QUERIDA LEONOR (POR CULPA DE
UN AZAR SIN MÉRITO)
JUAN CARLOS MONEDERO
La princesa Leonor durante el acto de entrega del título de Hija Adoptiva de la ciudad a la monarca, a 21 de mayo de 2024, en Zaragoza (España). - EUROPA PRESS
Esta carta
a la princesa Leonor forma parte del libro Cartas a una reina, compilado por
Arturo Pérez Reverte. La manifestación republicana de hoy domingo es una buena
ocasión para publicarla aquí, recordando la necesidad de una España republicana
y federal.
¡Ay Leonor! Tu madre aún recuerda hace dieciocho años el revuelo que se armó cuando una tromba de periodistas y fotógrafos entraron en la habitación a fotografiarte y tu padre se quedó lívido en su esquina porque no entendía nada y los flashes y las preguntas se enseñorearon en la estancia mientras alguna que llevaba obsequios agitaba los brazos en la habitación como aspas de trasatlántico y parecía que estuvieran tomando La Bastilla aunque más bien estaban representando como en la Gran Vía de Madrid El Rey León sin negros y en femenino pero cómo demonios habían llegado hasta allí y fue al final tu madre la que dijo sensata tapando tu cara ¡que ésta es otra Leonor, que ésta es otra Leonor! y entonces poco a poco se silenciaron los flashes y se requebraron los agasajos porque tú no te habías ganado ni flashes ni agasajos pues eras Leonor pero tu sangre era roja y tu suerte iba a ser la de toda tu generación así todo sin aliento.
¿Sabías,
Leonor, que al lado de donde tú naciste nació otra Leonor, de fortuna
diferente? Ya es mala suerte, o buena, nacer en la misma clínica y al lado de
tan egregia persona. Estuvo mal que, cuando se dieron cuenta del error, se
llevaran los regalos y, además, no se disculparan. Pero nunca el gremio del
periodismo ni el de la aristocracia han destacado por los dones de la cortesía;
son más de la daga y el veneno. Quizá por eso tus padres siempre han querido
regalarte lo mejor que podían en tu cumpleaños, para compensar aquella
confusión. Aunque algunos años las cosas han estado apretadas, cuántas crisis
os han tocado a vuestra generación, y solo pudiste disfrutar ese día de tu
plato favorito, una atención de tu madre: "¿Qué comida quieres hoy,
Leonor?". Tus gustos nunca eran caros, porque sabías que pidiendo unos
canelones le alegrabas a tu progenitora tu aniversario, ya que se sentía buena
madre dándote un poco de lo mucho que quería darte y no podía.
Cumples
dieciocho años, Leonor, y como cualquier persona de tu edad, tienes sueños
adornados como solo saben vestirse los sueños. Sabes que los sueños, sueños son
y no te engañas, pero sueñas. Y también te ríes. Mira que siempre querer, en la
representación del colegio, que te vistieras de princesa. ¡Dejadme en paz!,
decías. Lo que quieres es estudiar, viajar, escribir, amar y, como casi todas
las chicas de tu generación, ser famosa. Hiciste unos vídeos en YouTube, que
los jóvenes sois nativos digitales, que es como ser antiguo y moderno al mismo
tiempo, pero prefieres que nadie los vea, como los poemas que escribían antes
los adolescentes. ¡Cómo podías llevar esas pintas! Qué ganas de vestirte mal.
Tú decidías. No te quejes. Eso sí, ni un solo día has dejado de recibir las
bromas de tus amigos en el colegio y en el instituto: "¡Te cambiaron en la
cuna! ¡Tú no eres Leonor, la de la Milagros, tú eres una princesa!"
Mira que
nacer en el mismo lugar y al mismo tiempo que la que se llevó tus regalos. Es
imposible que hubieran cambiado las cunas. Con tanto guardaespaldas, como para
andar cambiando las cosas de sitio. ¿Pero te imaginas? Ella estaría ahora en tu
casa en la calle Tribulete, compartiendo tu miedo y el de tu madre, que tu
padre se murió en un accidente con el taxi, esperando que os desahucien porque
han vendido el edificio a un fondo de inversión, y tú estarías en el
extranjero, habrías aprendido todos los idiomas, te cortejarían jóvenes
oficiales y te habrían regalado el día de tu cumpleaños trajes de princesa y no
un plato de pasta.
