IMPUNIDAD DE LA BRUTALIZACIÓN ISRAELÍ
Es abismal
la diferencia abismal entre los daños sufridos por Israel y sus habitantes y
los sufridos por Palestina y los palestinos, la diferencia entre la violencia
desde una sociedad herida y la violencia desde una institución omnipresente
altamente militarizada.
POR LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Llama poderosamente la atención el desalojo violento de Jerusalén, ciudad sagrada si las hay, a la que se la supone tan respetada…
Prácticamente no hay casi información de los gases, balazos, malos tratos, abusos y torturas que la policía y el ejército israelí inflige a pobladores de barrios civiles. Que tienen una peculiaridad: son palestinos.
Salvo la que logran traspasar algunos muy aislados y dignos periodistas, valientes, palestinos y algunos de otro origen, que por diferentes razones han estado o están en Jerusalén o en el territorio de la Palestina despojada (por ejemplo, Jonathan Cook o Mohamed Omer).
Por su parte las agencias noticiosas occidentales tienen sus destacados en Palestina/Israel que exclusiva o casi exclusivamente reportan la versión que los sistemas comunicacionales israelíes «informan» y filtran.
En EE.UU., por
ejemplo, se hizo viral el video que mostró la atrocidad de la rodilla en el
pescuezo asfixiando a George Floyd, afronorteamericano. Pero los videos en que,
por ejemplo, se ve que están asfixiando a Mahmoud El Kurd en el operativo de
despojo de las viviendas en un barrio jerosolimitano (ahora, mayo 2021, unas 8
viviendas con varias decenas habitantes) no aparecen en Occidente. No es que no
se viralicen, ni siquiera alcanzan cualquier circuito (salvo el de los más
inmediatos seguidores de la cuestión palestino-israelí).
Pero no sólo no se
ve un desalojo violento. Tampoco se vieron, salvo fugazmente, los palestinos
gaseados, baleados, lisiados y asesinados durante las Marchas por la Tierra que
desde el 30 de marzo de 2018, en forma totalmente pacífica mantuvieron los
palestinos durante años. Y no hablamos de hechos aislados: cada viernes,
decenas de francotiradores israelíes se apostaban en taludes, cómodamente, para
herir o matar. Las primeras manifestaciones fueron «tratados» mediante balazos
en las ingles de los manifestantes. Como la cantidad de muertos idos en sangre
fue alta y la condena desde determinados círculos, muy notoria, los mandos de
la seguridad israelí variaron la tarea de los francotiradores: tirar a los
tobillos. Así se lograron varios objetivos: no matar directamente que es muy
chocante, y sólo algunos regímenes demenciales como el de Uribe en Colombia, el
de Duterte en Filipinas o la Junta Militar de Myanmar, como tantas juntas
militares, se atreven a hacer abiertamente. Una democracia modelo como la
israelí… no podría.
Pero evitar la
muerte franca, permitía a la vez recargar el fragilizado sistema sanitario
palestino con baldados de por vida. No estarían muertos, pero llegarían a ser
una carga, para la sociedad palestina.
Ese mismo estilo de
«tiro al blanco» fue ejercido contra futbolistas. En un momento Palestina e
Israel disputaron su presencia en los certámenes futbolísticos internacionales.
No muy directamente, puesto que Palestina es un estado asiático y debería
competir en los encuentros asiáticos. Israel, en cambio, mediante buda
geográfica, ha sido «incorporado» a Europa. Si pensamos en la etimología de
«incorporación» -es el cuerpo el que entra, juega- tendríamos que decir que
Israel, mediante este ingreso a la Europa del fútbol, ni siquiera por vía aérea
sino por transportación ideológica, ha procesado una espiritual, ya que no
territorial, europeización. La disputa
futbolística palestino-israelí ya no existe, pero los futbolistas baleados en
las piernas lo serán de por vida.
La presión israelí
es despiadada, cruel, abusiva. Se ha ido embruteciendo y profundizando a medida
que se sintieron con menos impedimentos materiales, que la resistencia
palestina se hizo menos armada, menos violenta.
