UN 4 DE MAYO PARA LA HISTORIA
ELISA MORA ANDRADE
Pablo Iglesias anunciando su dimisión anoche
, tras los resultados electorales del 4M.
Los malos suelen ganar siempre. Y eso ha pasado el 4 de mayo en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso, la candidata trumpista del PP madrileño, la amiga de los taberneros y los jóvenes que toman cañas, la ideóloga de la identidad madrileña, la mujer que impidió que un 75% de los ancianos contagiados con covid fueran enviados a los hospitales para ser atendidos, mejoró los pronósticos de las encuestas y obtuvo una victoria arrolladora, una goleada de escándalo. Ayuso suma más escaños que todo el bloque progresista junto, y de paso convierte a la extrema derecha de Vox en una muleta irrelevante, pues no necesitará siquiera sus votos para ser investida y gobernar. Vuelven los buenos tiempos de Gallardón y Aguirre, cuando el PP gobernaba sin oposición.
Que Ayuso ganaría las elecciones parecía descontado desde que anunció el adelanto en el mes de marzo. Pero que lo hiciera por esa diferencia abrumadora, siendo la más votada en el 99% de los municipios medianos, pequeños y grandes, e imponiéndose de largo en antiguos feudos de la izquierda, no parecía tan evidente. Las razones de este repaso histórico de Ayuso son al menos cuatro: la absorción íntegra de Ciudadanos, tercera pata de las derechas diseñadas por Aznar para intentar recomponer al PP tras la condena por corrupción de la Gürtel; el apoyo de la inmensa mayoría de medios y televisiones; el hundimiento del PSOE, lastrado por un candidato sin ganas ni proyecto y por el voto de castigo al Gobierno nacional, y una campaña de las izquierdas de tono negativo y alarmista que no ha generado ilusión, ni alarma, ni sensación de alternativa.
La izquierda en
bloque ha perdido porcentaje de voto, pero sobre todo, y eso es lo que más
duele, no ha capitalizado la brutal subida de participación
La entrada de Pablo
Iglesias en campaña, pensada como un antídoto de impacto para frenar la
tendencia pop de la política más espectacular y amada del momento, tuvo el
efecto contrario al deseado. El sur, el viejo mito de las izquierdas
madrileñas, se movilizó como pocas veces, pero lo hizo de forma contraria a la
esperada, apoyando en masa a la candidata popular frente a las tres fuerzas
progresistas. Más Madrid consiguió sumar 4 escaños más y se convirtió en la
referencia de la oposición, consumando un sorpasso histórico a la
socialdemocracia histórica representada por el PSOE. Gabilondo, hibernando
desde hace años, se hundió en su indefinición, sus dudas y requiebros. Iglesias
mejoró los magros resultados de Podemos en 2019, pero claramente no consiguió
convencer a las clases populares de que el dilema en juego era entre fascismo y
democracia.
El descalabro mayor
es sin duda el del PSOE. La izquierda en bloque ha perdido porcentaje de voto,
pero sobre todo, y eso es lo que más duele, no ha capitalizado la brutal subida
de participación. Con todo, Más Madrid y Podemos han mejorado sus apoyos y la
suma de ambos da un resultado mucho mayor al que nunca consiguió IU. El PSOE
empezó su campaña pensando en comerse algunos votos de Cs, y no sólo no se ha llevado
ni uno, sino que ha perdido muchos en favor del PP.
La mejor noticia
para las fuerzas progresistas es sin duda el crecimiento de Más Madrid, la
escisión verde y feminista de Podemos, liderada por Mónica García, la médica
que se erigió en la única oposición a Ayuso durante estos dos años y a la que
los votantes han reforzado como líder moral del bloque perdedor de la Asamblea.
Una lección de su
campaña tranquila y de su estupendo resultado es que muchos electores
madrileños progresistas buscaban sobre todo soluciones técnicas y sensatas a la
gestión disparatada de Ayuso. La novedad es que amplios sectores de votantes,
que antes no se planteaban votar al PP dada su tendencia a la corrupción
desatada y al neoliberalismo más punk, han abandonado a Ciudadanos y en menor
medida al PSOE para teñir de azul la región entera, atendiendo al reclamo
trumpista, individualista e identitario de Ayuso, que sale de la cita
convertida en la gran estrella populista nacional y en un fenómeno social.
La democracia tiene
un problema serio cuando se presenta a un partido neofascista y antidemocrático
como espejo de uno que no pasa de socialdemócrata
Iglesias sabe que
se equivocó al plantear la batalla de Madrid como una reedición de los odios y
las afrentas de los años 30. Y de hecho perdió su apuesta personal de plantar
cara a la extrema derecha al magnificar su importancia (que al final ha quedado
en un lugar accesorio). La derrota de Podemos ante Vox no es nueva pero añade
otro elemento perturbador: la democracia tiene un problema serio cuando se
presenta a un partido neofascista y antidemocrático como espejo de uno
socialdemócrata; lo que seguramente confirma que los marcos han girado a la
derecha de forma abrumadora.
La consecuencia
lógica de ese error de cálculo o ejercicio de coraje y sacrificio inútil de
Iglesias fue su inmediata y elegante decisión de abandonar la política, otro
momento histórico porque Iglesias ha protagonizado, para bien y algunas veces
también para mal, los últimos siete años de la política española y del final
del bipartidismo. En CTXT hemos criticado el excesivo liderazgo interno
ejercido por el fundador de Podemos, pero nadie podrá negarle que fue un
político valiente, que se atrevió a desafiar a las élites mediáticas y
económicas de este país y a contar sin tapujos muchas de las inconfesables
verdades y miserias que arrastra desde hace 45 años la imperfecta e
hipermediática democracia española. El primer Gobierno de coalición desde la II
República es un logro de enormes dimensiones, atribuible en buena medida a su
cabezonería y su capacidad de arrastre.
En estas páginas
hemos comparado a Iglesias con El Lute, ante la persecución, el acoso y la
campaña de odio desatada contra él desde todos los ángulos del sistema
económico (incluidas sus ramas política, policial, mediática y judicial, y sus
cloacas). El abrupto final de su carrera política y su condición de profesor
universitario animan a compararlo también con Yanis Varoufakis, el exministro de
Finanzas griego, otro líder valiente que no respetó las reglas de juego de la
política europea y acabó tan achicharrado como ha acabado Iglesias, incluso en
menos tiempo.
Su renuncia, un
ejercicio de honestidad intelectual, es una buena noticia para el país porque
su sucesora, Yolanda Díaz, es una mujer extraordinaria. Esperemos que sin el
enemigo público número uno en el ring, el odio y la persecución contra los
dirigentes de Podemos se relaje por fin y que la izquierda encuentre nuevas
vías de entendimiento que permitan revertir, en dos años mejor que en seis,
este histórico Ayusazo procesista del 4 de mayo. Para eso tendrán que ir más
allá de la censura a la figura tragicómica de Ayuso y plantear una alternativa
ilusionante, y sobre todo volver a conectar con los territorios y los barrios
más vulnerables, abandonados durante demasiado tiempo.
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