miércoles, 9 de marzo de 2022

ENRIC JULIANA, LACAN Y LAS ARMAS

 

ENRIC JULIANA, LACAN Y LAS ARMAS

El analista político sabe que Europa debería trabajar para detener cuanto antes la carnicería de Putin en vez de alargarla con el envío de armas. Pero los fantasmas son más poderosos que la razón.

PABLO IGLESIAS

Civiles se preparan para la guerra en Lviv, en el oeste de Ucrania.

Enric Juliana es uno de los periodistas españoles con más talento como analista político. Atesora características no demasiado frecuentes en su profesión, como la de haber leído muchos más libros que periódicos y tener una formación más que notable en política comparada y en relaciones internacionales. A esas virtudes añade una serie de debilidades que explican su capacidad de seducción, o al menos me explican a mí por qué Juliana siempre me ha seducido tanto: la brillantez siempre viene acompañada de debilidades. La primera es que Juliana no ve ni entiende demasiado los códigos de la televisión (una debilidad encantadora en estos tiempos). La segunda y más importante es que la gasolina

que alimenta su inteligencia y sus artículos proviene de un yo contradictorio y conflictivo que, para orientarse, necesita de los códigos cognitivos de la Guerra Fría y de los comunismos italiano y catalán. Si hoy le preguntaran a Juliana si fue comunista alguna vez, seguramente diría que no y que, en todo caso, fue un admirador de la abnegación de los comunistas en su lucha contra Franco. Si le preguntaran por sus lecturas marxistas, diría que no leyó apenas a Lenin ni a Marx sino a Engels (que le gustó más por didáctico que por marxista) y a Gramsci, que le gustó básicamente por italiano y porque explica la importancia de la cultura en la política. Pero como dice Fabrizio de André: Anche se voi vi credete assolti, Siete lo stesso coinvolti…

 

Todos queremos ser el relato que intentamos hacer de nosotros mismos pero es bastante discutible que lo logremos. Buena parte de los análisis de Juliana son una conversación consigo mismo en la que aparecen los lapsus, los olvidos, las repeticiones, las imágenes oníricas, el padre, los padres, la madre (Catalunya). Lean nuestro diálogo en Arpa y su Aquí no hemos venido a estudiar y verán desfilar todos los fantasmas por los sueños incómodos de un eurocomunista que hoy diría que nunca fue comunista. Manuel Moreno Mauricio, Berlinguer, los pactos de la Moncloa como el momento de la grandeza de la clase obrera española, la invasión de Checoslovaquia, el miedo a las palizas que daban los escuadristas de ultraderecha, el miedo a la crisis económica capaz de humillar las dignidades de muchas familias, Stalin dando una lección de realpolitik a Carrillo y Pasionaria, las comisiones obreras, Ignacio Gallego, el PSUC haciéndose el harakiri, Pujol como la grandeza gramsciana de Catalunya, La Vanguardia como periódico liberal que deja a hablar a los comunistas (pero solo a los “razonables”). Retales y restos de mil naufragios que construyen uno de los mapas de análisis político más valiosos de la prensa en España. Sospecho que a Enric le ocurre con el psicoanálisis lo mismo que a Nabokov y a Pedro Vallín, lo denuestan al tiempo que lo practican en su escritura incontenible, porque no se atreverían a escucharse a través de la mirada irónica de Lacan.

 

Un día Juliana nos faltará y nadie llenará ese hueco. Y yo habré perdido a uno de los tipos con los que más me gusta discutir y polemizar. Así que, ya que Juliana vive y colea con gran vigor aún, no voy a privarme de discutirle su posición de excomunista que piensa que en realidad nunca fue comunista, a propósito del envío de armas a Ucrania.

 

Juliana dice que no es contradictorio el envío de armas con la compra de gas ruso. Reconoce que dejar de comprar el gas a Rusia provocaría el colapso de la economía alemana y defiende la posición alemana que, frente a los EE.UU. que han corrido prestos a levantar las sanciones al otrora diablo Nicolás Maduro para que les venda petróleo, apuesta por seguir financiando a Rusia comprándole el gas que necesita para evitar una catástrofe económica en la primera economía de la zona euro. Alemania y su izquierda, como explica Juliana, mantienen su posición a pesar de la presión de Polonia, Chequia y de los países bálticos y escandinavos. Es evidente que Alemania necesita ser menos dependiente del gas ruso y Juliana sonríe mefistofélico cuando escucha a Von der Leyen, en Madrid, señalar la posición estratégica de España como cabeza de puente energético con el norte de África. Juliana sonríe mefistofélico también cuando escucha a Scholz decirle a Pedro Sánchez que Alemania está muy interesada en las conexiones transfronterizas España-Francia y en los gasoductos que transportan el preciado hidrógeno verde que podría fabricar España. Juliana concluye: “Una apuesta estratégica de la UE por la península ibérica y el norte de África en materia energética, tendría una ventaja para España: ‘Europeizaría’ las complejas relaciones con Marruecos”.

 

Hasta aquí poco se puede objetar a la brillante frialdad del análisis geopolítico de Juliana… Y de pronto, Lacan salta del diván a leer el último tuit del hilo de Juliana: “Es lícito estar en contra del envío de armas a Ucrania. Pero hay que refinar los argumentos. El del pago del gas ruso hay que analizarlo a fondo. Aquí hemos venido a estudiar”.

WTF! Juliana vuelve a discutir con su propio fantasma: el partido comunista al que con gesto soez llama PC punto o partido de Ignacio Gallego. Es un código para cafeteros amantes de los restos del naufragio y los retales del comunismo español y catalán. Ese fantasma que persigue los sueños y coloniza la plática de Juliana no se encarna en el PCE; se encarna en Podemos. Pero ese Podemos no es el que yo representé con mi historia y mis síntomas. Es el de una mujer demasiado despegada de los mitos conservadores del comunismo, como para que Juliana le ponga la sábana de su fantasma. Y además esa mujer tiene toda la santa razón y Juliana lo sabe. Por eso se limita a pedir más argumentos al tiempo que se enroca en la posición favorable al envío de armas. Pero, ¿aquí no habíamos venido a estudiar?

 

Si la jugada geopolítica que describe Juliana es correcta, ¿cuál es el sentido de prolongar, con el envío de armas, una guerra en la que los ucranianos solo pueden ofrecer cadáveres de civiles frente a un ejército ruso abrumadoramente superior? Juliana sabe que a la OTAN no le conviene intervenir en el conflicto ni con sus ejércitos, ni imponiendo con sus aviones una zona de exclusión aérea como legítimamente solicita el presidente Zelenski. ¿Entonces? ¿Por qué defender la carnicería? Juliana sabe que la apelación al abandono de la República española por parte de las potencias de la no intervención para compararlo con la realidad ucraniana es una falacia de proporciones bíblicas. Lo sabe perfectamente porque conoce (como cualquier comunista o como a cualquier excomunista que, en realidad, nunca quiso ser comunista) lo que significó el pacto de Múnich y el pacto Ribbentrop-Molotov. Es evidente para cualquier analista con formación histórica y lecturas sobre geopolítica que la retórica belicista de la UE revela una peligrosa impotencia y desesperación ante la pérdida de posición estratégica ante EEUU y la OTAN. En el bloque occidental pierde Alemania y gana EEUU y Juliana lo sabe. Juliana sabe también que, incluso por puros intereses económicos, Europa debería trabajar para detener cuanto antes la carnicería de Putin en vez de alargarla con el envío de armas. Pero los fantasmas son más poderosos que la razón. Vinimos a estudiar, pero nada hay más poderoso que el deseo.

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