FELIPE VI, EL
HEREDERO DEL HEREDERO DE FRANCO
POR
ANTONIO LIZ
El
19 de junio de 2024 se han cumplido 10 años de la coronación de Felipe VI, el
décimo de los reyes borbónicos que ha tenido hasta ahora el Estado español.
Echémosle una ojeada a la Historia para saber de qué cuna política procede el
actual monarca.
El primero de abril de 1939 Francisco Franco, el “Caudillo de España y de la Cruzada”, emitía el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1 de abril de 1939. Año de la Victoria. El Generalísimo Franco”[1]. La Guerra Civil (1936-39) la habían podido ganar “las tropas nacionales” gracias a la ayuda directa en material bélico y tropas de la Alemania nazi y la Italia fascista y a la ayuda indirecta del cínicamente denominado Comité de No Intervención, creado por los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, que impidió que la II República comprase armas en los países europeos mientras miraba para otro lado ante las armas y las tropas que enviaban Hitler y Mussolini a Franco.
Alfonso
XIII, el bisabuelo de Felipe VI, había financiado a Franco en su lucha contra
los “rojos” y le había ido felicitando en los triunfos militares. Ahora, una
vez terminada la guerra, el monarca exiliado le enviaba al Caudillo una carta
de su puño y letra en la que además de darle “las más calurosas felicitaciones
por la victoria final de las gloriosas tropas a su mando” le decía con pasión
política que “cuán dichoso me consideraría si recogiendo el común sentir y
justificado anhelo del gloriosísimo ejército de Tierra, Mar y Aire
español y de todos los buenos compatriotas viéramos sobre su pecho esa
invicta y heroica condecoración [la Gran Cruz Laureada de San Fernando]
jamás también otorgada al caudillo que tan brillantemente salvó a España y la
llevó a la victoria”. Alfonso XIII terminaba la carta diciéndole a Franco que
“faltando al protocolo le envío hoy como en otros tiempos un fuerte abrazo. De
V.E. afmo. y buen amigo”.
El
heredero de Alfonso XIII, Don Juan, abuelo de Felipe VI, le había pedido a
Franco en una carta del 7 de diciembre de 1936 entrar en la marina
franquista para luchar en la Guerra Civil contra los “rojos”: “actualmente, la
lucha parece tomar, cada vez más, aspecto de una guerra contra enemigos
exteriores, guerra en la que todos los buenos españoles de mi edad habrán
podido hallar un puesto en el combate. El deseo de hallarlo yo también, y en
forma que aleje toda suspicacia, me mueve a someter a la benévola atención de
V.E. mi aspiración”. Franco rechazó diplomáticamente tal pretensión. Si ayer
Don Juan había querido entrar en el Ejército franquista ahora felicitaba a
Franco por la victoria: “Generalísimo Franco. Uno mi voz nuevamente a la de
tantos españoles para felicitar, entusiasta y emocionadamente, a V.E. por la
liberación capital de España. La sangre generosa derramada por su mejor
juventud será prenda segura del glorioso porvenir de España. Una, Grande y
Libre. ¡Arriba España!”.
Pero
las felicitaciones a Franco por ganar la Guerra Civil a los “rojos” no solo
vinieron del bisabuelo y el abuelo de Felipe VI sino también del papa Pío XII
-que, curiosamente, siendo cardenal había bautizado a Juan Carlos, el padre de
Felipe VI- que le envía un telegrama que sale en la prensa de la España de
Franco: “Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con
V.E., deseada victoria católica España”. Esta felicitación estaba dentro de la
normalidad política ya que la Iglesia española, con el parabién del Vaticano,
había convertido la Guerra Civil española en una “Cruzada” contra los “hijos de
Caín”, la “Anti-España”. Así no es de extrañar que el obispo de Salamanca
Pla y Deniel a la hora de la victoria de los reaccionarios y fascistas la
celebrara: “Cruzada por la civilización cristiana la guerra cuya victoria
estamos celebrando, ha tenido que ser también segunda reconquista de España. La
primera empezó, bajo la protección de Nuestra Señora de Covadonga, contra la
irrupción mahometana que nos vino de África. La segunda ha comenzado, bajo la
protección de Nuestra Señora de África, que invocó el Caudillo, parta terminar
con la fuga de los comunistas y sus aliados a través de los Pirineos”.
