José Rivero Vivas
DIÁLOGO AISLADO
ENTRE
QUINO Y MARQUINO
José Rivero Vivas
PRELUDIO
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Quino y Marquino, amigos de muchas veces, tienen por costumbre, bastante alejados del barranco, hablar frente a las olas, llevados quizá de la leyenda que envuelve a un célebre orador de la Hélade antigua; su propósito, al margen de hallar amparo en la distorsión de su rumor, trata asimismo de lograr que ni los peces lleguen a fraguar testimonio del tema de su conversación. Sin embargo, mueve a risa su temor, por infundado, puesto que, con tanta piedra volcada en el mar, prevalece estéril el litoral de estas Islas, con mengua irreparable de su flora y de su fauna que, ante la voracidad del ser humano, insoslayable persiste su peligro y prolongado apuro.
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José Rivero Vivas
FEUDO
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Pese a su enorme estupor, Quino
y Marquino, circunspectos, aunque
recelosos, suelen ir a la Punta de este amado Valle de Abicor, ínclito San
Andrés, a sentarse en la Baja del Capellán –extinto vivero natural de pesca-,
hoy desaparecida bajo el escombro que da base a la autovía. Allí gozan del
flujo marino, y en escorzo contemplan el pico de El Teide, erguido sobre las
cumbres de Güímar. Es lugar de retiro, donde ambos amigos templan ánimos y
entablan enjundiosa charla.
MARQUINO:
-Tú, que siempre muestras interés por esos actos de índole
cultural, ¿es cierto que estuviste en la conferencia de Don Benedicto?
QUINO:
-Asistí a su magnífico discurso, y disfruté de su tendencia a la
simplificación.
MARQUINO:
-No entiendo.
QUINO:
-En versión de Don
Benedicto, brota la voz en marcado aspecto, convencido el ponente de lo
acertado del esquema, que escueto define la situación:
¡Amo y Supervivencia!
MARQUINO:
-¿Así de sencillo?
QUINO:
-Desglosada luego, sutilmente advierte que la Supervivencia sustenta la existencia
del Amo.
MARQUINO:
-¿Quién es pues el Amo?
QUINO:
-Alguien de infinito poder.
MARQUINO:
-¿Y el Presidente?
QUINO:
-Figura cimera que, tras profundo análisis, a instancia de anónima
influencia, resulta elegido, en sufragio popular, para acopio de determinados
fines. El resto viene a ser mero trámite institucional.
MARQUINO:
-¿Y el voto?
QUINO:
-Es, al parecer, subrogado
MARQUINO:
-¿Cómo se establece entonces la Supervivencia?
QUINO:
-Según su aporte, se caracteriza en múltiples facetas, cual es
la recepción de un premio de internacional renombre, un cargo relevante en
sociedad, el gobierno de un estado, o jefatura de una fuerza de nación. Así sucesivamente
hasta llegar a ínfimo puesto de trabajo, merced al cual sobrevive ufano el
individuo de exiguo salario, aun cuando, falto de celo hacia su estima, aplaude
vehemente las últimas maravillas del flamante ilusionista.
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José Rivero Vivas
R A Í Z
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Benigno y Emilia logran una numerosa familia, y es último en nacer, Hospital
Nuestra Señora de los Desamparados -Hoy, Museo Arqueológico-, Santa Cruz de
Tenerife:
-José Rivero Vivas-
Infancia de
escasez, penuria y desconsuelo. Las dificultades de una niñez, plena de
conflictos sociales, estragos de la guerra, y
otros, lo obligan a participar en la tarea que la familia promueve para
paliar las necesidades de la subsistencia. Al ser todavía muy pequeño, se le
permite cierta libertad, de la que goza sentándose en la cinta de callaos, a la
orilla del mar, junto a la parcela de sus padres en Traslarena, San Andrés.
Allí pasa horas enteras oyendo el rumor de las olas, que forjan su oído
musical, para más tarde verter cadencia en sus escritos; al mismo tiempo
contempla el ir y venir de los barcos, rumbo a un destino ignorado, siembra de
dudas que en parte define su adversa trayectoria. Es quizá en este punto donde
se inicia la expansión de sus sueños, al par que despierta su inclinación al
viaje.
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José Rivero Vivas
PRISMA
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Don Benedicto no dijo nada al
respecto, pero mantuvo enhiesto el sentir canario, el alma canaria, la
identidad que muchos reclaman, y tan lejos han ido, que se identifican a través
de obras producidas por población foránea.
QUINO:
Aunque no presume de ser auténtico de ninguna parte, rechazó de
plano que aquel plenipotenciario, ostentoso de su cargo, incluyera las Islas en
un marco de posición secundaria, sumisa y deslucida.
