NO HAY ORGULLO BAJO
EL GENOCIDIO
DAVID JIMÉNEZ
Lingüista y comunicador social
La bandera palestina junto a la bandera LGTBI.-
Kabir Jhangiani/ZUMA Press Wire
"No sé cuánto tiempo más
viviré, así que quiero que este sea mi testamento antes de morir. No voy a
abandonar mi casa pase lo que pase. Lo que más lamento es no haber besado a ese
chico. Murió hace dos días. Nos habíamos dicho cuánto nos gustábamos, pero fui
demasiado vergonzoso para besarle por última vez. Murió en los bombardeos. Creo
que gran parte de mí murió con él. Y pronto yo también estaré muerto. Younus,
te besaré en el cielo."
Estas son posiblemente las palabras más tristes que he leído jamás. La historia queer más difícil de digerir que he encontrado desde que salí del armario. Es un texto escrito por un palestino anónimo en la plataforma QueeringTheMap, una iniciativa en la que personas LGBTI pueden compartir sus vivencias y geolocalizarlas. Esta historia está ubicada en Gaza, en una ciudad al noreste de la Franja llamada Bait Hanun, actualmente arrasada por el ejército israelí. Es muy probable que su autor lleve meses muerto.
Mientras escribo estas
líneas, continúan los bombardeos aéreos, terrestres y marítimos en toda la
franja de Gaza. Younus y su amante son solo dos nombres de entre las 37.124 personas que han sido
asesinadas por el terrorismo sionista
israelí, según cifras oficiales de Naciones Unidas. A estas cifras se
suman 84.712 personas heridas
que se recuperan en condiciones lamentables, sin acceso a medicamentos por el
bloqueo al que les somete Israel. Los que huyeron, aproximadamente 1.7 millones
de personas, no encuentran un destino mejor: los llevaron a refugios en Rafah,
de donde los obligaron a huir nuevamente. La UNRWA denuncia en su página web
que "la operación militar israelí en curso en Rafah está afectando
directamente la capacidad de las agencias de ayuda para llevar suministros
humanitarios críticos a Gaza".
Y, pese a todo, en
este artículo yo quería hablar del Orgullo
LGBTI. Como cada mes de junio, nuestras ciudades se llenan de
actividades, manifestaciones y fiestas, y, por supuesto, de empresas y Estados queriendo
lavar sus vergüenzas envolviéndolas en la colorida bandera del colectivo LGBTI.
Cada año toca tener la conversación
sobre el pinkwashing y sobre por qué permitimos que empresas como
Amazon o Vueling tengan carrozas en desfiles en nombre del colectivo LGBTI
mientras nos joden la vida en nuestro día a día con trabajos precarios u
organizan vuelos de deportación de personas migrantes. Este lavado de cara
rosa, que tiene como única intención mostrarse al mundo como tolerante,
abierta, moderna y progresista, ha sido practicado
intensamente por el Estado y el ejército israelí que mató a Younus y a
su amante anónimo.
La bandera arco iris
es uno de los símbolos que Israel muestra con orgullo para situarse en una
posición moral y de protección de los derechos humanos superior a la de sus
vecinos árabes. Paco Vidarte
decía con mucha razón hace ahora 20 años en su libro Ética marica que
"conocemos por propia experiencia que los derechos humanos son un instrumento político de opresión.
Hemos aprendido que cuando nos va bien es porque le conviene a alguien que no
somos nosotras y saca un rédito político del tenernos más o menos
contentas". En este caso, si a nosotras nos va "bien" es porque
hay cadáveres palestinos asesinados bajo la defensa de los "derechos humanos"
que hace Israel. Es lo que se conoce como homonacionalismo, término que Jasbir K. Puar define como el
"conjunto de procesos a través de los cuales ciertos poderes se alinean
con las reivindicaciones del colectivo LGBTI con la finalidad de justificar posiciones racistas y xenófobas" y,
en este caso añado, genocidas.
Creo que no hay mayor
ejemplo de esto que explica Puar que un tuit en el que se ve a un soldado
israelí rodeado de escombros en Gaza sosteniendo una bandera LGBTI en la que
ponía "in the name of love". Obviando el oxímoron que supone
matar "en nombre del amor", esta foto es esperpéntica no solo por la
celebración de la guerra y la muerte. Lo es desde una perspectiva LGBTI porque Israel está gobernada por la extrema derecha.
Lo es porque ese soldado LGBTI que
sujeta la bandera no podría casarse en su país, que no reconoce el
matrimonio igualitario, al ser un país profundamente teocrático. Lo es porque
su país no tiene leyes de protección de
la diversidad sexual y de género. Lo es, también, porque su país lleva
al menos 10 años sometiendo a chantajes y extorsiones a personas LGBTI
palestinas que viven en Israel y a las que amenazan para
conseguir convertirlas en informantes y colaboradores del ejército
sionista.
Y, sin embargo, ante
este panorama hay quien en redes recuerda la precaria situación de los derechos
LGBTI en Palestina y en otros países del mundo árabe y pregunta cómo es posible
que las personas LGBTI estemos defendiendo a un país o a una sociedad
LGBTI-fóbica. Habría que recordarles a todos ellos que la solidaridad no exige contrapartidas, que antes que queer
somos humanos y no deseamos la muerte de nadie y que nuestros derechos no son moneda de cambio para justificar un genocidio.
Llevo muchos años
implicado en la organización de manifestaciones, actos y fiestas del Orgullo
LGBTI en diversas ciudades y siempre he defendido que el colectivo LGBTI se debía mover por causas más allá de la identidad,
ya que no somos un proyecto individualista, sino uno colectivo. En lugar de
encerrarnos en nuestras siglas e identidades, debemos unirnos no por lo que
somos, sino por el mundo que queremos construir. Un mundo sin racismo, sin
patriarcado, sin la explotación del hombre por el hombre, con derechos y con
respeto por nuestro planeta. En este sentido, llevamos un buen historial de
momentos en los que supimos plantarnos durante el Orgullo. Primero lo hicimos
recibiendo los pactos LGBTI-fóbicos de Ciudadanos, PP y VOX con protestas y
boicots. Después, planteando en plena pandemia debates en los que el colectivo
LGBTI debía estar presente, como el de la Renta Básica Universal o el de la
regularización urgente de todas las personas migradas que viven en nuestro
país. O, más recientemente, confrontando los coqueteos del Partido Socialista
con los discursos transexcluyentes. Ahora toca una vez más que nuestro Orgullo se mueva por causas que se
escapan de nuestras propias siglas. Hagámoslo ahora ante el genocidio,
la vergüenza y la muerte.
Existe un viejo debate
semántico, que arrastramos desde hace 50 años, sobre si llamar al 28 de junio
día del Orgullo LGBTI o día por la liberación sexual y de género. En realidad,
se trata de un debate resuelto hace años por una de las madres del movimiento, la militante trans y trabajadora sexual
Marsha P. Johnson. Marsha, en una de sus más célebres citas, dice que
"no habrá orgullo para algunas de
nosotras sin liberación para todas nosotras". Es precisamente por
esto por lo que este año no puede haber Orgullo posible mientras caen bombas en
una Palestina ocupada. Mientras hermanos y hermanas queer palestinos son
asesinados por el ejército israelí. Mientras se nos usa para justificar el
asesinato de Younus y su amante. Este año no se podrá llevar una bandera arco
iris a las manifestaciones del Orgullo sin una enorme bandera palestina al
lado.
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