Es verdad
que tendrías que cargar con un abuelo que no es como el de Heidi, y también con
un apellido al que algunos quieren teñir de sombras. ¡Como si todas las
generaciones pasadas no hubieran limpiado la memoria de Fernando VII, de Isabel
II o del tatatarabuelo Alfonso, o el tatarabuelo Juan y las simpatías de ambos
con el franquismo! ¿Y tú qué culpa tienes? Aunque sabes que la que terminó
llevándose todas las fotos tiene que cargar con su apellido, porque de lo
contrario no tendría el privilegio de ser tan especial. "Ojo por ojo,
diente por diente", piensas mientras sueñas tus sueños de adolescente que
ha vivido dos crisis, una pandemia, el miedo ante la crisis medioambiental, un
planeta que cada vez es menos vivible, la amenaza de la guerra y demasiadas
cosas que, como a tantas de vosotras, os llevan a que al final solo queráis ver
vídeos idiotas en TikTok o vivir en Instagram la vida de la gente que vive más
desahogada que vosotras, porque cuando os enfadéis lo vais a hacer muy en
serio. De momento, como no os ofrecen vida, os ofrecen ocio.
Tampoco te
quejes. A los dieciséis años te hiciste un tatuaje en el antebrazo y un
piercing en la nariz porque te sentías revolucionaria y querías desobedecer al
mundo. ¿Tú crees que a la que estaba en una habitación más grande le iban a
dejar hacerse un tatuaje a los dieciséis años? ¿Y agujerearse la nariz? Así que
escoge. Tu vida va a estar llena de riesgos, de incertidumbres, de reveses de
la fortuna. Pero también repleta de aventuras. Y a diferencia de Penélope, no
tienes que sufrir a ningún Ulises aprovechado ni esperar en tierra porque
también puedes querer el mar. La otra seguridad está sostenida sobre un teatro
en el que son otros los que deciden. Si pudiera elegir ¿crees que se cambiaría
por ti?
La España
que te espera, Leonor, es mejor que en la que nació tu padre, pero sigue
estando llena de esa mala gente de la que Antonio Machado decía que "va
apestando la tierra". Cumples dieciocho años y suenan otra vez tambores de
guerra en Europa. Es verdad que no todas las Leonores en España tendrán que ir
a pegar tiros, pero tú, algún día, quizá, podrás hablar en nombre de todas y
decir que tu generación no quiere guerras. Y podrás hacerlo con convicción,
porque a ti te pueden mandar al frente a que un dron o una mina o un misil te
reviente.
El futuro
está demasiado cargado de pasado, Leonor. Y aunque ahora aún no empiece lo arduo
(la madurez se demora), la mayoría de edad te interroga. Querrás seguir siendo
una niña, pero ya no lo eres. No te cambiaron en la cuna y aunque algunos
piensan que la Constitución la escribieron para ella, en verdad está escrita
para ti. El azar te ha regalado un espejo. Hay una España, la que mejor
escribe, que siempre ha querido romperlo. No te olvides de que "no sólo de
pan vive el hombre. Ojalá, si tuvieras hambre y estuvieras desvalida en la
calle, no pidas un pan, sino que pidas medio pan y un libro". Ojalá tu
generación encuentre a nuestro poeta. Para eso, deberás tener memoria.
Con
dieciocho años recién cumplidos podría decirte que "Tú no puedes volver
atrás/ porque la vida ya te empuja/ con un aullido interminable", pero no
te preocupes por eso. Mira hacia delante. En España todavía nos huelen los pies
a franquismo, pero somo un país mucho mejor que el que vivieron tus padres.
Naciste en la cuna de al lado ¿y qué? La vida te deja una enseñanza que, desde
hoy, tienes que empezar a construir mirando a esa condición que tú nunca podrás
tener, pero que también te libera de estar en un lugar que no ha sido el más
luminoso de la historia de España. No olvides que los verdaderos creyentes son
los que ya no creen, pero obran como si creyeran.
Así, dentro
de un tiempo, mirarás hacia atrás y podrás decirte, con un poeta de las muchas
Españas:
Volver,
pasados los años,
hacia la
felicidad.
Para verte
y recordar
que yo
también he cambiado.
Suerte
Leonor, y que lo que seas se deba, sobre todo, a tu propio esfuerzo en una
España en paz, justa, federal y republicana, plena de verdaderas libertades,
amable, plural, que no deje a nadie, por ninguna razón, atrás y donde nos
cuidemos. Y que, porque todo eso se cumpla, la sintamos como un lugar querido.
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