MARQUINO:
-La verdad es que me dejas boquiabierto.
QUINO:
-Me limito a referir la declaración de Don Benedicto.
MARQUINO:
-Hombre, como eres discreto, se infiere que, de lo expuesto, nada
es de tu haber.
QUINO:
-Seguro. Por lo tanto, escucha. Después de breve pausa, mientras
revisa folios, Don Benedicto coge
uno y comenta:
Sin ápice de vanidad, recuerdo aquel libro, atesorado en la
adolescencia, donde la Naturaleza se presenta al hombre descontento y… ¡Qué
instructiva y bella la alocución de Giacomo Leopardi!
MARQUINO:
-No cabe duda de que tu memoria es excepcional.
Ambos quedan un instante extasiados, con el ánimo suspenso,
sorbiendo la maresía, impregnados de paz y respiro, en aquel paraje de lasitud
y olvido, cual si divagaran frente al agua salada, para pedir al pescador no aventurar
su barca en seno de mar crespa, por ser alto en riesgo un quehacer que no es
deporte; de aquí que no se premie cual si entretuviera a la gente en culminante
distracción diferida.
MARQUINO:
-¿No prolongó su arenga Don
Benedicto?
QUINO:
- Preclaro y oportuno, añadió:
Años más tarde, inmersos en época de apertura, pude bucear en
Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, de Maurice Joly. Qué perspicaz
y asombrosa lectura, digna de cabecera, bien especial en estos tiempos de
desarraigo, ofensiva dialéctica y trivial notoriedad.
MARQUINO:
-Trasluce albura su oratoria.
QUINO:
-Don Benedicto suele
ser directo en su expresión y no se anda con eufemismos ni subterfugios.
MARQUINO:
-¿Termina aquí su docencia?
QUINO:
-En absoluto. Impertérrito continuó su plática:
Huele a tormenta el entorno, y surge el desconcierto a la hora
de ensoñación y demanda, a pesar de no dar crédito a cuanto piensa pedir el
edil primero, antes que salga a flote el halo supremo en su extravagancia, como
si tuviera la luna llena de amarillo, cuando el sol se esconde detrás de las
montañas y, al caer la tarde, se ensombrece el camino. No está el momento como
para atravesar el huerto de rosas y otras flores, que engalanan el ojal de su
chaqueta, frente a la guirnalda que adorna la frente de la mujer guapa en su
anhelosa espera.
MARQUINO:
-El amor es razón indispensable en su esquivo frenesí. Pero,
¿qué más dijo Don Benedicto?
QUINO:
-Intentaré rehacer este pasaje, recitado en idioma original.
Escucha:
De aquel perturbador, un conservador imputaba múltiples
descalificativos, por su pretensión de sanar enfermos y alzar muertos de sus
tumbas, subrayando encima que no es cuestión de amos ni de esclavos, pues el
fruto de la tierra es de todos. Tantos horrores que, conforme las leyes, hubo
de acabar su prédica…
-Et de qui parlez-vous ? demandai-je
–Il reprit:
-Mais! de ce vagabond qu’on nomme
Jésus-Christ.
Don Benedicto, al punto, alumbró:
Extracto de un poema leído en LES CHATIMENTS, de Victor Hugo.
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José Rivero Vivas
LA ILUSIÓN – Obra: NL.08
(a.30) – Novela -
(ISBN: 978-84-9941-055-5) D.L. TF – 2347 – 2009 –
Ilustración de la cubierta: (Sin título)
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
Ediciones IDEA, Islas
Canarias. (Año 2009)
Escrita en
Londres hacia 1978-79, describe unas circunstancias en que Abundio, individuo
extraño en sí mismo, se ve obligado a repasar parte de su vida, lo cual le
incita la vuelta a las raíces, bien que las suyas, más que profundas, parecen
ser etéreas. Su compromiso con la libertad, que asegura disfrutar, lo lleva
lejos en su determinación social, actitud que erige sin plante, pese a su
bienestar menguado, adversa vivencia, salvada por medio de trabajos de escasa
importancia y mínima remuneración.
Abundio, de
perfil austero, se ha sentido con frecuencia inclinado a componer versos. Hoy,
en elevado reto, se ve de pronto inmerso en la necesidad de escribir un largo
manuscrito, texto que piensa novelar, de forma épica, para lo cual recurre a su
literaria vocación en la niñez. La penuria por la que atraviesa rompe su
economía, que mucho se resiente, y tiene que abandonar su proyecto, sin
terminar, para dedicarse a ganar su diario sustento. No obstante, continuará
sujeto a su pensamiento, única actividad complaciente que, al cabo, lo estimula
y conforta en su ingrata y ardua travesía.