Pero
si bien había concluido la Guerra Civil española, el 1 de septiembre de 1939 la
Alemania nazi de Hitler invadía Polonia y con ello empezaba en Europa la II
Guerra Mundial. Franco anuncia entonces “la más estricta neutralidad”, postura
que varió pronto por la “no beligerancia”, que era posicionarse a favor de
Hitler porque Franco estimaba que el Führer iba a ganar la guerra y que, por lo
tanto, le podía pedir el norte de África (el Marruecos francés, parte de
Argelia, extensión del Sahara español y expansión por el Golfo de Guinea).
Además, entraría en la guerra al lado de Hitler cuando este enviase provisiones
y armase al Ejército franquista. Hitler no estaba en condiciones de poder
aceptar ninguna de las dos peticiones ya que buena parte del norte de África
estaba en poder de la Francia de Vichy del mariscal Pétain, su aliado francés,
y tampoco tenía capacidad para darle provisiones y armas al Ejército franquista
ya que las necesitaba para el propio Ejército nazi. Si bien la España de Franco
no puede entrar en la II Guerra Mundial al lado de Hitler ya que sería una
rémora y no una ayuda, Franco consolidará su régimen fascista (“Nuevo Estado”)
al amparo de las victorias bélicas del nazismo. No obstante, el 31 de enero de
1943 terminaba la Batalla de Stalingrado, lo que supuso el comienzo del fin del
Ejército nazi en los territorios de la Unión Soviética y de todo el este de
Europa, y el 6 de junio de 1944 se daba el desembarco aliado en las
costas francesas de Normandía, el “Día D”.
Es
en esta nueva coyuntura bélica cuando los generales monárquicos le piden a
Franco que restaure la monarquía borbónica, a lo que Franco se niega. Don Juan,
el abuelo de Felipe VI, estimando que esta coyuntura es una ocasión de oro para
recuperar la corona lanza el 19 de marzo de 1945 el Manifiesto de Lausana en el
que afirma que ni “el régimen actual” ni “una nueva República” son
la solución para España, solución que sólo estaría en la “Monarquía
Tradicional” ya que solo ella “puede ser instrumento de paz y concordia para
reconciliar a los españoles”. No obstante, Franco se mantiene firme. Su firmeza
tenía base política, sabía por los propios embajadores y emisarios de los
Estados Unidos y de Gran Bretaña que los Aliados occidentales no iban a invadir
la España de Franco. A estas alturas Franco ya jugaba con la “teoría de las dos
guerras”, una era contra el comunismo, en la que participara con la División
Azul, y otra la que los Aliados occidentales llevaban contra la Alemania nazi
en la que él se mantenía neutral. La “teoría de las dos guerras” de Franco se
la creían los Estados Unidos y Gran Bretaña porque les interesaba creerla
ya que el anticomunismo visceral de Franco tenía dos grandes atractivos,
impedía el resurgir de la Revolución social en España al mismo tiempo que se
convertía en un aliado estratégico para la futura lucha contra la Unión
Soviética.
El
25 de abril de 1945 el Ejército soviético y el Ejército estadounidense se
encuentran en la Alemania Oriental. El 29 de abril los partisanos italianos
cuelgan por los pies el cadáver de Mussolini en Milán y el día 30 Hitler se
suicida con un tiro en la boca. El 8 de mayo se firma en Berlín la última
rendición del Ejército nazi y es entonces cuando Franco rompe relaciones
diplomáticas con el Tercer Reich. De ahora en adelante la prensa en la España
de Franco afirmará una y otra vez, contra toda evidencia histórica, que el
Caudillo nunca jamás quiso entrar en la guerra. Esta era otra mentira dada por
buena por los gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretaña. Aunque esto no
era suficiente, ahora la España de Franco tenía que mutar políticamente si
quería terminar siendo aceptada formalmente en el “mundo libre”, aceptación que
pasaba porque terminada la II Guerra Mundial la España de Franco era un aliado
estratégico en la Guerra Fría contra la Unión Soviética.
