de los afectados"). La buena es quien
mintió y sigue haciéndolo desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid en un
intento de ahogar el escándalo de corrupción de su pareja, otro más del entorno
de Ayuso que se suma a los casos de su hermano y su madre.
Me cuesta creer que
el Tribunal Supremo acepte investigar/imputar a García-Ortiz por una nota de
prensa que desmintió un bulo del tamaño (y estética) de la Catedral de La
Almudena, pero en este momento largo -desde que gobierna España una coalición
progresista, aunque también cuando gobernó Zapatero-, donde no hay ruido de
sables, pero sí de togas; donde se enmienda la plana al Ejecutivo y al
Legislativo por aprobar democráticamente leyes que no gustan al Judicial (lo de
seguir los cauces del Tribunal Constitucional y el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea no va con este Poder) ... En este larguísimo momento, lo que no
nos podemos creer es, precisamente, lo que está pasando.
Tenemos a una elite
judicial autobendecida como garante de la unidad de España ... siempre que sea
como ella la entiende, que es controlando que los casos de corrupción no
machaquen a los partidos de la (ultra)derecha de sus deseos electorales y
oponiéndose a gobiernos progresistas. Se ha hablado mucho estos días, a raíz
del intento de acoso y derribo que está sufriendo García Ortiz, cómo el PP,
antes de asumir casos de corrupción por imperativo probatorio, siempre intenta
taparlos; caiga quien caiga, sean Pablo Casado o el sursuncorda. Es lo que
están haciendo con el fiscal general del Estado, acosarlo; pero no debería
sorprendernos: también lo hicieron con quien, nombrado por quien era el jefe
del Ejecutivo, Mariano Rajoy, se atrevió a pedir que se abriera una causa penal
a Luis Bárcenas al momento de que se publicaran sus famosos papeles, en 2013. A
Eduardo Torres-Dulce, que fue fiscal del Estado durante casi tres años con el
PP en el Gobierno e intentó ser independiente, le hicieron el vacío con leyes y
nombramientos que le afectaban hasta que se fue, harto, y nadie en el PP trató
de impedirlo, al revés.
Casado y
Torres-Dulce son dos grandes ejemplos de qué pasa cuando tratas de denunciar la
corrupción de tu propio partido si éste es el PP. Álvaro García-Ortiz no
dimitirá, sostienen en su entorno, aunque el Supremo admitiera la exposición
razonada que le envíe el Tribunal Superior de Justicia de Madrid en su
condición de aforado. Habrá que ver si en esta ocasión a quien dice la verdad
lo acaban imputando o no mientras los mentirosos/as se van de rositas (otra
vez), pero para afrontar este asunto, el presidente del Gobierno debería
recordar sus propias palabras en una entrevista ("No he valorado en sus
justos términos la dimensión de este grave problema") y no dejar caer a
quien ha dicho la verdad. Veremos.
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