Colonos, religiosos, sionistas, sienten que pueden avanzar con su
comportamiento agresivo más impunemente.
Como dice Mohammed
El Kurd, palestino de Jerusalén: «¿Por qué estamos forzados a probar que somos
humanos? [1]
Recordemos que
entre los judíos más fundamentalistas es muy común negar la humanidad de
palestinos, puesto que no pertenecen al «pueblo sagrado».
Otro testimonio recogido
en el mismo reportaje: «Sajafi dice que las familias que el estado israelí
anunció que van a ser desalojadas para dar ese suelo a colonos niegan
rotundamente que tengan la propiedad de nuestra tierra. Este suelo ha sido
propiedad de musulmanes durante más de 500 años. Nos empujaron a un rincón del
territorio, pero nos negamos a reconocerles como dueños legítimos. Hace más de
medio siglo que estamos luchando a brazo partido para quedarnos. Si ellos
hubiesen tenido derechos legítimos sobre nuestra tierra, no nos habrían
permitido habernos quedado tanto. Si tanto alegan los colonos que esta tierra
es de ellos, ¿por qué nos están ofreciendo 10 millones de shekel (3 millones de
dólares)? Hemos vivido aquí en esta casa nuestra vida entera, el solo pensamiento
de ser expulsados se hace terriblemente difícil.» [2]
Es importante ver
cómo ven los ojos israelíes: el diario oficialista Noticias de Israel titula
así una nota sobre el tema: «Sheikh Jarrah: ¿Qué es todo este alboroto?»,
minimizando lo acontecido, trivializándolo. Negarse a ver lo que está pasando
en Jerusalén oriental hoy como un eslabón más en la cadena de arrebatos y
despojos con que el sionismo ha construido Israel a costa de la Palestina
histórica.
Jugando
impiadosamente con la verdad inician su nota con: «Nadie ha muerto, a pesar del
uso constante de la palabra ‘derramamiento de sangre’.»
Este deslinde
inicial, a la luz de la multitud de muertos palestinos que ha cosechado la
ocupación sionista es realmente sobrecogedor.
Cualquier palestino
sabe que la muerte acecha en casi todos los ojos israelíes. Alguien podrá decir
que también los israelíes están prevenidos ante los gestos palestinos, que
también han cosechado violencia. Pero si miramos los números, nos damos cuenta
de la diferencia abismal entre los daños sufridos por Israel y sus habitantes y
los sufridos por Palestina y los palestinos. La diferencia entre la violencia
desde una sociedad herida y la violencia desde una institución omnipresente
altamente militarizada como es Israel, gran exportador mundial de know how,
policial, militar y penitenciario, que «prueban» antes de colocarlos en el
mercado internacional, sobre la sociedad palestina).
Burlarse ante la
posibilidad de derramamiento de sangre da la estatura moral de ese periódico.
Este borrador de nota fue escrito el 6 de mayo, mejor dicho desde el 6 de mayo. Estaba rematando esta nota y viene la info que Israel acaba de invadir, una vez más, la Franja de Gaza. 13 mayo. 2021
La burla sobre el
derramamiento de sangre adquiere toda su brutalidad y desprecio. Solo un
supremacismo racial, un racismo al estilo del que se suele atribuir a los nazis
(y que en realidad, ha caracterizado a todos los colonialismos) se puede
permitir este abuso. Contra un millón y medio de seres humanos encerrados desde
hace 15 años, privados o dosificados hasta la penuria, de alimentos,
medicamentos, plantas eléctricas, plantas potabilizadoras, elementos de
cultura, materiales para la construcción de viviendas, hospitales, escuelas.
Con el pretexto de
combatir a Hamas, Israel se permite destruir la sociedad palestina para
instalarse en su lugar… por un mandato «divino». En pleno siglo XXI, con
razones que avergonzaría a cualquier humano sin delirios místicos…
Y como decía el
sabio Gandhi: «Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio
de la gente buena.»
https://revistafuturos.noblogs.org/
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