El
Estado fascista presidido por el “Caudillo de España y de la Cruzada,
Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde”, que solo
respondía “ante Dios y ante la Historia” empezó a mutar de piel, a pasar de
“Nuevo Estado” a “Reino”, del fascismo a la “democracia orgánica”. Para esta
muda política utilizó las denominadas “Leyes Fundamentales” y aunque entre
todas le terminaron dando una nueva piel política a la España de Franco una iba
a tener una importancia política capital en el futuro, La “Ley de Sucesión a la
Jefatura del Estado”, anunciada el 31 de marzo de 1947. Don Juan, el abuelo de
Felipe VI, la rechazará públicamente en el llamado Manifiesto de Estoril pero
Franco sigue adelante y las Cortes franquistas la aprueban el 7 de junio y el 6
de julio la hace aprobar en referendo. Que Franco tenía ganada la partida
política a nivel internacional lo indicaba un informe del Departamento de
Estado norteamericano que afirmaba que “Estados Unidos acepta el referéndum
español -sin entrar a cuestionar su limpieza ni su validez democrática- como
una victoria política de Franco, y cancela cualquier estímulo inmediato a los
planes de la oposición”. Ante esta dura realidad política Don Juan, el abuelo
de Felipe VI, estima que tiene que llegar a un acuerdo con Franco. Así, el 25
de agosto de 1948 Don Juan se entrevista con Franco a bordo del yate del
Caudillo y acuerdan que el hijo mayor de Don Juan, Juan Carlos, el futuro padre
de Felipe VI, curse sus estudios en la España de Franco. El 9 de noviembre de
1948 Juan Carlos, un niño de 10 años, llega en tren a Madrid. El día 24 Franco
recibe a Juan Carlos en El Pardo. De ahora en adelante, Franco se dirigirá a
Juan Carlos como “Alteza” y Juan Carlos tratará a Franco como “mi General”. Don
Juan mandaba a su hijo mayor a la España de Franco para tener alguna opción de
recuperar la corona. Para el niño de 10 años comenzaba un tiempo de “soledad”,
ya que “la soledad comienza con el silencio que es necesario saber guardar”,
como dirá tiempo después el propio Juan Carlos.
Su
“Alteza” Juan Carlos empezaba su andadura en la España de Franco como peón
político de su padre pero terminará siendo un peón de Franco. Su padre lo
quería como intercambio para conseguir la corona pero a 16 de enero de 1960
Franco ya tenía decidido que su potencial heredero era el hijo y no el padre,
como le comenta a su primo y ayudante, el teniente-general Francisco
Salgado-Araujo: “Don Juan no tiene remedio y cada vez se puede confiar menos en
él”. Así, Franco centrará el foco en Juan Carlos. El comportamiento de su
“Alteza” es lo que le importa y desde la óptica de Franco fue tan correcto que
ya en marzo de 1962 le dijo: “Yo os aseguro, Alteza, que tenéis muchas más
probabilidades de ser rey de España que vuestro padre”. En la pugna para ser
nombrado heredero de Franco, Juan Carlos va a tener una gran aliada en la
princesa Sofía, hija de los reyes griegos Pablo y Federica. Juan Carlos y Sofía
se casan en Atenas, primero por el rito católico y después por el ortodoxo, el
14 de mayo de 1962. Antes de empezar su viaje de bodas Juan Carlos y Sofía visitan
a Franco en la residencia de El Pardo. A Sofía, la futura madre de Felipe VI,
Franco le causó muy buena impresión ya que en vez de “un dictador imponente” lo
vio como “un hombre sencillo, con ganas de agradar y muy tímido”. A Franco
también le causó muy buena impresión la princesa Sofía, “la princesa habla
bastante bien el español y se está dedicando a estudiarlo intensamente. Es muy
agradable y parece inteligente y culta”, como le dijo a su primo
Salgado-Araujo.
Después
de la boda con Sofía, los consejeros de su padre Don Juan le piden a Juan
Carlos que no vuelva a la España de Franco. Pero Juan Carlos estaba inmerso en
el juego de ser nombrado heredero de Franco por lo que les contesta con toda
claridad que “la Monarquía sólo volverá de la mano de Franco” y “si yo me voy”,
continúa, “candidatos no van a faltar”. Así, insiste, “la Monarquía que llegue
de la mano de Franco será la única monarquía que llegue. Y sé bien lo que digo.