En
mitad de su cotidiano paseo por los umbrosos Gardens, de igual modo que durante
su permanencia en casa, en la esquina frente al parque, Abundio reflexiona
acerca de los fabulosos privilegios que supone fruir su débil estado, en cuanto
persona comprometida con la contingencia intemporal, terso y sublime evento que
habrá sin ambages de avalar su paso a la posteridad como El Hombre Libre de Kensington.
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José Rivero Vivas
QUITE
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MARQUINO:
-No obstante tu inclinación hacia complejidades lingüísticas,
¿cómo tuviste cordura para entender la disertación en francés?
QUINO:
-Por el tono.
MARQUINO:
-Por su musicalidad, en esotéricos asuntos se alcanza percepciones
varias.
QUINO:
-Además de la sustancia que inapelable adhiere.
MARQUINO:
-¿Cuál fue la conclusión de Don
Benedicto?
QUINO:
-Permaneció callado, como ausente, sin atender la cerrada
ovación en honor a sus palabras. Luego, recogió sus papeles, los introdujo en
la cartera, y, sin asomo de cortesía, abandonó la sala ajeno a cuidado.
MARQUINO:
-¿Cariacontecido, tal vez?
QUINO:
-Creo que sí.
Cautivados ambos, contemplan embelesados las voluptuosas vagas
festoneando de blanco el azul intenso de la faz marina, hasta alcanzar la
silueta de Gran Canaria, cubierta de nubes… Dormida, como en la isa de Juan
Curbelo, entonada en loor de serenidad y arrobo. Vibra entonces el prístino augurio,
y, en nítidas voces de insignes poetas, de ayer y de hoy, se escucha el cantar
que el isleño añora, en lontananza, y aun más acá, sosegado al fin en este
ámbito de inefable ventura.
QUINO:
-Crece la sombra y aumenta el frescor.
MARQUINO:
-Dulce opción de la atardecida.
Como es de más edad, Quino
le da la mano y lo ayuda a levantarse, conduciéndolo, en sesgo, escollera
arriba hasta dejar el recóndito enclave de su encuentro. Se sientan un poco sobre
el muro de la avenida, mientras avistan de soslayo la cúspide de El Teide; al
rato, emprenden despacio su regreso hasta la entrada de San Andrés.
MARQUINO:
-He de expresarte mi sincera gratitud por tu amistad.
QUINO:
-Es gracia con que me encomia tu magnificencia.
Cesa de pronto la expectación, espontánea en su relieve.
Preocupados ellos ante la estil veleidad, se miran atónitos y prudentes
enmudecen. Luego, afables, en silencio avanzan, y, rectos, entre dos luces, toma
cada uno el ingrávido hilo honroso de su senda.
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ÍNDICE
1 - Portada
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. Folio 1
2 - Preludio . .
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. . .
. . “
2
3 - Feudo
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. . .
. “ 3
4 - Prisma
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. . .
. . .
. “ 8
5 - Quite
. . .
. . .
. . .
. “
15
6 - Índice
. . .
. . .
. . .
. “ 19
7 - Contraportada . .
. . .
. . . “
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José Rivero
Vivas
LA CALVA ROSADA – Obra: NC.02
(a.12) – Novela -
(ISBN: 978-84-9941-05-3) D.L. TF -2349 – 2009 -
Ilustración
de la cubierta: (Sin título)
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
Ediciones IDEA, Islas
Canarias. (Año 2009)
Nació como relato en Madrid hacia 1959; luego
pasó con el tiempo a ser novela corta, finalizada en Londres hacia
2001-2002. Encarna, sin ser dengue, es
mimosa, y le impone a Ramón variar de aspecto, o de look, como, imbuida
de modernidad, a ratos dice. Encarna, a lo largo de la historia que
protagoniza, revive su propio desasosiego tras los aconteceres descritos en
magistral narración de Gabriel Miró. Fiel en su propósito de agrado, Ramón da
brillo a su calva, para lo cual se inspira en el autorretrato de Cézanne.
Su relación matrimonial se ve últimamente alterada, por cuanto ella rechaza la
imagen de su marido, que le repele su visión y no soporta su cercanía. Desolado
y compungido, Ramón acaba por sincerarse con su amigo Gregorio, pintor, quien
le aconseja hacer una visita al Louvre, con el fin de admirar el retrato de
Chopin, realizado por Delacroix. Sufre libremente Ramón cierta metamorfosis en
su apariencia, y Encarna, fascinada, vierte su rubor, henchida de gozo y
satisfacción.
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Tenerife
Islas
Canarias
Mayo
de 2021
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