domingo, 6 de marzo de 2022

SOLO LOS ASESINOS

 

SOLO LOS ASESINOS

ANÍBAL MALVAR

A pesar de la caída de ventas, de la desafección del público hacia el periodismo, nuestros viejos diarios aun continúan creyéndose eso de que entienden nuestra sociedad, de que se pueden meter en el cerebro de los españoles y los europeos y decirnos no ya lo que pensamos, sino incluso lo que debemos pensar. "La mayoría del pueblo español cree que": es frase que podéis rastrear cotidianamente en la prensa carpetovetónica. Hay dos tipos de periodistas y dos tipos de escritores o artistas en general: los que venden certezas y los que comparten dudas: solo estos últimos valen la pena, en mi modesto parecer.

Hoy La Razón nos ofrece un ejemplo impecable de esa capacidad que creen poseer nuestros opinadores para introducirse en lo más íntimo de nuestras neuronas. Ataca el periódico de Planeta a "la izquierda radical, cuyo discurso en favor de la paz y del no a la guerra no acaba de calar entre una opinión pública que lo interpreta, a nuestro modo de ver, correctamente como un respaldo encubierto a las posiciones rusas".

 

Debe de ser gente muy estudiada, porque a mí me cuesta saber lo que se le pasa por la cabeza a la pelirroja a la que hago infeliz, así que imaginaos si me obligan a escribir sobre lo que piensa la opinión pública, cada uno de vosotros, estupefactos lectores.

 

Ese considerar al lector como producto y no como productor (de ideas) es lo que a mí me ha alejado de los kioskos. Como vicioso de las hemerotecas, a veces comparo nuestra prensa derechista actual con, por ejemplo, la que teníamos en la Transición, y os juro que siempre me quedo con la triste sensación de que se hacía mejor periodismo entonces, de que se opinaba con más prudencia y equidistancia. A lo mejor es solo impresión mía.

 

Me replicaréis los sabios que esos mantras sobre lo que cree la opinión pública, la sociedad española en general o el universo mundo han estado siempre en los periódicos. Y es verdad. Era un recurso retórico habitualmente previo a una incerteza. Y hoy no es así. Se ha infantilizado tanto el mensaje editorial de nuestros medios que es unívoco, exento del dulce placer que provoca la duda.

 

El otro día, buceando por facebook o por twitter, no recuerdo, encontré una viñeta apócrifa que definía muy bien los peligros de este maniqueísmo, de este dividirnos entre buenos y malos sin más pensamiento.

 

Una madre y su hijo cogidos de la mano:

 

--Mamá, ¿y si matáramos a todos los malos quedaríamos solo los buenos?

 

--No, hijo. Quedaríamos solo los asesinos.

 

En una sola vida que he vivido, me doy triste cuenta de que en muy pocos años los mensajes simplistas que antes eran despreciados hoy son el único alimento intelectual de muchas personas. Que ya no necesitan comprar los periódicos. Se bastan (nos bastamos) con los titulares del teléfono.

 

Le pasa hasta a mi madre, que es persona inteligentísima, con dos carreras, sublimemente humana, lectora y dubitativa (no te preocupes, mamá, no escribo esto porque te vaya a pedir pasta otra vez). A veces me cuenta barbaridades y yo le pregunto:

 

--¿Pero dónde has leído eso?

 

--En google.

 

En esas franjas noticifalsas que a todos nos muestran cuando abrimos el teléfono móvil.

 

--Eso es una tontería.

 

--Lo dicen los periodistas, hijo.

 

--Mamá, te recuerdo que yo también soy periodista. Desde hace treinta años. Y esos de tu google no son periodistas.

 

--Ay, hijo, cállate. Que siempre te crees el más listo de todos.

 

Si nos dejamos llevar a una guerra nuclear ahora será por falta de dudas, de espíritu crítico, de sentido dialéctico. Transitamos carreteras de un solo sentido. Y no solo la gente de derechas. Nosotros también. A mí, cada vez que critico a Podemos en este periódico, me salen un montón de unfollowers. Y me mola. Solo queremos saber lo que ya creemos que sabemos. Y no sabemos nada. Opinión pública, esta vez sí me atrevo a hablar en vuestro nombre. No sabéis nada. Y eso es porque los periodistas y los poetas no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Que consiste en ser relatores, no incitadores. Pensad, malditos. De lo contrario, solo quedaremos los asesinos del cuento del niño y de la madre.

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