Demasiado lo sé… Por eso estoy donde estoy”. Y esta actitud tuvo premio político,
el 22 de julio de 1969 Franco y sus Cortes designan a Juan Carlos
como sucesor del propio Caudillo. La razón de este hecho lo explica el mismo
Franco en su discurso a sus Cortes cuando dice que ha optado por este sucesor
porque el “Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón (…) ha dado muestras de
lealtad a los principios e instituciones del Régimen”. Al día siguiente, el 23,
Juan Carlos jura fidelidad a Franco y a los Principios del Movimiento, primero
en un acto íntimo en la Zarzuela y después en las Cortes franquistas. Después
de jurar, Juan Carlos empezó así su discurso ante las Cortes de Franco: “Mi
General, señores ministros, señores procuradores: Plenamente consciente de la
responsabilidad que asumo, acabo de jurar como sucesor, a título de Rey,
lealtad a su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los principios del
Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino. Quiero expresar, en primer
lugar, que recibo de su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco la
legitimidad política surgida de Julio de 1936”. Sí, como precio a ser
nombrado heredero “a título de Rey”, Juan Carlos asumía “la legitimidad
política surgida de Julio de 1936”, es decir, aceptaba el propio Golpe de
Estado de julio de 1936 y los crímenes sociales que había cometido el
franquismo. Ante este discurso no causa extrañeza que, según la prensa de la
época, “catorce veces fue interrumpido el discurso de Su Alteza Real por los
procuradores, que le aplaudieron con entusiasmo y puestos en pie”. El triunfo
político de Franco era total, no sólo no había restaurado la monarquía
borbónica después del Golpe de Estado sino que la había subordinado haciéndola
su heredera.
Que
Juan Carlos hubiese sido nombrado heredero “a título de Rey” no significaba que
ya tuviera garantizada su coronación a la muerte de Franco. No era así porque
el Caudillo podía cambiar de sucesor cuando quisiese. Juan Carlos tenía que
seguir haciendo méritos políticos ante Franco, tenía que seguir siendo
exquisitamente respetuoso con todo lo que dijera e hiciera el Caudillo, la
única fuente de su futuro poder. Por lo tanto, nunca dirá nada Juan
Carlos de los fusilamientos que aún ordenará Franco antes de morir, como fue el
caso de las cinco penas de muerte a tres miembros del FRAP y dos de ETA ejecutadas
el 27 de septiembre de 1975. Juan Carlos estará políticamente con Franco hasta
el final, lo acompañará en su última representación pública en el balcón
del madrileño Palacio de Oriente el 1 de octubre de 1975.
A
estas alturas cronológicas Franco era consciente que su vida iba a terminar en
breve por lo que hizo testamento y pidió a los suyos de forma explícita “que
rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y
lealtad que a mí me habéis brindado”. El 20 de noviembre de 1975 moría Franco y
el 22 Juan Carlos volvía a jurar fidelidad a las Leyes Fundamentales y a los
Principios del Movimiento pero esta vez para ser coronado rey: “Juro por Dios y
sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del
Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional”.
Acto seguido fue proclamado “Rey de España” con el nombre de Juan Carlos I. En
su discurso a las Cortes elevará un canto fúnebre al Caudillo al afirmar que
“una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco
será ya un jalón del acontecer español y un hito (…). España nunca podrá
olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la existencia a su
servicio”.
Inmediatamente
después de ser coronado, Juan Carlos I le da garantías a la viuda del Caudillo,
Carmen Polo, de que nadie molestará ni perseguirá a su familia, ya “que estoy a
la cabeza del Estado: impediré que se haga un memorial de agravios contra
ustedes y contra cualquier persona del régimen (…). Van a estar tan seguros
como lo han estado siempre”. Además, por el Real Decreto-Ley 18/1975 del 26 de
noviembre le concederá a la viuda del Caudillo, Carmen Polo, “la Merced
Nobiliaria del Señorío de Meirás, con Grandeza de España”. Juan Carlos contará
con el apoyo político de su mujer, la ya reina Sofía, futura madre de Felipe
VI, porque tal como cuenta ella misma “mi marido y yo nos propusimos con los
Franco las máximas atenciones, darles todas las facilidades del mundo que
estuvieran en nuestra mano”.
