lunes, 1 de noviembre de 2021

¿POR QUÉ CELEBRAMOS CON NUESTROS “DIFUNTOS”

 

¿POR QUÉ CELEBRAMOS CON NUESTROS “DIFUNTOS”

ITZAMNÁ OLLANTAY

Para los pueblos del hemisferio Sur, entre los meses de octubre y noviembre, con el inicio de la época de las lluvias, reinicia el ciclo agrícola. Comienza a germinar la vida en la Tierra, que a su vez garantizará vida en sus diferentes formas.

En este punto del calendario agrícola, las civilizaciones andinas establecieron el Aya Mark’ay Killa (en el idioma quechua significa, mes para abrazar a las y los difuntos).

Esta festividad que consistía en hacer procesiones multitudinarias llevando en andas los cuerpos biodegradados de los seres queridos difuntos, con abundante música, bailes, comidas y bebidas, fue una práctica generalizada en el siglo XVI que cronistas como Guamán Poma lo narraron con detalles.

 

En la actualidad, finales de octubre, e inicios de noviembre, continúa siendo el momento festivo en el que recibimos con alegría y dedicación a nuestros seres queridos en nuestras casas, y en los campos santos (cementerios).

 

En mi familia, muy a pesar de la permeación sufrida por el cristianismo o el pentecostalismo, desde la segunda quincena de octubre preparamos en familia el altar de las ofrendas para nuestros seres queridos que viven/vuelven con nosotros desde la dimensión cósmica. Mis hijas exigen,… “que ya es tiempo de armar el altar”. Es toda una pedagogía familiar en y para el “arte de la muerte”… Cocinamos, servimos la comida/bebida todos los tiempos en el altar adornado con flores, regalos…

 

Considero que es el tiempo donde casi por completo desaparece el tabú o el miedo a la muerte que aún nos habita. Es una experiencia existencial de comensalidad, celebración familiar, que rompe la sensación de la frontera de la vida y de la muerte.

 

¿Qué significa la muerte para los pueblos originarios?

 

La idea y el sentimiento de la “muerte” como el final o el fracaso, es un legado de la modernidad. Por tanto, es un vestigio o evidencia del colonialismo y de la colonialidad.

 

Para el judeocristianismo (muy a pesar del esfuerzo de algunos mensajes de liberación de Jesús de Nazaret) la muerte es asumida como “castigo, consecuencia del pecado”. Por ello, la muerte es fracaso, pérdida, lamento.

 

La ciencia moderna, en su incapacidad de explicar un suceso tan trascendental como es la “muerte”, simplemente la encapsuló como un “enigma”, “tabú”, “misterio”… en consecuencia afianzó el sentimiento de miedo, vergüenza, dolor… en las personas ante este suceso.

 

Considero que la concepción de la muerte ligada al sentimiento de miedo es una de las herramientas de dominación más potentes que el colonizador cristiano utilizó y utiliza para subyugar a los pueblos, y así evitar cualquier intento de sublevación. El miedo a la muerte inmoviliza cualquier intento de insubordinación. La sublevación en pueblos colonizados es pecado, y el pecado se castiga con la muerte.

 

Para los pueblos originarios, no colonizados del todo, la muerte es una transición dentro del mismo ciclo de la vida. Por eso se celebra, se festeja, se muestra, se comparte en comunidad dicho suceso existencial.

 

Desde la lógica simbólica y compleja, la muerte es vida. Por eso se celebra justo al inicio de la siembra agrícola. La muerte es como el proceso que vive la mariposa que deja su capullo para volar y volver a la flor y posibilitar la vida con la polinización.

 

Esta sensación es la que nos afianza en nuestra certeza festiva sobre lo que llamamos muerte. Que en realidad no es ninguna muerte, sino la transición a una forma de vida cósmica para estar y ser todo en todos y con todos. Ser miembros plenos de la comunidad cósmica.

 

La celebración con altares de ofrendas en las casas, y fiestas en los campos santos, evidencian este sentipensamiento que aún poseemos sobre este suceso trascendental.

 

En tiempos de pandemia, es urgente repensar nuestra actitud y concepción sobre la muerte. El sufrimiento en estos tiempos modernos ante la muerte, y la imposibilidad de despedir a nuestros seres queridos, fue y es muy duro. Debemos educarnos ante la muerte con una nueva pedagogía, ojalá festiva y de comensalidad.

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