LA MONEDA DIGITAL, CADA VEZ MÁS CERCA
DAVID BOLLERO
Pese a la incertidumbre, el desconocimiento y, por qué no decirlo, los continuos intentos por boicotear la expansión de las criptomonedas -con Bitcoin a la cabeza-, los gobiernos cada vez se muestran más convencidos de que sus bancos centrales tendrán que entrar en el juego de la moneda digital. Básicamente, se trataría emitir dinero electrónico, dándole respaldo y crédito con reservas, en lugar de imprimirlo como ahora. Comienzan a ser una realidad los Bancos Centrales de Moneda Digital (CBDC por sus siglas en inglés, Central Bank Digital Currency).
La diferencia técnica frente a las criptomonedas tipo Bitcoin o Ether es que éstas se ejecutan con tecnología distribuida, totalmente descentralizada de modo que se precisan de múltiples dispositivos en todo el mundo para su verificación. La moneda digital, en cambio, está centralizada en los bancos centrales, como sucede con el dinero físico.
La otra gran diferencia,
además de la volatilidad que se ha experimentado con los bitcoins, es el
respaldo. Si la cartera o la compañía que provee su monedero digital cierra,
quiebra o sufre un ataque informático masivo, corre el riesgo de que su
criptomoneda se volatilice sin que el gobierno le respalde. En el caso de la
moneda digital respaldada por un banco central, existirían fondos de garantía
como sucede en la actualidad con el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que
cubre el dinero depositado en las entidades bancarias españolas (ya sea en
cuentas o en depósitos) hasta un máximo de 100.000 euros por titular y entidad.
Entre las ventajas
que destaca el FMI para recurrir a este nueva fórmula se encuentra la reducción
de los gastos de administrar y transferir efectivo. Las preocupaciones que
generan iniciativas menos volátiles del sector privado, como Facebook con su
Libra (ahora Diem), también hacen que se dispare la incertidumbre sobre la
soberanía monetaria.
Además, el
organismo internacional también ‘vende’ en la moneda digital un modo más
inclusivo y sencillo para que personas que no cuentan con una cuenta bancaría
sí puedan manejar dinero a través de sus teléfonos móviles… y de paso y a diferencia del dinero físico, tener una
trazabilidad de todos sus movimientos, aunque esto último no lo explicita.
La idea de eliminar
el dinero físico es algo que lleva barajándose desde hace muchos años, de
manera que cualquier transacción que realicemos, ya sea con comercios o entre
particulares, deje un rastro digital. Donde buena parte de la ciudadanía ve
riesgos a su privacidad, el FMI o los órganos reguladores identifican una mayor
transparencia y límites a actividades ilícitas como el blanqueo de capitales.
Bien es cierto que
en éste último aspecto, cabría la posibilidad del anonimato si, en lugar de
utilizar el teléfono móvil se emplearan tokens, es decir, dispositivos que no
están asociados a una persona en concreto, como antiguamente los teléfonos
prepago que no requerían de identificar al propietario. Este parece ser un
requisito indispensable si se quiere conseguir la universalidad del sistema:
sin el anonimato que sí aporta el efectivo, la moneda digital tendrá complicado
su éxito.
Por otro lado, la
puesta en marcha de una moneda digital ha de realizarse con sumo cuidado
porque, de no medir bien los tiempos, se corre el riesgo de que demasiadas
personas retiren a la vez el dinero de sus cuentas bancarias para comprar
moneda digital y el Estado tuviera que recurrir al corralito. La legislación
actual ha de cambiar mucho, modernizando los procesos regulatorios para que una
fórmula de este tipo de veras tenga éxito.
A ello se suma,
además, una labor de educación colosal para que lograr que un porcentaje muy
elevado de la población deje de desconfiar del dinero digital. El efectivo está
en el corazón del contrato social que legitima la confianza depositada en el
dinero. De hecho, en una encuesta publicada por el BCE a finales del año pasado
se revelaba que el efectivo continúa constituyendo el 73% del volumen de transacciones
que se realizan y el 48% de su valor.
Así las cosas, ¿es
viable un euro digital? A fin de cuentas, desde abril de 2020, China está
probando su yuan digital y se estima que ya hay en circulación un volumen por
valor de 150 millones de renminbi (RMB), es decir, unos 23 millones de dólares.
El objetivo es que para los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 el uso
doméstico del yuan digital sea mucho más generalizado.
Son muchos los
expertos que consideran que la presidenta del Banco Central Europeo (BCE),
Christine Lagarde, no tardará en hacer público el anuncio, adelantándose
incluso a la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen. De
hecho, en octubre del año pasado el BCE ya publicó un informe abordando el euro
digital, aunque la posibilidad de su existencia se perfila como un complemento
más que como un sustituto del efectivo, bien sea para determinado tipo de
usuarios o para circunstancias específicas.
Finalmente, el
éxito o no de la moneda digital también pasa por ver cómo se conjuga con los
actores que ya están en juego, es decir, la banca privada y las multinacionales
como Visa o Mastercard. Dado que son muchos los expertos que apuestan porque
sean los bancos centrales quienes gestionen la moneda digital que, además,
tendría tipos mucho más competitivos que los depósitos de los bancos, ¿en qué
lugar quedan éstos? En cuanto al pago con tarjetas de crédito, ¿qué sucedería
con ellas? ¿Serían el próximo Blockbuster?
Salvar el modelo de
negocio de esos actores pasa por restar ventajas a la moneda digital y, a la
postre, por perjudicar a las personas usuarias, algo que cuando se trata de
dinero y banca sabemos que es lo habitual.
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