Desde
el 22 de noviembre de 1975 en adelante Juan Carlos I tendrá como estrategia
mantener la corona, que lo hizo con éxito lo demuestra el hecho de que se
mantuvo en la Jefatura del Estado hasta el 2 de junio de 2014, día que anuncio
públicamente su abdicación en su hijo Felipe. Juan Carlos I será capaz de
rodearse de personas que supieron pasar de la “democracia orgánica” franquista
a la “Monarquía parlamentaria” instaurada por la Constitución de 1978, y todo
ello pasando “de la ley a la ley”, es decir, sin ruptura con el régimen
franquista instaurando un régimen “democrático” que, para más éxito, contará
desde 1982 con un partido “socialista” al frente que hará cumplir el viejo
sueño de los gobiernos de Franco de entrar en la Comunidad Económica Europea
(CEE) y ganar un referéndum para mantener al Estado español en la OTAN e
instalar el bipartidismo PSOE-PP. El régimen franquista no habría podido tener
mejor desarrollo, aunque el precio político a pagar fue que se pasó de la
“democracia orgánica” a la “Monarquía parlamentaria” con buena parte de la
superestructura del franquismo, es decir, con el mismo rey, con los mismos
jueces y fiscales, con los mismos altos mandos de las Fuerzas Armadas, de la
Guardia Civil y de la Policía Armada, contando con los mismos mandos y sicarios
de la Brigada Político-Social, con una Iglesia formalmente remozada en la
cúpula pero que no ponía en cuestión la Cruzada ya que seguía manteniendo sus
privilegios y formando parte de los Aparatos Ideológicos del Estado y con
la misma base económica capitalista reforzada ahora por su incorporación a la
CEE.
Este
indudable éxito político para la clase dominante y sus políticos, al que se
etiquetará como “La Transición”, será presentado y defendido durante años a
bombo y platillo en todos los grandes medios de comunicación por los políticos
profesionales, tertulianos, politólogos, periodistas e historiadores del
Régimen del 78 al mismo tiempo que se rodeaba a Juan Carlos I de un secretismo
absoluto sobre su “vida privada” que pasó por amoríos diversos mientras los
servicios de inteligencia del Estado, primero el SECID y después el CNI,
defendían al monarca de sus efectos colaterales. No obstante, Juan Carlos
I también participó en juegos nada amorosos como el Golpe de Estado del 23F,
como ya informa, por si quedaran dudas, a cara descubierta en una entrevista
grabada el monárquico y “prestigioso” periodista Luis María Anson, y en
negocios turbios que también han tenido un éxito económico rotundo tanto que su
hijo y heredero Felipe VI le ha podido retirar su paga de “rey emérito” sin que
esto haya supuesto dejar a papá sin recursos económicos. No obstante, tantos
éxitos se le debieron subir a la cabeza a Juan Carlos I lo que le llevó a
pensar que podía hacer lo que quisiera como ir de caza mayor a Botsuana en
2012, cuando la mayoría de “ciudadanos” las estaba pasando canutas por la
crisis económica y no sentó nada bien socialmente que el monarca además de ir
de safari matase a un elefante, animal que representa la fuerza, la memoria y la
ternura. Esta fue la gota que colmó el vaso, ante el revuelo social que se
produjo se puso en marcha por los políticos entonces más relevantes del Régimen
del 78 la operación de preparar al monarca para que abdicara en su hijo Felipe
con el objetivo de evitar la caída de la monarquía.
Hoy
Felipe VI ya lleva 10 años en la Jefatura del Estado. Como tenía dos hermanas
mayores que él fue nombrado príncipe de Asturias y rey gracias al machista
artículo 57 de la Constitución de 1978 por la que se da preferencia al
varón sobre la mujer. Si en un régimen que pretendiese ser democrático sería
inadmisible admitir que la Jefatura del Estado esté ocupada por una familia, es
decir, por “derecho de nacimiento”, aún es más inadmisible que se nos quiera
presentar a la monarquía como una institución democrática que, para más inri,
vela por nuestros derechos cuando su tradición política no tiene nada que ver
con un legado democrático, como hemos visto. La sencilla verdad histórica es
que Felipe VI es el heredero del heredero de Franco, lo demás es literatura de
evasión.
Madrid,
19, junio, 2024
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