ABRIL: LA PRIMAVERA QUE NO FLORECIÓ
POR LUIS
RIVERO
Era el 25 de abril de 1974, pero no recuerdo cómo se llamaba el
niño que aparece en la foto junto a algunos soldados de las Fuerzas Armadas
Portuguesas. Uno de los rostros más jóvenes que captaron las cámaras aquel día
se convirtió en icono de la revolución de los claveles.
Pero la revolución de abril estuvo llena de malos presagios
desde el inicio. Primero fue el descabezamiento del movimiento revolucionario
dentro de las Fuerzas Armadas, apenas un año y medio después de aquel abril del
74. Le siguió el encarcelamiento del cerebro de aquella rebelión: Otelo Saraiva
de Carvalho.
Creo haber leído en alguna ocasión que el niño que aparece en la
imagen acabó años después enganchado en la heroína, deambulando como un
kamikaze por las calles lisboetas. Otro vaticinio de como terminaría aquella
revolución. Los malos augurios se confirmaron cuando se apagó la voz de José
Afonso, el autor del Grândola villa morena. Con su muerte pareció callar la
revolución definitivamente.
La revolución de los claveles dejó algunas cosas buena, entre
las que se cuenta la que se presumía era “la constitución democrática más
avanzada del mundo”. Que luego sufriría, en el transcurso de los años,
mutilaciones varias que la dejarían prácticamente lisiada y condenada a
mendigar por las calles. Muchas de estas amputaciones fueron practicadas desde
Europa. Promovidas por esa versión del pensamiento único que llaman –de manera
eufemística– “neoliberalismo”.
De aquella primavera de abril que no llegó a florecer quedaron
tan sólo unos claveles marchitos y un puñado de lamentos. Si afinamos el oído,
podemos percibir su callado murmullo por las esquinas de la vieja Lisboa.
En las movilizaciones contra las políticas de austeridad de los
distintos gobiernos se entonan de nuevo los acordes del Grândola Villa Morena.
Sus ecos siguen resonando en las plazas y a las puertas de palacio. Aunque
Portugal hace tiempo que dejó de ser “terra de fraternidade” para convertirse,
al igual que otros países del sur, en campo de experimentación de esta nueva
forma de criptofascismo que nace en sede europea. Todo barrunta un largo y frío
invierno. Pero dicen que inexorablemente a cada invierno le sigue siempre la
primavera
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